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PLAZA - David Julián Vera Chaves

PLA ZA

David Julián Vera Chaves

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La comúnmente llamada Plaza del Carnaval, ubicada en la ciudad de Pasto, se resignificó en el último estallido social.

En la Plaza donde habitualmente se escuchaba un grito alegórico que decía: “que viva Pasto carao”, ahora se escuchaba “que viva el paro carajo”. Un sitio en el que se danzaba al ritmo de la Guaneña, (canción tradicional de las tierras andinas del sur) se convirtió en un lugar para bailar, pero, también para protestar al ritmo de la música tradicional. La Plaza del Carnaval ha sido reconocida por sus habitantes locales y visitantes como un lugar mágico, lleno de arte y muy alegre. Cada 2 de enero hasta el 7 de enero, se disfruta de las hermosas carrosas y vestidos que resignifican el sur. En muchos sentidos, ha sido un lugar de encuentro para festejar una hermosa fiesta cultural. Pero en el último estallido social, la Plaza del Carnaval se convirtió en el punto de encuentro de multitudinarias marchas. Marchas que sacaron al pastuso berraco que siempre ha estado jugando en la plaza, ahora se jugaba su reivindicación social. Plaza donde se concentran adultos, jóvenes y niños a jugar con talco y carioca,

donde siempre se llevaba una pañoleta y gafas para evitar que la carioca y el talco te lastimen los ojos, ahora estas mismas cosas te ayudaban a proteger. La pañoleta que comúnmente se usa para proteger el rostro de los elementos de la fiesta, ahora se usaba para proteger la identidad de todo pastuso y visitante que llegaba a la Plaza del Carnaval a expresar su inconformidad. Identidad que tenía que ser resguardada, no por esconder alguna mala actitud o un acto vandálico, sino para evitar ser perseguido después de finalizada la protesta por parte de la policía y del Esmad. Las gafas que comúnmente son usadas para cubrir los ojos del talco y carioca con las que se juega, ahora servían para proteger los ojos de los gases lacrimógenos lanzados por el Esmad. Muchos son los canticos que son usados en la Plaza del Carnaval, todos resaltando el ser pastuso y sentirse orgulloso de vivir en el sur, pero ahora se entonaban canticos en los que se resaltaba la mala gestión del gobierno y arengas en contra del abuso que sufría el pueblo pastuso por parte de la fuerza pública, que no eran del pueblo, sino en contra del pueblo. Es así como la Plaza del Carnaval se resignificó y se convirtió, para todo pastuso, mayoritariamente joven, en un escenario de resistencia.

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