
2 minute read
LASITUD - Juan Pablo Guzmán Escalante
LA SI TUD
Juan Pablo Guzmán Escalante
Advertisement
El primer día del mes cinco, la ciudad de Cali,
venía experimentando un revolcón social inimaginable. Una nueva mirada de ciudad que se desconocía y que tuvo una aproximación ínfima en noviembre del 2019. La zozobra y el miedo componían junto con la valentía y el deseo de cambio, los sentimientos de muchas personas en la ciudad. La ciudad que había decidido caracterizarse a partir de la salsa, la rumba y la diversión, decide volcarse y focalizar su esencia, en contra de ciertas decisiones políticas expresadas de diversas maneras, inclusive valiéndose de la salsa como instrumento de resistencia. Mientras miles de personas se aglomeraban ese día en la ahora resignificada Loma de la Dignidad (en un evento que muchos han catalogado como la calle de la feria, con un nivel de masividad que ni la misma feria de Cali ha podido reunir en los últimos años, por la privatización del evento que nació siendo del pueblo y que ahora es un privilegio), muchos policías, tanto del Goes, como de la Mecal, pero especialmente del Esmad, esperaban tranquilamente unos metros más arriba en la ausente estatua de Sebastián de Belalcázar.
Sobre el andén del mirador, que los fines de semana funge como lugar donde se consume mazorca asada, ese primero de mayo, el mismo anden era el lugar donde la policía del Esmad, exhibía sus

gases lacrimógenos, aturdidoras, bolas marcadoras, entre otras, para armarse rápidamente e ir a algún lugar que presenciase una ‘Convivencia desordenada susceptible de ser puesta en orden’. Ese primer día del mes cinco, mientras algunos policías miraban el celular, otros hacían chistes con sus amigos, otros cuidaban el armamento extendido sobre el andén como cual artesanía digna de observar y otros dormían plácidamente bajo el piedemonte oriental de la cordillera occidental.
El cansancio no distingue de postura política, ni tampoco se subordina bajo las órdenes de un gobierno déspota . Para los policías que allí cansados se encontraban, es mejor que interioricen que también carecen de esa capacidad de distinción, porque esa opresión al pueblo, bajo la conciencia del acto y prescindiendo del legítimo derecho de la objeción de conciencia, solo dejaría en evidencia una vez más los ruines principios que se deben tener para formar parte de la gloriosa fuerza del orden.