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Barro

La maceta grande tiene cara de saberlo todo de comprender el andar renco de la hormiga obrera el filo de las altas cuchillas de nieve y el misterioso zumbido de Taos.

Me siento a su lado, atenta. La miro sopesar cada segundo con la calma de un río en medio de una tarjeta postal.

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El barro y yo nos entendemos bien hablamos de los remolinos de fuego y nos reímos de los transeúntes que aparentan ser palillos chinos.

Antes de que llegue la lluvia con su pestañeo insistente acaricio la orilla en un acto de fe y siento su piel salpicada de tierra.

Le pregunto sobre la trayectoria de las piedras rodantes antes de empujarla por el balcón. Guarda silencio sobre el Valle de la Muerte y revientan con ella todos los secretos del mundo.

Karla Evelia Gasca Macías

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