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Dormitorios
DORMITORIOS
En los dormitorios de la residencia privada, cuyo mobiliario es de moderna factura, aunque siguiendo modelos de distintos estilos franceses y españoles de los siglos XIX y XX, cuelgan varios cuadros de asunto religioso, como El Niño de la espina, interesante lienzo (72 x 52 cm) del pintor sevillano Pedro Núñez de Villavicencio (1644-1700), al que igualmente corresponde La Virgen Niña, hilando, de similares dimensiones. Ambas obras constituyen un depósito del Museo del Prado (nº 1318 y 1319, respectivamente), al que llegaron procedentes del Museo de la Trinidad (nº 1164 y 1165). Ya el profesor Angulo Íñiguez (1981,II:383 y 429), que desconocería las inscripciones que están pintadas en la parte trasera de los cuadros («Caballero de Villavicencio»), estimó, con su acostumbrado acierto, que podrían ser trabajo de algún seguidor de Murillo de la época final del siglo XVII. El primero muestra al Niño Jesús sentado en una silla, con la corona de espinas en el regazo; con la mano derecha sujeta el dedo índice de la izquierda, buscando con la mirada una espina clavada en él; al fondo hay un nimbo con cabezas de angelotes que rodean la del Niño. La segunda composición presenta a la Virgen sentada en una silla, teniendo en su regazo el huso donde enrolla el hilo que sujeta con ambas manos; viste conforme a la moda de la época y le sirve de nimbo un fondo de cabezas de angelotes. Copia antigua de Murillo es, por su parte, la pintura de La Virgen de la servilleta (69 x 73 cm), que repite el original realizado por el artista sevillano hacia 1664-1666 y que hoy se conserva en el Museo de Bellas Artes de la capital hispalense.
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Otros varios lienzos y cobres de los siglos XVI, XVII y XVIII pertenecen a las escuelas española, flamenca y holandesa. A esta última corresponde una Marina (60 x 85 cm), depósito del Museo del Prado (nº 3821), que muestra en primer término un acantilado tras el que se contemplan un cielo con espesos nubarrones y un mar encrespado en el que se mueven varios galeones de bandera holandesa; recuerda las fantásticas escenas de rocosas costas bañadas por agitadas olas de los cuadros de Jan Porcellis (c.15841632), así como los de la primera época de Simon de Vlieger (c.1600-1635), pero la dura entonación y ciertos descuidos del color hacen pensar ya en los años finales del siglo XVII y hasta en los comienzos de la