
1 minute read
Una visita al hospital
Mi madre me arrastraba a través del pasillo del hospital, frente a las puertas abiertas de las habitaciones, en donde reinaba la tos.
“Solo son gente enferma”, dijo. “Pronto se mejorarán”. El lugar apestaba a todas esas medicinas que odiaba.
Advertisement
Una mujer arrastrándose ayudada por un aparato metálico dijo, “Pero qué niño tan dulce”. Un anciano, doblado como cuchara de Uri Geller,
dijo casi lo mismo, solo que sus ojos rojos estaban a mi nivel. Estábamos ahí para ver a mi abuela. En lugar de flores
–que ya no le interesaban– o caramelos que no podría comer, mi madre me trajo a mí, su último hijo,
no tanto como un regalo sino como un recuerdo de que en el mundo existían quienes en su vida solamente
habían sufrido de paperas o un frío cotidiano. Ella acarició mi cabeza, y su mano demoró años hasta llegar a ahí,
muttered something about how much I looked like my father, then fell asleep. My mother and I retraced our steps to the parking lot.
I couldn’t imagine grandmother or any of the other patients ever leaving that place. Thankfully, the cars were a different story.
John Grey
murmuró algo acerca de qué tanto me parecía a mi padre, luego se durmió. Mi madre y yo desandamos nuestros pasos hasta el parqueadero.
No pude imaginar a mi abuela o a cualquiera de los pacientes saliendo de ese lugar. Por suerte, los autos eran otra historia.
Traducción: Juan Romero Vinueza