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Miento, Amor Durmiente
MIENTE, AMOR DURMIENTE
-a partir de una pintura de Caravaggio
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Sola en un viaje, entro a la enésima galería dentro de la cual un imán —como si alguien dijera tu nombre con euforia en un cuarto lleno de gente que no conoces— me jala hacia Amore Dormiente. Todo lo demás se esfuma como el amor a primera vista, que es más un reconocer que un despertar. Sin preguntas, sin dudas. El Cupido sueña con éxtasis la flecha que perfora.
Más tarde, al hacer un boceto a partir de la postal del Museo, mi línea de carboncillo revela distorsiones. El pequeño dios está torcido, panza colgante, pecho hundido, el cuello sostenido torpemente en una cama de vacío negro. La carne dorada en claroscuro se convierte en ictericia o algo peor, la iridiscencia de lo putrefacto. ¿Estaba muerto el cupido? El modelo, un niño enfermo cuyo sueño beatífico era, en realidad, la máscara de una muerte que produce alivio.
El oficio, no el amor, encarna. Es el artista que dispara la flecha mientras mira el sufrimiento. Más que nada queremos esto: recibir un disparo, aturdidos, abandonar el escrutinio. Ser la diana.
Traducción: Eduardo Padilla