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DESENGAÑO - Daniel Felipe hurtado Mariaca

Daniel Felipe Hurtado Mariaca

DE SEN GA NO

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Ante la desesperanza de una ciudadanía pobre e inconforme que requería el diálogo,

la intransigente respuesta de un gobierno obstinado, ocasionó un estallido social en donde el orden público no estaba presente. En Cali las vías estaban bloqueadas, los semáforos ya no existían y el transporte público no operaba; la furia popular desatada por años de insatisfacción y cansancio decidió expresarse.

En este contexto tenso y hostil, la ciudad era escenario de todo tipo de manifestaciones: marchas, performance o mensajes de apoyo desde la distancia, y claro, estaban quienes se resguardaban en las protestas para emprender estos actos a los que algunos sectores sociales llamaban vandalismo, mientras que otros lo consideraban expresiones legitimas. Lo cierto es que en general las personas deseaban hacerse sentir de maneras, que en muchos casos no eran tan convencionales, en donde la mayor motivación, y aunque parezca paradójico, era el desaliento por el futuro que se estaba construyendo y que nadie quería vivir. Quizás esta fue la mayor razón por la que la juventud fue la principal protago-

nista por aquellos días, y es que cuando a una corta edad se esfuman las ilusiones y las visiones prospectivas no parecían conducir a ningún lado, no parecía raro que el mayor miedo que se tuviera era a seguir viviendo de la misma manera.

El estrés colectivo abundaba en esta típica urbe latinoamericana, en los lugares que se habían vuelto icónicos en el marco del paro nacional y en los cinturones de pobreza predominaba la sensación de ansiedad producida por la incertidumbre de que en cualquier momento el pánico se haría presente. Esto se convertía en algo de todos los días, las noticias y las imágenes que parecían sacadas de películas de ficción y hasta de terror producían un miedo incontrolable. Sí, la ciudad en donde la inseguridad siempre ha sido algo habitual, llegó a un punto en donde esta vez la violencia no se pudo normalizar.

Por increíble que parezca, ante esta situación había quienes pretendían imponer el orden sobre el caos mediante el miedo; con la idea de que reproduciendo eso ciclos de violencia, que tanto daño habían hecho en esta ciudad, se eliminarían los cuestionamientos y las diferencias, y se establecerían los valores que tradicionalmente se han impuesto. Era a estos actos a los que se exponían siempre quienes se manifestaban, pero el miedo tenía que pasar a un segundo plano ante tal desengaño, ya que para muchos dejar de manifestarse era seguir permitiendo abusos y eso era inaceptable.

Después de meses de protestas en las calles se veían las consecuencias, el paisaje urbano había cambiado y no solo en el deterioro de la infraestructura, también en la forma de percibir cada lugar que se había resignificado popularmente; los nombres de los hitos cambiaron, los símbolos ya no representaban lo mismo, y la forma de percibir la ciudad era muy diferente. De esta manera fue como el desengaño y la pérdida de la esperanza, se convirtieron en la principal incitación para querer buscar el cambio.

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