ENTRE MARCHAS Y MANCHAS. JÓVENES PERUANOS EN EL NUEVO MILENIO
Este descalabro de los movimientos sociales tras la década de la anti-política (Grompone, 2005; Lynch, 2000), alejó a los jóvenes de la participación, pues deslegitimó los movimientos sociales e impuso, por encima del desarrollo colectivo, una cultura liberal donde el valor fundamental era el pragmatismo (el gobierno fue manejado desde una tecnocracia). Este alejamiento contribuyó a consolidar la imagen del joven indiferente: aquel que abandona los proyectos ciudadanos y se convierte en un consumidor del siglo XXI. e.
Ingenuos e instrumentalizados Por aquel tiempo se denuncia también la instrumentalización que hacen de la participación juvenil, algunos aparatos políticos. Se populariza la idea de que algunos sectores juveniles son potencialmente manipulables, y esto trae a la escena otra idea perversa: la del joven ingenuo. Retorna así una inveterada imagen presente en el imaginario colectivo: al joven se le puede orientar hacia cualquier ideología, pues no tiene la capacidad de discernir con autonomía. Durante las épocas de la violencia, cundía la idea de que los elementos subversivos les lavaban la cabeza a nuestros jóvenes. Coinciden así, a inicios de la década de los 2000 en la escena pública peruana, una serie de percepciones sobre los jóvenes. Por un lado, la imagen del joven rebelde que se opone a las instituciones y se enfrenta a los proyectos ciudadanos; por otro, la del joven irresponsable que transgrede el orden establecido; pero también la del joven ingenuo a quien podemos manipular e instrumentalizar de acuerdo a intereses específicos. Estas imágenes son difundidas y publicitadas ampliamente por los medios (Cruzado, 1998) y replicadas por las propias instituciones del Estado, lo cual se evidencia en los modelos de abordaje vigentes en ese entonces.
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