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Venciendo al miedo

—Vivhian Mallqui Palomino—

Ayer estuve revisando, en mi celular, un antiguo correo electrónico y encontré solicitudes de mensajes no leídos. Los abrí y entre todos me sorprendió los de Richi, un compañero de la secundaria:

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—Hola Lu’, estoy empezando a escribir un libro como en la secundaria, pero ya nada de cursilerías,escribiré sobre mi tía Chabuca, no sé si te acuerdas, era la viejita a la que le llevábamos plátano verde para que nos lo fría. Jamás nos preguntamos sobre nuestro pasado y es gracioso porque siempre parábamos juntos, de arriba para abajo, buscando frutas en el monte, anacondas o sirenas; casi te ahogas, ¿lo recuerdas?, tu decías que era porque naciste en la sierra y allí no había río grande ni laguna tibia para nadar, pero yo creo que era por pura flojera que no aprendías.

—Mis hermanas; Mariela y Rosa —continuó Richi— te mandan saludos, ellas siempre te agradecen por haberme ayudado en las tareas y trabajos de grupo, yo también, aunque creo que era el que hacía todo, tú solo renegabas.

Cuando éramos pequeños mis hermanas y yo, en las tardes — cuando ya el sol estaba por meterse—, nos íbamos donde mi tía, en ese entonces no había cercos ni nada que separasen su casa de la nuestra. Tendríamos, pues, yo unos 6 años, la Mari 10 y Rosa 7. Entrábamos bien calladitos y descalzos (en esos tiempos andar descalzo era “estar a la moda’’), nos sentábamos alrededor del fogón, en el patio de la casa de la tía Chabuca. Ella nunca volteaba a vernos, por una extraña razón sabía

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que ya estábamos allí. Colocaba el perol, disponía el agua, la yuca y las verduras para la sopa; nosotros solo atinábamos a mirar, nunca nos dijo nada, ni que le ayudáramos. Cuando la sopa por fin hervía sentíamos ese olorcito delicioso y tibiecito que hacía que el estómago se sintiera satisfecho sin haber probado bocado alguno. Sus hijos, mayores que nosotros, bajaban del segundo piso de la casita de madera, a cada paso crujían las escaleras como si ya se partiesen; ni siquiera eso interrumpía la concentración de la tía Chabuca. Cuando mis primos terminaban de comer, mi tía, usaba sus platos para servirnos, para mí nunca hubo ascos, ni resentimientos, más bien sin esa sopita quizás hubiéramos muerto de tuberculosis o algo peor.

En el pueblo decían que la tía era muda, todos así lo creían, hasta sus hijos, pero mis hermanas y yo la vimos una tarde frente al fogón llorando y quemando fotos viejas, y la escuchamos rezando despacito como si la voz se apagara con las cenizas.

Mis padres… mis padres eran como dos pájaros insatisfechos; siempre buscaban las fuerzas del viento para echarse a volar. Anhelaban otro nido, en otro árbol. Rosa era quien más sufría. A veces yo pensaba que no eran nuestros padres, pero Rosa les decía: mamá, papá. Ellos eran muy jóvenes, y a los ojos de cualquiera hubieran pasado fácilmente como nuestros hermanos. En fin, mi madre nos abandonó cuando cumplí los 10, y mi padre, a él, solo lo vi 5 veces. No recuerdo su voz. Mary dice que nos parecemos bastante. No lo sé.

Y así, crecimos, en medio de caridades, corriendo y bajando por las demacradas calles del barrio Belén. El barrio que hasta el día de hoy nos guarda en una de sus casitas de madera; que, como regalos de navidad esperamos que alguien abra la caja y nos lleve a conocer el mundo, ‘’el de verdad’’, ese que nos pintan en la tele. Mi estancia en el colegio Abraham Valdelomar no fue gran cosa; si no hubieras aparecido en tercero seguro que seguiría ahí. No era bueno

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en letras, no me gustaban. Bueno, ni letras, ni números, ni restas, ni nada. A pesar de eso terminamos la secundaria con buen promedio, te lo debo a ti ‘’Renegona’’.¿Sabes? Vi la foto de la promoción yte etiqueté. Yo tenía 18 y tú 15, pero parecíamos de 12, porque estábamos casi raquíticos a pesar de comer todo el día. Rosa hasta lloró en la ceremonia de clausura. Entonces recordé que no había terminado la secundaria, porque a los 12 años se juntó con un militar. No quisimos buscarla, nos confortaba pensar que ya estaría bien, que tendría dinero y alguien que la cuide, pero como no hay princesas en este mundo (como dijo la profe’ de Rina), mi hermana volvió en un año, toda deshecha, no preguntamos qué le pasó. La gente, como siempre, habla por hablar: decían que el militar la había golpeado hasta hacerla abortar, otros decían que ella misma había abortado y por eso el militar la había dejado. Nunca le pregunté sobre ese tema y adopté sin querer el silencio de mi tía Chabuca, y así la Rosa, también, en silencio, volvió a reír y eso fue lo mejor.

De todos, la Mary fue quien mejor suerte tuvo. Nunca fue la más inteligente, tampoco la más bonita; cuando iban al mercado ni la notaban. Pero así, oculta, se hizo de un título en cosmetología, y con el poco capital que ganaba en salones ajenos, abrió un puestito en el mercado. Los tres no tuvimos muchos sueños en la vida, a pesar de que no hablábamos mucho podíamos entendernos con la mirada. Hubiéramos querido tener la suerte de nuestros primos, ellos vendieron el terreno de la tía, compraron una casa en Ica y pusieron una tienda de comida para animales. El negocio parecía muy rentable, ya que decían que dos de mis primas ya eran enfermeras y el último había ingresado para ser doctor.

Mi suerte y yo nacimos en medio de la tormenta, eso siempre digo. Estoy ya acabando con las nubes negras y pronto clareará el sol y brillaré, confió en eso. Cuando te fuiste me dediqué a estar con los amigos, con esos ‘’las pirañas’’ como tú los decías. Pasamos vida y también casi muerte diría yo. Pronto te contaré las locuras que hacíamos, pero eso en

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persona porque hay sapos en todos lados. Solo te diré que sentí la mano de una sirena en río negro y casi vienes de negro tú para verme otra vez.

Pero gracias a eso, Mary me llevó donde un maestro albañil, don Carlos, para trabajar como su ayudante ¿y sabes?, me gustó mucho,y les prometí a mis hermanas que construiría la casa con material noble, con mis propias manos; y cada uno tendría un cuarto propio, hasta a la tía Chabuca, y viviríamos todos juntos, pero ellas me dijeron que la tía era feliz como estaba, y que más bien me dedique a estudiar para ingresar al tecnológico,y que no desespere que al menos había para comer todos los días. Pero sabes, yo nunca he creído que la tía Chabuca era feliz. Había olvidado el privilegio de hablar, para un sí o un no solo atinaba a mover la cabeza, tampoco escucha muy bien, a veces cuando lavisito,le bromeo sobre si quiere su sopa con azúcar y ella mueve la cabeza diciendo sí, pero bueno, quizás también sea que le agarró el gusto a lo dulce, así como los niños, dicen que los viejitos son como niños. Mis primos luego de haber vendido su propiedad, la dejaron en una casita fuera del pueblo, tan pequeña que cuandovoy es fácil limpiarla, apenas tiene un cuartito y un lugar donde viven sus gallinas, aunque estas son bien vivas y andan por todos lados poniendo sus huevos a diestra y siniestra. Es triste ser anciano y más cuando la desdicha te ha robado el habla.

Día cero

Este año es el peor de todos, nunca vi tanta desesperación en las calles. Todos están comprando en el mercadito, muchos se llevan costales de arroz, azúcar y otros alimentos embolsados. No sé si será cierto lo que dicen en la tele, esto creo que es puro miedo que te meten para que no puedas reclamar sobre la política y los precios o sobre las cosas que están pasando con los chunchos adentro de la selva.

Mañana no saldremos, estamos todos obligados a quedarnos en casa. Rosa tiene mucho miedo, creo que nos oculta algo. A veces me mira

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como si quisiera decírmelo, pero luego se voltea y se va callada a su cuarto.

Por otro lado, Mary está muy preocupada, debe dos meses de su puestito y me dijo que temprano le ayude a sacar todos sus productos porque andan diciendo que esto será para rato.

Día cinco

Estamos preocupados por la tía, dicen que esta enfermedad es muy peligrosa para los ancianos. Mi tía está sola y sus hijos ni siquiera han llamado. Algo no anda bien, ayer no pude dormir por la preocupación.

Día siete

Hoy me levanté muy temprano, quería aprovechar el pase que sacó mi hermana para ir donde la tía; no más que hasta ahora me vengo a enterar que la tía tiene apellidos muy distintos a los nuestros, dice mi hermana que es porque ella era la hermanastra de mi madre. Qué curioso.

Día ocho

Ayer, cuando estuve yendo a la casa de mi tía, un militar me detuvo, dicen que tengo cara de maluco, así le escuche al oficial de policía; además, tenía algunos antecedentes por robo, pero jamás me había enterado de eso, hasta hoy. Me pidieron 100 soles para soltarme y eso era todo lo que tenía para comprarle cosas a la tía.

Día catorce

Ayer fui a la casa de mi tía, ella está bien, aún tiene a sus gallinas, pero no me entiende eso de usar mascarilla. Le hice escuchar un mensaje de voz muy antiguo de sus hijos cuando preguntaban por ella y se alegró, lo supe porque su mirada se iluminó. Llegué a casa y les propusea mis hermanas

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traera la tía hasta que lleguen mis primos, pero me dijeron que mañana se solucionaría todo. Yo creo que no.

Día dieciséis

La cuarentena se ha ampliado, estamos muy preocupados. Dicen que habrá un bono, pero mi hermana nunca nos registró. Hace un tiempo, cuando los de la INEI visitaron las casas para encuestar, no estábamos. Mi tía no habla, no pudohaber sido encuestada; además, hasta donde sé, no recibe pensión 65 porque dicen que aún tiene 63; no sé cómo lo saben ya que, casi estoy seguro, no tiene partida de nacimiento.

Día diecisiete

Mi hermana nos confesó que tenía un hijo ya de 9 años, dice que el militar la botó y se quedó con el niño. Ahora se acaba de enterar que él está contagiado (muchos militares se contagiaron en la pandemia), lo escuchó en la radio y quiere ir a ver a su hijo. Me pidió que la acompañara. Iré.

Día diecinueve

—Aún sigo bajo la sombra de la tormenta.

Mi hermana está muy triste, no le permitieron ver a su hijo, le dijeron que no vuelva, y a mí me cayeron los putazos de esa gente, que por tener plata piensan que todo debe hacerse según su capricho.

Día veinticinco

Hoy en la mañana nos llamaron los hijos de mi tía, dicen que está en el hospital y nos pidieron ir a averiguar. Ellos por las restricciones no podrán llegar; aunque, sinceramente, no creo que llegarían, hubiera o no cuarentena.

Día veintiocho

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Se volvió a ampliar la cuarentena, mi tía no resistió la enfermedad, nos pidieron que la lleváramos a un crematorio, pero no hay. Hoy recogeré su cuerpo.

Día treinta

Hoy enterré a mi tía en el patio a media noche. Mis hermanas me ayudaron a hacer el hoyo, no tenemos plata y no hay de otra, así que al final de todo la tendremos con nosotros.

Cuando terminé de leer los mensajes de Richi, pensé en escribirle, en preguntarle cómo estaba. Ya había pasado un mes desde el último mensaje. Pero el silencio puede más cuando las lágrimas están a punto de brotar, y así como la tía Chabuca me quedé en silencio. No sé qué hacer…

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