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b. Atrapados en el tiempo

b. Atrapados en el tiempo

Así como en el caso peruano, las condiciones históricas y estructurales que condicionaron la aparición de las colectividades juveniles en el escenario regional, son similares. Desde las que determinaron la presencia de las maras en Centroamérica, a las que facilitaron la vida del parcero de Colombia.

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Para Perea (2007), las pandillas son un desafío a los actuales proyectos de ordenamiento y urbanización, ya que significan la renuncia de los jóvenes a los proyectos institucionales. La vida del pandillero,42 es posible no por ser un excluido del sistema, sino por ser un producto del mismo.

Muchos autores utilizan la variable del tiempo para analizar el fenómeno juvenil.

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El tiempo cobró un sentido diferente al nuestro en la vida de los pandilleros. El tiempo institucional que proponía una estructuración de la vida a partir de los ciclos productivos, aparece descolocado en la vida de estos jóvenes, que no se adaptan a sus márgenes. El tiempo paralelo de los muchachos que integran las pandillas está exonerado de fechas y horarios. (Perea, 2007).

Quizás por ese motivo, una de sus frases predilectas sea hacer hora o matar el tiempo. Nuestras aspiraciones sociales y los medios institucionales para alcanzarlas, no son compartidas por ellos. Su vivencia no tiene imperativos pues viven del goce que les proporciona el día a día: llevar la vida en la piel.

42 Se han ensayado diferentes denominaciones alternativas a la palabra pandillero. De esta manera Martín Santos los llamó esquineros trajinantes en sus textos de inicios de década. Santos Anaya, Martín. La Vergüenza de los Pandilleros: Masculinidad, Emociones, Conflictos en Esquineros del Cercado.

43 Lima: CEAPAZ, 2002. La Parábola del Tiempo de Carlos Feixa, constituye un modelo fundamental. Carles Feixa. De Jóvenes, Bandas y Tribus. Antropología de la Juventud. Ariel.

Barcelona, 1998.

El debilitamiento de los agentes clásicos de socialización (la familia, el sistema educativo y el laboral), hizo posible el traslado de esta función al entorno de los pares: la mancha de la esquina. La esquina del barrio fue un escenario imprescindible en el aprendizaje social de estos jóvenes. Actualmente las tecnologías de la información juegan un rol fundamental en la definición de identidades, pues los jóvenes socializan, se relacionan e identifican a partir del internet a través de redes sociales como WhatsApp, Facebook o Instagram.

Muchos jóvenes vinculados al ejercicio de violencia tuvieron a la transgresión, como un medio de expresión, usando el espacio público para el ejercicio del poder. El miedo que provocaban en los otros, fue reflejo de tal poder. Así se construyeron autoestimas equivocadas, confundiéndose el respeto con el temor que infundieron en sus barrios. Como ya hemos anotado, la violencia que cruza sus vidas es de una expresión desideologizada, carente de discursos. Para algunos (Tong, 1998) la violencia es usada por ellos de forma instrumental: para conseguir bienes de consumo, para demarcar sus territorios, para afirmar masculinidades. Lo cierto es que estos jóvenes expresan sus solidaridades conformando comunidades. La tribuna del estadio y la esquina del barrio se convierten en comunidades emocionales de pares (Castro y Benavides, 1999).

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Hay que agregar que, en el caso peruano, muchos de los jóvenes y adolescentes inmersos en pandillas son reflejo de una violencia estructural. Sus familias huyeron de las zonas ocupadas por el conflicto terrorista y poblaron la ciudad: San Juan de Miraflores, Villa el Salvador, Villa María del Triunfo o San Juan de Lurigancho.

44 En: Panfichi, Aldo y Valcárcel, Marcel. (1999) Juventud: Sociedad y Cultura. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

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