LUNA Juan Pablo Castro
En la Sultana del Valle, sobre la autopista suroriental, se ubica uno de los hoteles más conocidos de la ciudad.
Sus cuatro pisos albergan bellas historias, recuerdos, triunfos y fracasos que permanecerán en la memoria de sus protagonistas y, posiblemente, la de sus trabajadores. Algunas historias tristes, como las de las personas que escogieron la calma y el frio lunar para despedirse de este mundo, aquel que no supo comprenderlos y que quizás les dio la espalda. Historias felices, en donde se festejaba el inicio de una nueva vida, un nuevo comenzar, un triunfo deportivo, una vuelta al sol más.
Su ubicación facilita un desplazamiento seguro: el centro, el sur, el norte, oriente y occidente; todas las rutas confluyen en él. Todo caleño lo reconoce, es punto de referencia para orientar cualquier destino. Sus instalaciones brindan, entre otras cosas, la posibilidad de compartir con la familia, amigos y demás, ratos agradables en su piscina. Su agua cristalina refresca los soleados fines de semana entre risas y buena comida. En las tardes permite disfrutar la brisa fresca proveniente de las montañas frente a un vaso de licor. En las noches permite un descanso placentero y, tal vez, disfrutar del buen amor. Sus tarifas son cómodas, sus instalaciones adecuadas, su personal calificado, tratando siempre de garantizar el descanso ideal. Sin embargo, este representativo lugar no se libró de las garras destructivas de la injusticia social. Al ser punto de reunión y de lucha activa por el derecho a la dignidad, se vio envuelto en una batalla campal. Sufrió serios daños, fue quemado y aunque ningún grupo o bando se responsabiliza de ello, el principal afectado [78] La ciudad de la furia