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DIGNIDAD - María Fernanda Descance Portilla

María Fernanda Descance Portilla DIGNIDAD

Todo ser humano es merecedor de tener una vida digna.

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La Loma de la Cruz ahora llamada Loma de la Dignidad, se convirtió en uno de esos espacios públicos de la ciudad de Cali, que desde el 28A y durante muchos días de movilizaciones, dejó de ser solo ese espacio donde normalmente se realizaban actividades culturales y comerciales de la zona, a ser un espacio en donde se reunieron distintos grupos, sentires, saberes y diversas manifestaciones artísticas que mostraron de manera pacífica el gran descontento que hay con las políticas del gobierno nacional y sus dirigentes.

Muchas movilizaciones provenientes de distintos lugares se concentraron en este espacio y llegaban en chiva, en moto, en bici o caminando, todos con atuendos diferentes y colores sobresalientes que nos caracterizan. Las vuvuzelas, pitos, tambores, megáfonos, banderas, símbolos, pancartas, entre otras cosas, generaron una gran cantidad de ritmos y sonidos que, acompañados de arengas, comunicaron distintas expresiones bajo el intenso calor o lluvia.

Gritos, algarabía, cánticos, música, teatro, poesía, performance, danza, partidos de fútbol, ollas comunitarias, bloqueos y diversas actividades de distintos colectivos, fueron las expresiones de resistencia que mantuvieron la energía y animaron a seguir luchando en medio de toda esa coyuntura.

En muchas ocasiones la presencia del Esmad, la policía y helicópteros sobrevolando dañaron la paz; intimidaron a la gente; tensionaron el ambiente y generaron confrontaciones en medio de la aglomeración de personas mayores de edad o con discapacidad, jóvenes, niños, vendedores ambulantes, mascotas, etc.,

donde siempre un grupo de jóvenes de primera línea estuvieron dispuestos a defender, a los demás manifestantes, frente a las acciones de la fuerza pública que reprimió, violó los derechos humanos, abusó y atentó contra la vida de los protestantes durante los largos días e interminables noches.

A diario se sentía una mezcla de emociones, alegría, tristeza, dolor, preocupación, impotencia y esperanza. Sin embargo, cada vez se hizo más fuerte la rebeldía social que, constantemente, ha demostrado estar indignada y cansada de la opresión histórica, corrupción, desigualdad, guerra y muerte que se ha vivido en nuestro país. Esta generó un pliego de peticiones que exigió educación, trabajo, salud, el reconocimiento de las distintas necesidades que hay en los territorios, el poder ser escuchados, dialogar, participar y poder construir salidas en colectivo para lograr ese cambio necesario y urgente para la gente que vive en este país de tanta miseria e inequidad.

Todos esos momentos y experiencias que dejó este paro serán únicos, irrepetibles y recordados, sobre todo por surgir en medio de una emergencia sanitaria, por los distintos impactos físicos y psicológicos que dejó, la apropiación y resignificación de espacios públicos, la reivindicación popular, el darnos cuenta de que de manera colectiva podemos aportar y generar cambio a través del arte, la cultura y la educación popular y que es necesario promover la tolerancia e inclusión en la ciudad. Y que probablemente se seguirá en esta resistencia y lucha por nuestros derechos, porque la historia la hace el pueblo.

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