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a. Entre manchas

Esta urbanización de las políticas se da porque no es fácil, por un lado, ubicar y caracterizar al sujeto joven rural, debido a que en el campo no hay una clara transición de la niñez a la adultez. Desde pequeños, ellos asumen el trabajo del campo, sin mayores moratorias.

Por otro lado, en las ciudades se generan espacios de incertidumbre, moratorias no definidas que dan lugar a la marginalidad. Emerge aquí una imagen letal de la juventud: aquella que no tiene oportunidades y convive con la angustia; la que delinque y protagoniza violencia urbana. Como ya hemos dicho, hacia finales de la década del 90, se terminó de consolidar un estereotipo sobre el joven urbano marginal: una imagen que bordea el estigma y lo condena con adjetivos como vago, delincuente, miserable.

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a. Entre manchas

Si bien es cierto, ya desde inicios del siglo pasado

35 las juventudes universitarias habían protagonizado una serie de manifestaciones públicas, es en la década del 80 que los jóvenes irrumpen como fenómeno social y urbano (Montoya, 1999). Anteriormente su participación se había hecho notoria en torno de una agenda más amplia y no necesariamente de carácter juvenil.

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Al finalizar la década del 80, aparecen en escena las primeras colectividades juveniles urbanas37 : las pandillas y las barras

35 La visibilización de los jóvenes no fue un fenómeno evidente y ha transitado en una serie de relaciones tensas con diferentes actores sociales, especialmente con el Estado. Luis Montoya ha descrito y caracterizado la presencia juvenil a lo largo del siglo, también Luis Fernán Cisneros. 36 Según Sergio Balardini, fenómenos como la modernización de las sociedades, la urbanización galopante de las ciudades, la universalización de los sistemas educativos y la cobertura de empleos productivos, facilitaron procesos participativos en que los jóvenes fueron protagonistas durante las décadas de los sesenta y los setenta. La Participación Social y Política de los Jóvenes en el

Horizonte del Nuevo Siglo. Buenos Aires, 2000. CLACSO. 37 Normalmente en el Perú se le llama mancha a cualquier colectividad juvenil.

bravas.38 La atención que reciben inicialmente es parcial, pues otro fenómeno concita el interés de los medios y la ciudadanía: la violencia desatada por los movimientos subversivos entre 1981 y 1993. Es a partir de la caída de estos movimientos (1993), que los medios de comunicación traen a la escena a grupos de jóvenes urbanos enfrentados en un sin sentido de violencia escalada y desbordante. Una violencia

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incomprensible que carecía de toda ideología (Tong, 1998). Rápidamente, se les confiere el adjetivo de pandilleros y así la llamada violencia juvenil se convirtió en uno de los principales problemas que, según la propia población, afectaba nuestras posibilidades de convivencia social.

Las pandillas en el Perú son un fenómeno característico de las urbes y son constituidas por agrupaciones de jóvenes en disputa por la hegemonía de determinados territorios. Despliegan un sistema de identidades en torno del grupo de pares y de la localidad de donde provienen. A estos elementos también suele añadirse el equipo de fútbol al que se declaran seguidores o afiliados.40 Están asociadas a un territorio definido, un lugar de donde provienen y donde operan: el barrio,

Un grupo de esquina es una mancha, pero también el grupo de universitarios que sale a divertirse el fin de semana. En general, se le dice mancha a cualquier congregación de personas, especialmente de jóvenes.

38 Anteriormente habían emergido algunas expresiones juveniles vinculadas a la violencia, pero su presencia, relativamente marginal, no les dio la notoriedad que sí ganaron las pandillas. Me refiero a los jóvenes vinculados a la movida chicha que utilizaron los chichódromos como escenarios de violencia y también a los jóvenes vinculados a la movida del rock subterráneo que protagonizaron expresiones violentas en determinados recintos del circuito cultural punk limeño. Tong, Federico y Martínez, Maruja. Nacidos para ser Salvajes. Lima:

SUR-CEAPAZ, 1998. 39 A diferencia de los actores responsables de la violencia política de la década pasada, cuya propuesta ideológica se sustentaba en la triada: marxismoleninismo-maoísmo.

40 Todas las pandillas tienen una denominación: los vagos locos, los crueles, los holligans, los caciques, los ilegales, los sicarios, la tropa, barrio fino, etc.

que funciona en ellos como un sistema de cohesión social

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(Santos, 2002).

Hacia inicios de los 90, junto al fenómeno de las pandillas, aparece el de las barras bravas. Los jóvenes hinchas de algunos clubes de fútbol se apropian de las tribunas de los estadios de fútbol (Trinchera Norte del Club Universitario de Deportes, Comando Sur del Club Alianza Lima) y manifiestan sus rivalidades hostilmente. Los recintos deportivos se convierten en su escenario habitual de enfrentamientos. Con la importación de nuevos modelos (Inglaterra y Argentina) y la llegada de otras barras (Juventud Rosada del Sport Boys y el Extremo Celeste de Sporting Cristal), el panorama se complica y traslada a los barrios, transformándolos en un entramado de identidades y discrepancias.

A todo este panorama se sumaron las manchas escolares, conformadas por adolescentes de entre trece y diecisiete años, que se disputaban la hegemonía de diversos territorios. Estos enfrentamientos públicos desbordaron grandes dosis de violencia y tuvieron como saldo daños a la propiedad y a las personas, generando un clima de pánico y estupor, exacerbado por los medios.

Actualmente (segunda década del nuevo siglo) los medios han reducido su atención a las pandillas y éstas notoriamente han disminuido, pero han surgido nuevos protagonistas de la violencia urbana: los sicarios y los raqueteros. Esto merece un amplio análisis que no es el objetivo del presente texto.

41 Es notorio el sentido de pertenencia al barrio que aparece en el discurso de las pandillas y se expresa en sus propias denominaciones: justicia cercado, la banda de san juan, la tropa de canto grande, locura de la victoria.

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