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Salón Goya

SALÓN GOYA

Anteriormente conocida como Salón Amarillo, esta habitación sirvió de Sala de Audiencias del ministro de la Guerra y también fue escenario de algunas de las reuniones del Consejo de Ministros que tuvieron lugar en Buenavista. Conserva muy bien el aspecto de los salones palaciegos dieciochescos con las paredes cubiertas de tapices. El techo muestra una ornamentación de aire neoclasicista a base de diferentes registros en dorado y tonos suaves; varias guirnaldas de flores y coronas de laurel separadas por triglifos con bien conseguida sensación de volumen configuran un primer nivel, sobre el que se desarrolla otro con fina decoración de labores vegetales entrelazadas con animales fantásticos, rematado en un tercero con palmetas, al tiempo que en el centro del techo se explaya una amplia filigrana vegetal. La lámpara, de grandes dimensiones, está elaborada a base de motivos vegetales de bronce y guirnaldas y lágrimas de cristal tallado, correspondiendo a la época isabelina de mediados del siglo XIX.

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En el mobiliario destacan dos consolas de estilo Carlos IV con sencillas labores talladas y tablero de mármol jaspeado en amarillo y rojo, que parecen haber sido realizadas siguiendo fielmente un diseño que, firmado por el arquitecto Ventura Rodríguez, se conserva en la colección madrileña de los duques de Sueca. Este dibujo fue dado a conocer en 1961 y se puso en relación con el Infante don Luis de Borbón y su palacio de Boadilla del Monte (“Una consola de Ventura Rodríguez”, Arte y Hogar, 1961, nº 199); pero poco después Eduardo Figueroa (1963:20-21) lo asociaba al patronazgo de Godoy sobre el arquitecto madrileño, siendo rebatido a su vez, años más tarde, por Reese (1976,1:188-189 y lám. 263), quien estimó esto último como un gran error y volvió a relacionarlo con Boadilla. La identificación hace una década de estos dos muebles en el Salón Goya nos permitió avalar la exactitud de la sospecha de Figueroa, pudiendo haber pertenecido, pues, ambas consolas al mobiliario que Godoy dispuso para Buenavista.

En el mismo salón hay también otra consola muy parecida, aunque de decoración más simple; una amplia mesa que reproduce el estilo Imperio, sostenida por seis patas de león con adornos de bronce dorado; y varios tresillos, butacas y bancos de factura decimonónica, pero a juego con las consolas. Asimismo, hay dos escritorios de estilo Imperio que formaron parte del antiguo mobiliario del Salón Prim. Sobre uno de ellos reposa un pequeño busto de bronce (29 x 17 x 13 cm) del Príncipe de Asturias Don Felipe de Borbón, vestido con el uniforme de la Academia General, que fue ejecutado hacia 1987 por el escultor Santiago de Santiago, ya antes mencionado.

Sobre las consolas reposan tres parejas de candelabros de bronce dorado del siglo XIX, de elegante factura, en especial los que están integrados por una columna estriada con hojas de acanto de la que salen los brazos y los que tienen como fuste una figura femenina alada. Entre los candelabros, lucen varios relojes de interesantes características. Así, uno de mediados del siglo XIX y de estilo Segundo Imperio tiene pedestal de bronce dorado decorado con emblemas de la Literatura, la Música y la Pintura y algunos motivos vegetales; sobre la esfera hay dos figuras del mismo material que representan al pintor renacentista Rafael de Urbino, con los útiles de su oficio y un papel en el que aparecen dibujados la Virgen y el Niño con San Juanito, y a su lado, abrazando al artista, la célebre Fornarina. Otro reloj, también de bronce dorado y propio del Segundo Imperio francés, muestra un zócalo con abundante decoración de guirnaldas y amorcillos con escudos; sobre la esfera hay una pareja de jóvenes ataviados a la usanza versallesca del reinado de Luis XIV. Un tercer reloj, del momento romántico de hacia 1840, presenta un basamento de mármol blanco con adornos vegetales de bronce dorado en las patas y unas cabezas de perro flanqueando la esfera, bajo la que aparecen una espada, una pica y un cuerno de caza entrecruzados; encima de este cuerpo se alza un grupo escultórico de bronce pavonado con una figura femenina a caballo y varios perros corriendo a su alrededor. Sobre uno de los escritorios se encuentra un reloj (47 x 34 cm) francés de mediados del siglo XIX, con peana de mármol blanco y calados adornos vegetales de bronce; se decora con una figura en bronce de Juana de Arco, la heroína de Orleans, que, vestida con armadura y con la espada en la diestra, está sentada junto a la esfera, en tanto que el casco y una manopla reposan sobre la misma.

Pero lo más interesante de la estancia es la serie de quince tapices tejidos en la Real Fábrica de Madrid y que, junto a los del Salón Teniers, fueron depositados en este edificio por el Patrimonio Nacional el 9 de

Niños jugando al toro y detalle de La era o El verano. Tapices españoles del siglo XVIII, según cartones de Francisco de Goya.

octubre de 1939. Elaborados con hilos de seda y lana, la mayoría están inspirados en cartones pintados por Francisco de Goya (1746-1828) entre 1777 y 1787, mientras que los restantes siguen modelos de otros artistas que trabajaban al servicio de la manufactura real en torno a los mismos años.

Comenzando la descripción por el ángulo sudoeste y de izquierda a derecha, junto a la puerta hay un estrecho paño (260 x 28 cm) con un Majo descansando, sentado de espaldas en una piedra, tejido según modelo de José del Castillo (1737-1793); a continuación, una sobrepuerta (73 x 125 cm; Held nº 222) presenta una Naturaleza muerta, elaborada conforme a la parte superior del cartón que, pintado en 1774 por el mismo José del Castillo para el Cuarto de los Príncipes de Asturias en El Escorial, atesora hoy el Museo del Prado; en la composición se mezclan dos perdices, una liebre, varios racimos de uvas y pámpanos de vid, una jaula, un tronco de árbol seco y un fragmento de arquitectura clásica formado por un entablamento y un capitel jónico, que hablan del gusto del artista por todo lo clásico tras su prolongada estancia en Roma como becario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Sigue El paseo de Andalucía o La maja y los embozados (260 x 178 cm), confeccionado según el conocido cartón que Goya entregó en agosto de 1777 con destino al Comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo y que, como los demás de este salón basados en sus pinceles, guarda el Museo del Prado (nº 771). La escena constituye un paradigma de extraordinario cromatismo con los trajes de los embozados y de la maja que pasea con uno de ellos en un paraje de frondosos árboles, tras lo que se ve un cielo de intenso azul; el mismo Goya la describió en los términos siguientes: «Un paseo de Andalucía que lo forma una arbolada de pinos, por donde ba un Jitano y huna Jitana paseando y un chusco que estaba sentado con su capa y sombrero redondo, su calzón de grana con charreteras y galones de oro, media y zapato correspondiente, parece aberle echado alguna flor a la Jitana, a lo que el acompañante se para para armar camorra y la Jitana le insta a que pare».

La moza del cántaro (260 x 93 cm; Held nº 96), por modelo de Ramón Bayeu (1746-1793) que se conserva en el Museo del Prado, muestra a una joven con un cántaro sobre la cabeza y una niña de la mano, apareciendo detrás un hombre que, de espaldas, coge agua de una fuente; en él se advierte una grave incorrección en el brazo derecho al dar la sensación de encontrarse éste por delante del recipiente que porta la mujer y que por ello no podría apoyar en su cabeza. La vendimia o El otoño (260 x 180 cm) está tejido igualmente conforme al famoso cartón de Goya que atesora el Museo del Prado (nº 795) y que había sido ejecutado entre fines de 1786 y comienzos de 1787 dentro de la segunda serie de tapices con destino al Comedor de los Príncipes de Asturias en El Pardo, si bien José Luis Sancho (El Palacio de Carlos III en El Pardo, Madrid, 2002, 128) estimó que fue destinado a la «pieza de conversación de Carlos III», al igual que los tapices de La era, La vendimia, El albañil herido y La nevada; presenta a una pareja sentada en una tapia baja en compañía de un niño que levanta los brazos en actitud solicitante hacia una joven que lleva una cesta de uvas en la cabeza; en segundo plano, varios vendimiadores trabajan en un paisaje que, al fondo, se confunde con las nubes blancas del celaje.

En la pared más larga de la sala se suceden Mujer con cántaro (260 x 93 cm), estrecha banda de tapiz según cartón de Andrés de la Calleja inspirado en las obras de Teniers, en el que una mujer lleva un recipiente apoyado en la cadera en tanto que al fondo dos hombres conversan entre un río y unas casas; y Los pescadores y la buena moza (260 x 182 cm; Held nº 397), de acuerdo con modelo de Zacarías González Velázquez (17631834) depositado por el Museo del Prado (nº 5708) en la Embajada española en La Haya, en el que, ante las ruinas de un puerto con barcos, una joven, portadora de una banasta con pescado, habla con un muchacho que pesca sentado al tiempo que otros dos conversan; todas las figuras muestran el lenguaje característico del artista.

El tapiz más ancho (260 x 628 cm) de los tejidos en la Real Fábrica de Santa Bárbara es, sin duda, el de La era o El verano, genial creación de Goya en la etapa que discurre entre los últimos momentos de 1786 y los primeros meses de 1787 e igualmente destinada al Comedor de los Príncipes de Asturias en El Pardo; denominada también El agosto, la escena, que constituye la única versión trasladada al tapiz del famoso cartón goyesco que se conserva en el Museo del Prado (nº 794), muestra a un campesino que trabaja en la

Techo y lámpara del Salón Goya.

era en las cercanías de un castillo roquero, mientras varios niños sitúan las gavillas en un carro con los caballos descansando, interpretados éstos con cierto aire humanizado; la mitad derecha de la composición está ocupada por unos segadores que parecen festejar el final del trabajo; la sensación atmosférica de calor está muy bien conseguida merced a la entonación dorada de la luz, que hasta sugiere el polvo de la era.

Le sigue un paño realizado según el cartón que José del Castillo pintó en 1776 para la Antecámara de los Príncipes en El Escorial y que ahora está depositado por el Museo del Prado en la Embajada española en Lima. Con figuras muy próximas al estilo de Zacarías González Velázquez, se titula Sacando el copo (260 x 182 cm; Held nº 228) y presenta a dos pescadores que tratan de izar el copo a la orilla, apareciendo a la derecha —en donde falta posiblemente una parte— un niño con una cesta y, en el fondo, unos árboles en medio del agua. Completa la pared una estrecha franja de tapiz con Un cazador (260 x 32 cm; Held nº 249), conforme al cartón realizado en 1787 por José del Castillo y hoy depositado por el Museo del Prado en la Embajada española en Londres; en él se ve a un hombre que va por el monte con escopeta y morral ante un fondo de ramas.

En el otro lienzo de pared se exhibe Niños jugando al toro, también de grandes dimensiones (260 x 440 cm; Held nº 123), trabajado según modelo de Francisco Bayeu que guarda el Museo del Prado; en él, un niño sostiene en hombros a otro que parece picar a un toro simulado que lleva un tercer pequeño, rodeado el trío por otros niños, uno con un par de banderillas, otro caído en el suelo y dos que levantan los brazos, desarrollándose todo en presencia de majas y majos en un paisaje abierto con árboles en distintos planos. Una sobrepuerta (73 x 125 cm; Held nº 14), cuyo modelo debido a Ginés Andrés de Aguirre (1727-1800) —otros lo han supuesto equivocadamente de José del Castillo— está depositado por el Museo del Prado en la Embajada española en La Haya, representa una Naturaleza muerta con una liebre y una grulla colocadas sobre una manta en un peñasco, apareciendo tras ellas un

El pintor Rafael de Urbino y la célebre Fornarina, representados en un reloj del siglo XIX.

Reloj de estilo Segundo Imperio, flanqueado por dos candelabros.

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