Duke, Dukesito —Lucero Sulca—
—¡A
y Duke, Dukesito! —¿dónde estarán aquellas horas en las que me contabas tus historias, sin importar el tiempo? Recuerdo aquella nochecita sin luna, eran las 11, descansaban todos, fue cuando viajé al mágico lugar donde vivías. Te vi de pie, pavoneante, esperando al Gato para dar con la apuesta (hace algunos días construiste la vivienda de la vaca Lola, tu amiga, y recibiste una buena liquidación, estabas ansioso de aumentar tus ganancias para darte gustos: un delicioso plato de kanka de aguilucho). De pronto llegó tu contrincante, el gato Martín. —¡Amigo Ichito! —la apuesta consiste en subir hasta la punta de aquel árbol de eucalipto—, dijiste sin titubear. Entonces, Martín, en un salto repentino, desafiante y seguro de sí, empezó a subirlo. —¡Que me va ganar este enano!, ¡Ichito Artita Kachariy jojojo…! Martín llegó hasta la punta del árbol —¡Compadre, te toca! El viento parecía olas golpeando tu pelaje impidiéndote llegar a la meta, te aferraste a las ramas del eucalipto, un paso más y otro, pero no fue suficiente; te vi resbalar y estrellarte en el suelo. Te vi triste amigo Duke; sin embargo, unos minutos después, tu semblante cambio, a pesar 177