"EL NARRADOR TRIBAL" NAVIDAD 1993
Voy a contarte, para lo que pueda servir - me dijo un día el más viejo y sabio personaje de Fuencarral - la paradoja del "síndrome de la radio": "Allá por los años cuarenta, existía en el pueblo un lugar donde al caer la tarde, terminadas las duras faenas del día, se reunían en torno al fuego del hogar un grupo de lugareños. Sus actividades transcurrían entre partidas de dominó, mus o tute, algún que otro chato de vino y el relato de hazañas y aventuras de la última incursión de caza furtiva en los Montes del Pardo. Con cadencia matemática surgía en los silencios de la reunión alguna autoridad reconocida que, cual "narrador tribal" "mog-ur", "brujo" o sociólogo sin carrera, recordaba las historias del lugar, los valores de sus habitantes, las bondades de la tierra; respondía a cuestiones sobre el hacer y el querer; anunciaba los cambios climatológicos y de otro tipo y reflexionaba, si ello era preciso, sobre las bondades y capacidades del cura y del alcalde y sobre los métodos de autoridad del comandante del puesto. Pero he aquí, que al pueblo llegó la radio de galena y fue colocada en lo más alto del armario, donde anteriormente se veneraba la capilla itinerante de San Antonio. La gente dejó de acudir al lugar de reunión. Aunque poco tenían que aprender de aquellas voces que contaban casos y cosas extrañas, las familias dejaron de aglutinarse alrededor de la radio y del armario, dejaron, incluso, de comunicarse no sólo con el resto del pueblo, sino con sus propios hijos. Y en algunas casas a la radio le hicieron un pedestal independiente. La contemplación de la radio comenzó a reemplazar las acostumbradas reuniones en el lugar donde el narrador, junto al fuego tribal, solía surgir cada día. Dejaron de contarse las historias del pueblo, la gente dejó de enriquecerse con opiniones y predicciones sobre la mejor simiente o el mejor abono. E incluso, el cura, que abandonó la sotana, y el alcalde,
54
