ENTRE MARCHAS Y MANCHAS. JÓVENES PERUANOS EN EL NUEVO MILENIO
b.
Lemas sin ideología La política de juventud de inicios de siglo fue producto, entonces, más del empeño de estos técnicos que del propio movimiento juvenil. La situación resulta irónica, puesto que, lo que se celebró como conquista juvenil (la instauración del CONAJU), no constituía un proceso totalmente legítimo, en tanto fue gestado con escasa, o en todo caso, apresurada, participación de los propios jóvenes. Y es que las publicitadas movilizaciones juveniles contra la dictadura estuvieron regidas por la espontaneidad y el voluntarismo. Sus bases fueron improvisadas, carecieron de estructuras organizativas básicas y de un proyecto común a largo plazo, que les restó sostenibilidad. El discurso que construyeron los jóvenes se sustentaba en una negación a la dictadura, un rechazo a la corrupción y una afirmación de la democracia y los derechos humanos. Sus mensajes tuvieron una fácil y rápida aceptación ciudadana. Su propuesta ideológica, sin embargo, se sostenía apenas en una serie de consignas acompañadas de intervenciones urbanas que tuvieron en las manos blancas y los lavados de bandera, expresiones artísticamente originales, pero que contribuyeron poco a crear un ideario, un programa o, mejor aún, una ideología (Acevedo, 2002). Es así que las organizaciones protagonistas de este fenómeno se disolvieron delante del nuevo escenario, dejando al auspicioso movimiento juvenil al margen de otros procesos necesarios para la consolidación de la democracia en el Perú. La debilidad del movimiento juvenil es un fenómeno regional al que los decisores políticos no le han dado la relevancia debida, y esto se expresa en la inexistente estabilidad institucional en materia de juventud. A esto se suma una condición 105