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Salón Don Quijote

Reloj francés del siglo XIX, sobre la chimenea del Despacho de Audiencias.

XVI: uno (61 x 18 cm) descansando el arco en el suelo y el otro (63 x 17 cm) cargando el mosquete con pólvora. Son obras realizadas en la manufactura francesa de bronces Dèniere, establecida en París y que abasteció de esculturas decorativas a una singular clientela entre la que se contaban reyes y nobles de toda Europa.

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También se muestra aquí una Alegoría de la Justicia (48 x 49 x 23 cm), de hierro colado y de autor desconocido, posiblemente de finales del siglo XIX; la figura femenina, sentada sobre un banco, tiene a sus pies las Tablas de la Ley, faltándole la simbólica balanza.

La alfombra es un valioso ejemplar realizado en 1904 en la Real Fábrica de Madrid bajo la dirección de Livinio Stuyck, según consta en la bordura. SALÓN DON QUIJOTE

A mediados del siglo XIX, este salón servía como gabinete y en él la tradición sitúa el fallecimiento del general Prim; fue más tarde escenario de las reuniones que el Consejo de Ministros de la Segunda República celebró en Buenavista cuando el entonces ministro de la Guerra, Manuel Azaña, ostentaba la jefatura del Gobierno y, por ende, la presidencia del Consejo. Debe su nombre a la serie de tapices que tienen como protagonista al famoso hidalgo manchego creado por la pluma insigne de Cervantes.

Aislado antaño del vestíbulo por una vidriera emplomada y ahora por una gran puerta de cristales montados sobre estructura de metal dorado, presenta en el techo una muy rica decoración de tipo pompeya-

no a base de tres frisos, uno de ellos con recuadros de dos tamaños en los que una especie de jarrones o pebeteros con cintas alternan con diversas cabezas fantásticas; otro friso está formado por dieciséis tondos rodeados de guirnaldas floreadas, que albergan varias figuras femeninas de carácter alegórico que parecen flotar en un celaje azul claro con nubes de suaves entonaciones rosas y amarillas; un tercer registro con ornato vegetal actúa como marco del panel central embellecido con labores que imitan finos paños de encaje. Al examinar la distribución de la decoración, se llega a la conclusión de que la superficie del salón era originariamente mayor, ya que, sobre la pared que comunica con el antecomedor, la pintura ha quedado interrumpida, habiéndose procedido a plasmar en un panel vertical siete medallones de tamaño decreciente con figuras de semejante carácter, pero de muy inferior calidad artística. Efectivamente, el espacio que ahora está ocupado por el Hall del Comedor era a mediados del siglo XIX el correspondiente a la alcoba, que estaba separada del gabinete por un ligero tabique.

La gran araña que ilumina la estancia, de bronce dorado y cristal tallado, es de estilo Imperio y tiene decoración de palmetas. El bello mobiliario resulta acorde con las escenas tejidas en el siglo XVIII, destacando una mesa adosada a la pared a manera de consola que imita el estilo Luis XIV, pero de hechura moderna, así como varios sillones del gusto francés más curvilíneo de la etapa de Luis XV y otras piezas de moderna factura. Sobre una mesa hay un tibor policromado con motivos florales sobre fondo blanco.

Una pareja de candelabros muestra basamentos decorados con una placa de porcelana francesa en la que aparece representado Cupido, siendo el fuste un amorcillo que, coronado de guirnaldas, sostiene una rama de la que salen las luces. Hay asimismo otro par de candelabros con figuras de niños que, sobre peanas de mármol blanco y adornos de bronce dorado, sujetan un vástago vegetal del que salen cinco brazos con velas. Entre estas dos últimas piezas se encuentra un reloj francés de estilo Luis XVI que, fechable a mediados del siglo XVIII, consiste en un basamento rectangular de mármol azulado al que están adosadas varias labores de bronce dorado y porcelana azul con motivos florales; flanquean la maquinaria dos amorcillos de bronce dorado en actitud contrapuesta y se corona con una elegante ánfora de porcelana azul con asas en forma de cabezas femeninas, también de bronce dorado.

De la segunda mitad del siglo XIX y realizado en hierro colado con adornos dorados, es el grupo escultórico (64 x 57 x 36 cm) que compone un Combate de caballeros, con un guerrero medieval a caballo que lucha con otro caído en el suelo, vistiendo ambos armadura. Es obra de autor anónimo, pero recuerda las creaciones de los franceses Antoine-Louis Barye (1795-1875) y Jean-François Gechter (1796-1844) por el carácter romántico del asunto y por la atención prestada al movimiento del caballo.

Algunos de los tapices que decoran este salón forman parte de un depósito realizado por el Patrimonio Nacional el 28 de marzo de 1932, habiendo intervenido en su colocación Livinio Stuyck y Millenet, por entonces director de la Fábrica de Tapices; años más tarde, en 1940 y 1941, los depósitos fueron renovados.

Los paños, que habían sido tejidos con hilos de seda y lana en la manufactura madrileña de Santa Bárbara a mediados del siglo XVIII, reproducen los cartones pintados a partir de 1724 por el romano Andrea Procaccini (1671-1734) y, en especial, por su compatriota y discípulo Domenico Maria Sani (1690-1 773), quien más tarde habría de llegar a ser pintor de cámara del rey. Conviene recordar que Procaccini fue invitado a venir a trabajar a España en 1720 durante el reinado de Felipe V, habiendo desempeñado hasta su fallecimiento la función de director general de las obras del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, además de las de pintor de cámara, aposentador del rey y, ocasionalmente, la de director artístico de la recién creada Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara.

Todos los tejidos, que han sido bien estudiados por Albert Calvert (1922:10), presentan una notable unidad de estilo y de esquema compositivo a base de una gran escena, enmarcada por amplia cenefa con pilastras cubiertas por abundantes motivos vegetales, así como lambrequinos, escudos y figuras alegóricas. En cuanto a la temática cervantina, hay que tener en cuenta, como bien ha señalado Morales y Marín (1994:63), que la elección no fue casual, sino consecuencia de la extraordinaria popularidad que el personaje de Don Quijote estaba conociendo por entonces en los ambientes artísticos europeos, tanto en pintura como en orfebrería y, particularmente, en el campo del tapiz, como

Detalle del techo del Salón Don Quijote, con uno de los tapices.

lo demuestran, por ejemplo, las series tejidas en las manufacturas galas de Gobelins y Beauvais. Siguiendo esta moda, en la Real Fábrica madrileña se llegaron a confeccionar hasta tres series sobre el mito cervantino.

Al igual que en los salones anteriores, empezando por el ángulo sudoeste el primer paño narra la escena del Manteo de Sancho (387 x 415 cm), en la que el gordo escudero es lanzado al aire por varios personajes ante la atenta mirada de otros que están a la puerta de la venta, apareciendo por el fondo el caballero manchego. La cenefa está integrada por dos figuras con alas que flanquean una cartela en la que puede leerse: «Don Quijote, su fama y su victoria de Amadís lloran la engañosa historia»; y dos pilastras con capiteles de bucráneos a la romana y motivos vegetales entre los que se aprecian partes de una armadura y, abajo, unos cuernos de la abundancia; los demás paños repiten la misma orla.

Continuando por la derecha, se ofrece el pasaje de Don Quijote colgando de una mano (365 x 192 cm), pendiente de un boquete abierto en una pared, junto a la figura indiferente de Rocinante y otros personajes más al fondo; le sigue La salida de Don Quijote (365 x 192 cm), en la que aparece Alonso Quijano ataviado con armadura y lanza en la diestra, cabalgando por el campo a lomos del blanco Rocinante y bajo una alada representación de la Fama que sostiene una cartela en la que reza: «Don Quijote de la Mancha, el valeroso desfacedor de agravios más glorioso»; al fondo se ve una aldea.

En la pared contigua cuelga la historia de Don Quijote en la jaula (370 x 450 cm), dispuesta ésta sobre un carro tirado por bueyes y rodeado de los cuadrilleros y otras figuras con los rostros tapados por antifaces; al fondo, hay una venta con varios personajes, mientras que en primer plano dos peregrinos contemplan la escena. El último paño narra el pasaje de El yelmo de Mambrino (315 x 210 cm), con Don Quijote arremetiendo con la lanza contra el barbero, que, también a caballo, lleva la bacía sobre la cabeza, en tanto que Sancho levanta los brazos en ademán de asombro.

El manteo de Sancho. Tapiz español del siglo XVIII, según cartón de Andrea Procaccini y Domenico Maria Sani.

El yelmo de Mambrino. Tapiz español del siglo XVIII, según cartón de Andrea Procaccini y Domenico Maria Sani.

Reloj francés de estilo Luis XVI, con una elegante ánfora de porcelana azul.

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