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b. Ser joven más allá de la parroquia y el barrio Jesús Macedo Gonzales

diez años. Tiempo después, me propuse analizar, desde mi particular punto de vista, el fenómeno de la juventud peruana durante la primera década de los 2000.

Empecé a escribirlo a propósito de un artículo analítico sobre la juventud que me solicitaran en una universidad peruana el 2010. El proyecto quedó inconcluso y lo retomé hacia el 2015. Entonces sentí que el texto debía actualizarse y enriquecerse desde el punto de vista de un gran amigo y profesional que conocí en el trabajo con jóvenes, Jesús Macedo, quien ha complementado y enriquecido este trabajo con sus excelentes aportes desde su experiencia con la juventud de la región Moquegua.

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José Cabrera Chacón

b. Ser joven más allá de la parroquia y el barrio

A diferencia de José Cabrera, mi protagonismo juvenil lo he vivido desde mi parroquia y mi barrio. Pertenecí al Grupo Juvenil Voz y Mensaje de la Parroquia San Miguel en la Urb. Simón Bolívar en el distrito de José Luis Bustamante y Rivera de la ciudad de Arequipa, ahí descubrí mi condición de joven cuando fui empoderándome en contra de los adultos de mi barrio que excluían a los jóvenes, eso lo aprendí en mi grupo juvenil parroquial, que los jóvenes tenemos poder si nos organizamos. He pertenecido a esa organización desde los trece años que empecé en el colegio hasta los veintitrés que acabé la universidad y me fui a vivir a Lima. En esa época yo era adolescente, pero me di cuenta que las personas mayores no solo daban sus opiniones, sino que querían imponer sus ideas y había que demostrar que los nuevos integrantes somos los nuevos líderes, pues nos formaron para asumir los

nuevos roles en la organización, y deberíamos ser protagonistas.

Esto pude demostrarlo cuando a los dieciocho años fui elegido coordinador general de Voz y Mensaje, una organización parroquial que cumplía en ese momento quince años. Lo más interesante era mi directiva intergeneracional; por cuanto, la secretaria de economía fue mi catequista y la secretaria de actas otra persona mayor que yo. Aunque dichos jóvenes adultos, estarían por encima de los veintiséis años, me parecía interesante un joven dirigiendo a los adultos. El grupo juvenil me sirvió para descubrir mis cualidades de liderazgo, de conciencia crítica sobre la realidad y de formación cristiana. Esta experiencia luego sería mi modelo para ayudar a muchos jóvenes a formar o crear su propia organización juvenil, desde mi experiencia profesional.

No obstante, donde si pude sentir una radical exclusión, fue en las asambleas de mi barrio. Recuerdo que fui a una de las reuniones del pueblo, porque mi abuelita decía siempre dónde están los dirigentes que no hacen nada y en esa época mi

barrio tenía postes de madera viejos y calles sin asfaltar. Fui a dicha asamblea, en mi condición de corresponsal periodístico y porque quería saber que estaban haciendo los dirigentes. En una oportunidad fuimos con mi formador que era mayor que yo y vi que cuadró a los dirigentes, exigiendo que se debiera promover la participación de los jóvenes. Su ejemplo, me sirvió de inspiración para no tener miedo a los adultos y romper el poder que manejan excluyendo a muchos jóvenes en el barrio y también cuadrándolos para que promuevan la participación de jóvenes. En esas reuniones me di cuenta que a muchos adultos les molesta que un joven les contradiga su argumento, ellos se creen que tienen siempre la razón.

Sentí que como joven debería pelear por que haya espacios de participación en el barrio. Así, en el momento en que estaban elaborando el reglamento electoral colocaron que solamente podrían participar los titulares; es decir, los dueños de la propiedad, lo cual era absurdo, porque mi abuelito era el propietario y no todos ellos estaban dispuestos a participar, esto era una exclusión para los jóvenes. Además, a mí me molestaba que en el barrio los tíos digan que a los jóvenes no nos interesaba lo que pasaba en la comunidad y que solamente nos importaba, el futbol o las fiestas, porque a mi si me interesaba lo que pasaba en el barrio, e irónicamente no me gustaba ni el futbol, ni las fiestas. En mi organización parroquial, había aprendido no solo a ser cristiano, sino que podía cambiar el mundo y hacer de mi realidad un mundo más justo y solidario, asumiendo mi rol de evangelizador en y desde el mundo.

Uno de esos días Juan Gutiérrez Cáceres, se acercó uno de mis formadores indicándome, que las diversas futuras listas que se estaban armando para la dirigencia del barrio, lo estaban buscando y me consulto que capaz podríamos armar una lista juvenil. Recuerdo que le dije: “mira Juan, yo creo que no nos van a elegir, pero hay que demostrar que los jóvenes aquí estamos y queremos cambiar la realidad”.

Armamos la lista, la mayoría integrada por jóvenes de la Parroquia y el día de las elecciones fue una pelea generacional, porque la lista opositora recibió el apoyo del Club de la tercera edad, porque los señores recibían víveres y les habían hecho creer que si votaban por nosotros ellos perderían sus víveres. El asunto fue que recibimos apoyo de las señoras de la Parroquia de nuestro grupo Juvenil, y sin pensarlo y por escaso margen de diferencia, fuimos elegidos dirigentes del Barrio, recuerdo que yo ocupaba el cargo de secretario de organización.

Durante esos dos años, logramos constituir a la urbanización en asociación sin fines de lucro con estatutos e inscribirla en registros Públicos. Asimismo, por primera vez una directiva rendía cuentas de los dineros que recibía la urbanización por alquiler de local social entre otros. Luego por razones de trabajo me fui a vivir a Lima, pero no deje de estar vinculado a mi grupo juvenil al cual empecé a visitar y dar talleres de formación a los nuevos jóvenes.

Pero cuando regresaba mi ex catequista Doris Zúñiga, me decía los jóvenes de ahora no son como ustedes, ya no se

comprometen. Recuerdo que en esa época tenía veinticuatro años y me resultaba difícil creer que había otro tipo de jóvenes, que no eran comprometidos como lo éramos.

Esa pregunta fue mi motivación para buscar respuestas al respecto; por lo que descubrí que los jóvenes estaban cambiando rápidamente. Me inscribí a cursos de pastoral juvenil, porque todavía estaba vinculado con mi grupo juvenil a la distancia les escribía cartas desde Lima. Además, libro de jóvenes que encontraba, libro que compraba y por esa época apareció el Consejo Nacional de la Juventud (CONAJU), motive desde Lima para que participen de ese espacio, lo cual lo hicieron porque el grupo juvenil estaba reconocido como asociación sin fines de lucro e inscrita en registros públicos.

Al visitar mi grupo juvenil en Arequipa, muchos jóvenes nuevos a los que no conocía se acercaban a contarme sus problemas y consultarme sus dudas. Sus testimonios me sirvieron para descubrir que podía hacer algo más que dar charlas. Aprendí a escucharlos y a conocer sus propias vivencias subjetivas y a orientarles en su proyecto de vida.

Estas ideas luego, fueron canalizadas con la creación del Instituto de Formación Social, Comunicación y Juventud (IFOSOCJ), una institución especializada en jóvenes con la cual empezamos a enseñar mediante nuestros cursos virtuales. Luego decidí hacer una opción preferencial por los jóvenes inspirado en la Doctrina Social de la iglesia desde los documentos de Medellín y Puebla.

De ese modo, asumí el compromiso de si algún día me vuelvo adulto no marginare a ningún joven por ser joven o adolescente y no seré un adulto autoritario, o cerrado, y permitiré siempre la posibilidad de inventar nuevas cosas con ellos. Hoy me anima mi compromiso de formar ciudadanos jóvenes, la experiencia acumulada asesorando organizaciones juveniles en Lima, Arequipa y Moquegua y mi labor docente desde la Universidad Nacional de Moquegua. Siempre es refrescante ver las esperanzas de muchos de ellos por un nuevo país y la búsqueda de modelos y apuestas a futuro más allá de sus miedos y contradicciones.

Jesús Macedo Gonzáles

Capítulo I

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