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Breves disquisiciones sobre el futuro de lo benéfico y lo social en
Dicen las lenguas de doble filo que las Cajas de Ahorros españolas se han beneficiado socialmente de lo benéfico y de la falta de "ánimo de lucro".
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NAVIDAD 1985
Con demasiada frecuencia los propios dirigentes de las Cajas han justificado muchas de sus decisiones empresariales y sus peticiones a los poderes públicos, basadas, no sólo en la denominada "función social" de las Cajas, sino, incluso, en la realidad de distribuir parte de sus excedentes en "donativos" en el peor de los casos, o en magnas, espectaculares y desinteresadas obras sociales.
Tampoco es menos cierto que el gasto o la aplicación - según se mire - en obras sociales, se ha explotado - con más o menos éxito publicitariamente, separándolo en todo caso de la actividad comercial.
Buscando lo más difícil todavía, a alguien se le ocurrió la feliz idea de demostrar que las Cajas también hacían función social - y a Dios gracias que no siguieran con lo benéfico - al realizar la propia actividad financiera. Esto se efectuaba mediante atención preferente a sectores necesitados socialmente, coeficientes de inversión, tipos de interés inferiores a los de mercado, etc.
Menos mal que las inevitables leyes del equilibrio ecológico empresarial, no han permitido llevar a su límite utópico la función social de la actividad financiera, porque se había estrangulado el crecimiento de la obra social y lo que es más importante, la eficacia empresarial autorregulando el enfoque social de la actividad comercial.
Ahondando un poco en los estatutos fundacionales de las Cajas de Ahorros, nos encontramos con que lo benéfico sólo aparece en el segundo tercio del siglo XX y lo social en las Cajas equivalía a la atención preferente - a
inculcar la virtud del ahorro - a las clases más menesterosas.
Otro concepto no menos atrayente en este orden de cosas, es el denominado "falta de ánimo de lucro" en las Cajas de Ahorros.
Con frecuencia hemos oído que lo de falta de ánimo significa sólo un talante, una forma de hacer, pero de ninguna manera quiere expresar que las Cajas de Ahorros - como cualquier otra empresa financiera - no deban tener un excedente, un beneficio que asegure en primer lugar su supervivencia.
Pero es más, lo del "ánimo de lucro" se recogía en el Real Decreto Ley de 1929 referido a los administradores de las Cajas ("con administradores sin ánimo de lucro"). Cuatro años más tarde, en el Decreto de 1933, se elimina la palabra "administradores" y nos queda que son las Cajas de Ahorros, como tales, las que "no tienen ánimo de lucro". Lapso del legislador que ha podido llevar al traste a muchas Cajas de Ahorros.
No obstante, los conceptos "falta de ánimo de lucro", "social" y "benéfico", han calado tan hondo, no sólo en la opinión pública, sino en los propios poderes públicos, que se corre el riesgo de considerar a las Cajas como "res nullius" o terreno de nadie. Incluso, se llega a justificar el indudable y espectacular éxito de las Cajas de Ahorros porque son Instituciones benéficosociales. Nada más alejado de la realidad.
Si las Cajas no hubieran transmitido confianza a su clientela, si no hubieran sido gestionadas con prudencia y profesionalidad, si no se hubieran identificado con las necesidades de la colectividad mejor que otras entidades de crédito, de nada hubiera servido su "marcado carácter benéficosocial", por mucha publicidad que del concepto se realizara.
Quiero dejar muy claro - antes de aportar mis ideas sobre el tema - que no estoy en contra de la importante labor social y benéfica de las Cajas, pero no empleemos los atributos para definir el todo, mucho más complejo, denominado Caja de Ahorros.
Evidentemente, las Cajas seguirán prestando su apoyo social - e incluso benéfico - a la colectividad a la que sirven, pero de igual forma, al menos cualitativamente, que otras entidades financieras.
También las Cajas seguirán destinando parte de sus excedentes a la realización de obras culturales, sociales, benéficas y, por qué no, deportivas. Todo ello será positivo - dentro de cierta medida - en el desarrollo de las propias Cajas. Como con bastante frecuencia se ha dicho, las Cajas satisfacen sus dividendos a titulares innominados en contraposición a otro tipo de Entidades con dividendo nominado al detentador de una cuota de capital.
Pero aquí se acabará el concepto de social y benéfico. Y sería muy apropiado y positivo que así lo entendieran los poderes públicos, con lo que, al menos, se conseguiría que las Cajas no se les pidiera más de lo que deben y pueden dar en un mercado donde la libertad de competencia marca las reglas del juego de la eficaz gestión empresarial.
Tampoco a las Cajas les conviene llevar más allá de estos límites su insistente y peligrosa definición de "entidades benéfico sociales, sin ánimo de lucro".
Es el momento, quizás incluso volviendo a los orígenes y buceando en el por qué y para qué se crearon las Cajas de Ahorros, de encontrar una nueva definición, el nuevo mensaje. Mensaje que, necesariamente, habrá de recoger conceptos tales como: competencia; eficacia; profesionalidad; acercamiento al cliente; estructura empresarial..., mensaje que recogerá la tradición social, prudencia y administración eficiente de estas entidades centenarias.
Querido amigo, me quedaría satisfecho si estas líneas, al menos, te han hecho reflexionar . aunque sólo sea durante unos minutos - en el futuro de nuestra Caja. Estoy seguro de que "todavía" no estás de acuerdo con mis ideas y, además, créeme que lo agradezco.
¡FELIZ NAVIDAD! ANGEL MONTERO PEREZ