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El exterior

Aniceto Marinas

Frontón de la fachada principal. a descripción que Pascual Madoz realizó del Palacio de Buenavista en 1848 precisaba que la actual fachada principal estaba situada al sur y que «era la del jardín según el plano original», midiendo «253 pies de frente con 64 y 1/2 de elevación», para añadir, acto seguido, que «consta de 4 órdenes de vanos, contando los de los sótanos, con 17 balcones en cada uno de los dos pisos superiores y tres menos en el entresuelo. Hállase en el centro la portada con dos grandes hornacinas y comprende en el cuerpo superior el cuarto principal y segundo, rematando el todo un frontispicio triangular que sienta sobre cuatro pilastras estriadas de orden corintio. En esto solamente se diferencia esta fachada de las de E. y O. Atando con la base de dicho triángulo, se extiende por uno y otro costado la cornisa. Hay un zócalo de sillería en las tres fachadas mencionadas, sobre el que se levanta un cuerpo almohadillado de mampostería hasta la imposta que separa el entresuelo del piso principal, cuyos balcones se ven decorados con guardapolvos y los del segundo con jambas». Efectivamente, el monumental edificio muestra un paramento de sillería de granito en la parte baja, a excepción de la zona central de las dos fachadas y de las esquinas, en que la piedra asciende hasta el piso principal. El resto de la construcción es de ladrillo rojizo, con el que alterna el granito en ménsulas, repisas, impostas y guardapolvos de los dos pisos, al igual que en la cornisa que remata todo el edificio.

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Las dimensiones del palacio son de 135 metros de longitud por 75 de anchura. Cada piso presenta un total de 94 huecos en fachada, 17 en cada una de las dos fachadas menores y 30 en cada lateral. En cuanto a los patios, el pequeño mide 35 x 21 metros y el grande, 55 x 42 metros.

Y continuaba el conocido autor del Diccionario comentando que «el efecto que el conjunto produce no puede ser mejor, contribuyendo a ello su bella y majestuosa arquitectura, su ventajosa posición en terreno muy elevado, la armonía de sus tres filas de

balcones y por último, el que ningún edificio impide que se descubra desde fuera de Madrid. Lástima es que no esté desmontado el espacio que media entre el palacio y la calle de Alcalá, en cuyo punto hay una portada moderna con tres ingresos, uno mayor en el medio y dos menores a los lados con recuadros encima, y está labrada de sillería y agramilado».

El «frontispicio triangular» de la fachada principal de que hablaba Madoz es un frontón cuyo tímpano albergó en su día un bajorrelieve de estuco; en su espacio central se alojaba un reloj que había sido regalado por la Dirección General de Caballería a comienzos de la década de 1870, flanqueado por dos figuras femeninas de corte dieciochesco, sedentes y adosadas a la esfera, a las que acompañaban en cada lado dos niños portando distintos instrumentos y también sentados para adaptarse mejor al espacio triangular de acuerdo con las normas clásicas. Pero, con ocasión de las obras de reforma acometidas por el general Varela Iglesias a principios de los años cuarenta del pasado siglo, se decidió sustituir esta decoración escultórica, ya bastante deteriorada, por otra nueva, convocándose al efecto el correspondiente concurso público de bocetos en 1941. Resultó elegido el modelo presentado por el militar y escritor Joaquín Martínez Friera, que él mismo describe en su citado libro (1943:334-335) con estas palabras: «Tres son las figuras que componen el grupo escultórico: el Guerrero, la Madre Patria y la Historia. Todas, como se ve, inmutables en el transcurso del tiempo y muy apropiadas a la función de organismo que ocupa el Palacio. El significado del grupo que forman es el siguiente: El Guerrero, que regresa triunfante de los campos de batalla, descansa de sus fatigas en el regazo de la Madre Patria, quien, después de coronarle de laureles por sus victorias, dicta a la Historia las portentosas hazañas de sus valerosos hijos para ejemplo, en la paz, de las futuras generaciones».

La idea fue plasmada en escultura con bastante acierto entre 1942 y 1944 por el famoso escultor segoviano Aniceto Marinas García (1866-1953), quien, con amplia colaboración de ayudantes dada su ya avanzada edad, acompañó a las tres figuras de varios elementos simbólicos tanto de la Guerra (león, cañón, banderas) como del progreso de la Agricultura (buey), la Industria (yunque) y el Comercio (rueda dentada) bajo la protección de la Paz. Un modelo del frontón, a escala reducida, decora la parte superior de la puerta trasera del antiguo Museo del Ejército, en Madrid.

A ambos lados de la puerta principal, en sendas hornacinas se alojan dos modernas esculturas de bronce y de tamaño natural: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, vestido con largo traje y capa y apoyando ambas manos en la célebre Tizona, ocupa el lado derecho de la puerta, mientras que en el opuesto figura Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, que está vestido con ropa y armadura y lleva la espada en las manos de modo horizontal. Son obra del escultor Caulonga, que las realizó en 1982 con su peculiar lenguaje expresionista en la manera de tratar las superficies.

Por otra parte, del militar y también pintor y escultor Antonio Colmeiro son las cuatro esculturas de bronce que se disponen en hornacinas en los lados norte y sur del Patio Grande o de Armas; de tamaño mayor del natural, están colocadas de forma pareada y representan a Don Pelayo, en su condición de iniciador de la unidad de España; a Hernán Cortés —su boceto se conserva en el Despacho de Ayudantes del Jefe de Estado Mayor—, como el más grande de los capitanes de todos los tiempos; a un Soldado de los Tercios, símbolo de la mejor infantería; y a un Soldado del siglo XX, que muestra la esperanza en el futuro. En la primavera de 1984, Colmeiro recibió el encargo de ejecutar los bocetos para estas cuatro grandes estatuas (tres metros de altura), cuyo proceso de fundición se sucedió en el tiempo de la siguiente manera: en 1985, la de Cortés; en 1986, la de Don Pelayo; en 1987, la del integrante de los Tercios y, finalmente, la del soldado actual. Años más tarde, se decidió incrementar el número de estatuas, procediendo el propio Colmeiro a realizar otras cuatro que representan a Francisco Pizarro (fundida en 2000), Rodrigo Díaz de Vivar (2001), Agustina Zaragoza y Doménech, la popular Agustina de Aragón (2001), y Gonzalo Fernández de Córdoba, el famoso Gran Capitán (2002), que están situadas, dos a dos, sobre sencillos pedestales en los laterales mayores del patio.

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