ADICCIÓN Me encantan los autores - las vidas trágicas que los inspiran y el aire enrarecido que respiran. Me encanta todo lo relacionado con ellos; los detalles cotidianos, la materia prima para historias exquisitas y novelas monumentales me fascinan. Soy un paparazzi literario, un fanático de lo peor que pasará horas investigando dónde fue a comer por última vez el anciano Mario Vargas Llosa con su novia española que tiene casi su edad pero parece mucho más joven, o con qué frecuencia y en dónde se cortaba la barba papá Hemingway. Así que cuando me enteré de que el escritor Juan Verba, ganador del premio Breaker, iba a dar una charla en nuestra pequeña facultad, utilicé toda la influencia que tenía en el despacho del decano donde trabajo para conseguir un asiento en primera fila. Juan era mucho más chaparro y gordo de lo que había imaginado. También se estaba quedando calvo, y la barba oscura que había parecido tan sexy en la foto de su libro estaba salpicada de pelos blancos y amarillentos. Sin embargo, cuando se levantó para hablar, la sala quedó en silencio, con la reverencia reservada a los grandes líderes espirituales. Juan Verba es famoso por crear personajes que no le caen bien a nadie, y luego hacer que les ocurran cosas horribles que suscitan indiferencia en los lectores. Parte de su mística en libros como Amanecer sangriento y El cazador de elefantes de salón radica en su capacidad para hacer que lectores como yo odiemos lo mucho que nos identificamos con esos personajes despreciables. Yo, por mi parte, nunca he podido dejar de leer sus libros, aunque no encuentre en ellos cualidades que los eximan y me den esperanza. El culto a Juan Verba se ha convertido en un selecto club de pesimistas que disfrutan hundidos en lo peor. Así que me sorprendió escuchar su voz, ligera y suave, susurrando en el micrófono mientras todos estábamos pendientes de sus palabras. No nos decepcionó.
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