Ejercito Palacio Buenavista jun 2020

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Detalle del techo del Salón Prim, con el retrato del general (arriba), y La batalla de Tetuán (abajo).

Blay / París») por el escultor gerundense Miguel Blay y Fábregas (1866-1936). Blay, que alcanzó notorios éxitos con sus figuras femeninas y sus monumentos, consiguió la primera medalla en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1892 y 1897 y la de honor en el certamen de 1908, habiendo sido director de la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid. Esta pieza es una reproducción en bronce y de tamaño algo reducido del original de mármol que el artista catalán realizó en su etapa parisina y que hoy se conserva en el Museo de Arte Moderno de Barcelona; representa a una joven de medio cuerpo, fiel exponente de la especial delicadeza de los peculiares modelos femeninos de Blay, por lo general de triste mirada; las flores que la muchacha porta en las manos encierran todo el hondo simbolismo en el que el artista catalán fue maestro, al tiempo que el tratamiento formal de las telas y de los motivos vegetales refleja las claras vinculaciones del artista con el Modernismo o Art Nouveau. También ha sido incorporado un Lancero de 1846 (46 x 17 x 34 cm), pieza realizada en resina de poliéster por el antes citado Luis Sánchez López. Además, existe un busto (31 x 17 x 20 cm) del rey Juan Carlos I, realizado en escayola patinada en verde por el escultor Carlos Beltrán en 1975.

El conjunto está presidido por un amplio espacio central con casetones fingidos de bien conseguida perspectiva y otros paneles con finas labores vegetales de tipo pompeyano. En la zona correspondiente a los lados más estrechos del salón y entre esbeltas columnas aparecen sendos jarrones con trofeos militares; y en las esquinas, unas parejas de bichas flanqueando estilizados floreros de formas renacentistas. En las largas bandas laterales y entre pares de blancas y delgadas columnas con capiteles de hojas de acanto y anillos en el fuste, hay sendas representaciones del Ejército y de la Marina en medio de cortinajes sujetos con rojos cordones; la del primero es una figura femenina sedente, con manto rojo y fina vestimenta blanca, coronada de laurel, con una rama de olivo en la mano derecha y el pie sobre unos fasces o haz de varas de los que usaban como distintivo los cónsules romanos; a su lado, un gran escudo coronado de laurel y sostenido por un amorcillo, en cuyo campo se muestra un casco de airoso penacho; junto al plinto en que apea el escudo se encuentran los diferentes elementos de un trofeo militar. La representación simbólica de la Marina consiste en una joven también coronada de laurel, de pie y con manto amarillo sobre fina túnica blanca, apoyando el brazo derecho en un ancla de cuatro puntas mientras que sostiene en la diestra una serpiente y en la izquierda un pebetero con llamas; detrás aparece un navío y, en la parte inferior del lado contrario, un cesto con frutas y flores. Estas figuras simbólicas están flanqueadas por varios nichos fingidos en los que se alojan grandes jarrones con guirnaldas de flores, a cuyos lados se alternan, en la zona que da al interior del edificio, cuatro representaciones a manera de bustos marmóreos de los principales capitanes españoles: Hernán Cortés, el Gran Capitán, Hugo de Moncada y Antonio de Leiva, unos de frente y otros de perfil; en la parte que da al exterior del palacio los personajes efigiados son todos ilustres marinos, figurando Vasco Núñez de Balboa, Álvaro de Bazán, Juan de Austria y Fernando de Magallanes. De este modo, Ejército y Marina se hermanan en la ornamentación de la bóveda de este gran salón.

Además de la mesa redonda central, utilizada para las comidas con un número reducido de invitados, hay varios sillones y sillas que imitan el estilo Luis XVI, al igual que una consola y un entredós, piezas modernas a imitación del mismo estilo.

SALÓN DE EMBAJADORES Una de las estancias más espaciosas de la zona noble del palacio es este salón, que, a mediados del siglo XIX, era conocido con el nombre de Pedro Navarro, famoso ingeniero militar del siglo XVI. Cuenta con un techo abovedado totalmente cubierto de ornamentación al fresco, que, al igual que la de los demás salones, ha sido sometida a una delicada restauración. La decoración, cuya calidad no es, ciertamente, de primer orden, aunque contribuye a mantener el ambiente de la época isabelina, presenta una geométrica compartimentación a base de paneles cuajados de variados motivos de fina traza.

EL PA L ACIO DE BU ENAV ISTA

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Las paredes están cubiertas con telas de color rojo que hacen conjunto con las cortinas y crean un vivo contraste cromático con las puertas, lacadas en blanco y con adornos dorados de lenguaje clasicista. Por su parte, el mobiliario consiste en varios sofás, sillas y butacas de estilo Luis XV, de madera dorada y tapizadas en

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EL I N T ER IOR DEL PA L ACIO


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