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PERMANENCIA - Johana Andrea Ojeda Martínez
PER MA NEN CIA
Johana Andrea Ojeda Martínez
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Para nadie es un secreto que en el campo colombiano la violencia es una realidad permanente,
sin embargo, cuando alguna situación afecta a la ciudad, principalmente a las élites, ahí si mueve fibras, ahí se le quiere colocar puntos finales. Para actores como estos, generadores del caos y directores de sus propias jugadas, se puede sentir que la verdad les altera, les incomoda. La verdad te mata, seas colombiana(o) o no. La verdad, en este país, tiene la categorización de arma, pues tanto miedo genera que la acaban con balas, le temen a los sueños del gueto, a lo autónomo o alternativo, a la defensa del territorio y sus costumbres.
Se me hace irónico, porque mandatarios y mandatarias que no reconozcan las deficiencias, las in-

justicias de lo que se supone tienen que corregir. Y que, a diferencia, el poder lo utilicen a beneficio propio, para generar enormes ganancias, en conjunto con los otros actores denominados “gente de bien”. Es todo lo contrario a las maravillosas palabras escritas en cada resolución, norma, decreto o ley, unidas para tergiversar cualquier situación, y usarla a favor. Sin olvidar que es 2021, y hace más de un año la palabra “pandemia” y “confinamiento” transformaron la vida de millones de personas en el país, especialmente, de las personas desamparadas, de las mismas a las que el Estado tiene olvidadas desde años atrás.
En situaciones así, palabras como “vida” toman demasiado poder, y sin importar el año, mes y día, toma casos diferentes, pero igual de contundentes, como un momento en particular que sucedió en uno de los puntos de resistencia durante el paro, en el que un adulto mayor a micrófono abierto decía que la vida es valiosa, un privilegio, y recitaba desde lo más profundo de su alma, palabras de aliento a seguir creyendo que esto puede en algún momento cambiar, para que horas más tarde en el mismo punto, iniciara una balacera y en aquellos días se perdiera la vida de compañeros; y en ese mismo momento puede aparecer una persona preocupada porque estás ahí, que ni siquiera te conoce, y te dice: “vea, usted coloque los brazos encima de la cabeza y agáchese”, y no te pierde de vista durante los próximos minutos de tensión, hasta ver que estás bien y ya vas para casa. Otros momentos en los que el gas lacrimógeno es tan fuerte y aparece una persona con objetos para sacarte del ahogo.
Así mismo, poco a poco la comunidad se fue uniendo, durante cuatro meses, tejiendo sociedad entre la misma comunidad, procesos autónomos en busca de la soberanía alimentaria, como las huertas comunitarias, creados desde las personas que creemos que esto puede mejorar, que pueden existir posibilidades de una vida digna. Puede que todo esto no reemplace nunca las muertes que se perdieron durante el paro y las que se han perdido durante toda la historia colombiana, sin embargo, es un gran paso para unir comunidades, reconocer el territorio, y que la voz de las personas jóvenes sea escuchada.