Un jaque
al latifundio mediático E por
alexis oliva
l “qué te pasa, Clarín, ¿estás nervioso”, de Néstor Kirchner, aquel 9 de marzo de 2009 en un acto en el partido bonaerense de Tres de Febrero, fue mucho más que una inspirada chicana. Al desafiar al grupo mediático, lo desnaturalizó, lo historizó y -como dice Horacio “Perro” Verbitsky- lo hizo subir al ring. Era un momento político difícil. El kirchnerismo acababa de perder las elecciones en Catamarca -según Clarín, culpa de la visita del ex presidente y titular del PJ- por lo que el embate no era menor: “En Todo Noticias o Todo Negativo se dijo el sábado que Cristina no debía ir a Mendoza. ¿Por qué estás tan nervioso Clarín? Utilizá el medio para informar y no desinformar a la gente, que ya se da cuenta de cómo son las circunstancias. Para ese diario sólo el peronismo no debe seguir en el gobierno. No dice que el gobierno de Catamarca hace 17 años que está en el poder”. “No queremos vivir bajo monopolios mediáticos”, sentenció Néstor. Cuatro años antes, el presidente Kirchner había firmado un decreto. “Esta medida significa la consagración del monopolio informativo y la entronización de los Grandes Hermanos mediáticos que pusieron su poderío comunicacional al servicio de un modelo de exclusión que enterró en la pobreza a más de la mitad del pueblo argentino”, rezaba el comunicado que redactamos y firmamos Juan Carlos Giuliani y quien esto escribe, como secretarios general y de prensa del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (Cispren), el 26 de mayo de 2005. Nos referíamos al decreto 527 por el cual el entonces presidente concedió “un período de gracia de otros diez años a licenciatarios de radios y televisión, beneficiando así a los propietarios de los mismos grupos que favoreció el menemismo y que han convertido la comunicación en un negocio y no en un bien social”. La Central de Trabajadores de la Argentina -todavía una sola en aquel tiempo- hizo propio el comunicado y lo difundió a todo el país. Para los actores de la coalición de trabajadores de prensa, organizaciones sociales, de derechos humanos y sindicales y universidades, que en 2004 habían presentado al Poder Ejecutivo los 21 puntos para una Radiodifusión Democrática, fue un baldazo de agua fría. Desde aquella decepción, pocos creían que el mismo Néstor o después Cristina Fernández pudieran tener el coraje político no sólo de arremeter contra el decreto-ley de la dictadura -hasta entonces inmune- sino de reemplazarla por una verdadera norma para la democracia, que hiciera propios los 21 puntos elaborados por la Coalición para una Radiodifusión Democrática. Mucho menos en el contexto de la secuela de golpes y derrotas sufridos por el kirchnerismo desde el inicio del conflicto del “campo”, disparado por la resolución 125, que tuvo el instantáneo efecto de aglutinar al antiguo poder latifundista devenido en agroempresariado sojero, a lo peor de la oposición política y a los medios de co-
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municación más concentrados. Así llegarían el voto “no positivo” de Julio Cleto Cobos, la caída abrupta en imagen e intención de voto, el drenaje de funcionarios “irritantes” y la derrota de Néstor del 28 de junio de 2009. En todo ese proceso, los grandes medios asumieron una desembozada actitud de militancia manipuladora, que apeló ya no sólo a la desmemoria histórica de la clase media argentina, sino a una amnesia de corto plazo como la del protagonista de la película Memento. Cuando el Gobierno lanzó en marzo del 2008 las retenciones móviles a la soja, los medios cuestionaban que “gobiernan por decreto”. Cuando la 125 fue enviada al Poder Legislativo, propalaron hasta el hartazgo la definición del ruralista Alfredo de Angelis: “El Congreso es la escribanía de la Casa Rosada”, y también el rumor de que “van a apretar a los Gobernadores”. Cuando Cleto volteó la 125, predecían: “Lo van a obligar a renunciar”. Cuando Kirchner se candi-