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1993 Cuento Navideño
"1993 - CUENTO NAVIDEÑO" NAVIDAD 1989
¿Recuerdas la historia de D .Pedro Alegre?.
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Con mucho esfuerzo, muchos bocadillos de calamares y muchas horas de desvelo y dedicación a su trabajo, consiguió nuestro D. Pedro cambiar el "seiscientos" por el "bemeuve"; pasar de los cien metros al adosado, llegando hasta el apartamento en la playa y su cartera de valores mobiliarios.
Los bancos mimaban a D .Pedro; buen administrador, puntualmente satisfacía sus pagos periódicos. No protestaba por las comisiones y como no había pasado por ninguna escuela financiera, tampoco exigía excesivas tasas de interés. Por "incapacidad de pago", la calificación como cliente de activo era muy alta.
Bien es cierto que en la familia Alegre - aunque el mayor disfrutaba de un contrato temporal bien remunerado - el segundo hijo, no demasiado espabilado en los estudios, tenía problemas para encontrar su primer empleo. A pesar de todo, la principal preocupación de D. Pedro era la hija menor, guapa, universitaria y distinguida que, después de su presentación en sociedad, despuntaba y prometía una alta "rentabilidad".
Hete aquí que nuestra joya conoció en el campus universitario a un buen mozo, de excelente familia, que, como tal, ni quería ni podía trabajar. Sus padres poseían una amplia mansión en zona residencial y para su solaz, una finca en los Montes de Toledo y la casa de verano en Baleares.
Ante tan brillante futuro para su predilecta, D .Pedro Alegre se afanó en la revisión de sus objetivos presupuestarios, añadiendo a los gastos corrientes las oportunas partidas de inversión en infraestructura.
Aceleradamente se realizaron las obras de reforma en la cocina y baños del adosado, con adecentamiento y puesta al día de la fachada frontal; por primera vez se olvidó del gran almacén y encomendó el chaqué y los dos trajes de calle al modisto de moda; la señora tuvo que ajustar su figura a los
requerimientos estilistas del modisto de turno. La novia pidió y consiguió un verdadero equipo estructural, aunque bien es cierto que en la inversión se recogían aderezos y afeites, algunos de cuatro ruedas.
En esta vorágine inversora que preparaba el gran día de emparejamiento con la élite internacional, el segundo de los hijos de D. Pedro consiguió ocupar su tiempo ordenando papeles, recolocando los cuadros, dirigiendo los mensajes. Nuestro padre de familia se sentía todo orgulloso al ver, por fin, su sueño hecho realidad. El pleno empleo había llegado a la familia; bueno, casi, porque ni su señora ni la joya de la casa, aportaban tareas productivas.
Es cierto que tampoco existían problemas aparentes en la financiación del presupuesto. Por una parte, los ingresos de D. Pedro y su hijo el que ocupaba un puesto de trabajo por cuenta ajena - vieron reducidas sus rentas disponibles, pues había que atender los pagos de las tarjetas de crédito. Por otra parte, los bancos apoyaron incondicionalmente la inversión, no sólo sin exigir garantías complementarias, sino que tampoco analizaron los ajustes entre ingresos corrientes y compromisos de pago.
¡Y al fin se celebró la boda!. Y los trajes se quedaron definitivamente colgados. Y las flores se marchitaron y la niña y su flamante marido se fueron a vivir su vida. Y las rentas del padre y del hijo con empleo, conocieron la cruda realidad de la amortización de los préstamos.
Todo esto, mi querido amigo, es España. La boda se celebrará en 1992. Pero los españoles se han empeñado en casar a dos hijas.
Como español, me gustaría que las inversiones de la boda las pagaran los novios, aunque las anticipáramos las Cajas y los Bancos.
¡FELIZ 1990! ANGEL MONTERO PEREZ