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El violinista

La tragedia del abuelo de Violeta fue que nunca pudo salir del clóset. Violeta lo dedujo cuando su tía Berta le empezó a contar de la familia y le dijo, después de sobre enfatizar cuánto había querido el abuelo a la abuela, que cuando su mejor amigo murió—con quien iba a todas partes y nunca se separaban—se volvió alcohólico y no hubo manera de ayudarlo. Que se ensombreció y la tristeza lo sobrecogió. Que por el alcoholismo la abuela decidió dejarlo, divorciarse. Que por eso el abuelo había acabado en la calle. Violeta sabía que el abuelo lo había perdido todo, que pidió en efectivo su herencia y se la bebió en alcohol. Nunca hubo rumores de otras mujeres; lo que sí hubo fue el rumor de por lo menos un par de amantes de parte de su abuela, el tío Andrés, el que ella conoció. A Violeta le gustaba más la historia que le había contado su abuela. Que era un gran bailarín, que se conocieron en los bailes que organizaba el casino. Que era un gran músico y le llevaba serenatas con un piano montado en un camión de redilas. El abuelo al violín, su inseparable amigo al cello. Que era muy romántico. Que lo mejor era cuando ella estaba embarazada, se ponía feliz, la adoraba, le cumplía todos sus caprichos. Le llevaba flores todos los días. El abuelo y su amigo le cocinaban todos sus antojos. La mimaban tanto.

Xanath Caraza

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