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BUZIRA - Lina Revelo
BU ZI RA
Lina Revelo
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Estallidos silenciosos aluden las sendas de Buzira, se han soñado vidas dentro de sus calles,
se han revivido dolores en sus aguas, porque no puedes no conocerla sin que atraviese una roca redonda que nos hablan de meandros, de nacimientos y punto de partida. Sobre la patria se viste un fusil donde el cielo pinta artes, colores que se derriten y se siente el pellizco de dos ruedas, no puedes caminarla, debes andarla, no puedes respirarla, solo la conoces con suspiros. Lo que habita ahí solo se compara con canciones de tambores y morada sangre, un cemento que se comen las termitas con trompetas. Según sus historias aquí crece la maquina más antigua del futuro, que en una época significó y retroalimentó las ganas y rugidos de bocas que nunca hablaron, esas cuentan las historias de antiguas, presentes y futuras aventuras, con ella me topé y fue con ella con la que nunca hablé un idioma, pero miles de lenguajes, busqué su boca, pero solo la escuché y supe que me entendía. Asfalto corrugado y sediento que se llenó de pinceladas, hablaba, volvía a buscar su boca y no la encontraba.
Y es que aquí la periferia se vive con otro tinte, las calles en un giro se vuelven angostas, en una mirada se va el banco y se queda un andén, que es la misma ciudad en un territorio de 6 pies, tan dinámico y resonante, solo parpadea y se vuelve trinchera,

rugidos, lamida con bebidas. Pero no creas, mientras la vives en suspiros te vas haciendo más pequeño, te va arrojando en un olvido que poco a poco te va matando, aparecen formas sin fuego, pero con fuego en sus manos, solo puedes correr. No, no respires, recuerda que aquí se vive suspirando, pero no respires, la máquina viene por ti, pero no respires, en un punto Buzira desaparece, se traga así misma, pero como la teoría de la relatividad, es lo menos relativo, vuelve y surge, sin coordenadas, pero, llena de agua y sigues suspirando.
Vive, palpita, te ves envuelta en ella y todos tus poros se vuelven una calle, un parque, una cesta, una tienda, un andén, un poste, un puente, una ceiba, un caucho; vive en ti con tanta intensidad que te quedas pasmado ante tantos ojos que nunca ven, pero los llevan abiertos, le gritas, pero no te ven, tienen piel como escamas y hablan idiomas que no se entienden mientras su color cambia, no les gusta andar, de nuevo el rugido llama a un territorio y vuelves y sientes sus calles, sus postes, sus ramos, sus hojas y al pájaro que sigue visitando sendas de cementos con tejados convexos. Les llama a todos por igual, sus poros son ojos de cada rincón de esta minúscula ciudad que tiende a morir un minuto antes del otro. El lloró, lloramos, cada ojo llora, es como si el ADN mitocondrial fuera el mismo en todes, pero no, pero si es el de Buzira. Pasa por ella, conoce el ciclo de sus ruedas, pero siempre procura caerte para despertar del sueño que fue no visitarla.