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El dilema de salir o quedarse en casa: la violencia entre cuatro paredes durante la cuarentena

Anderson Navarro Vivanco1

Ander.navi94@gmail.com

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«¡Y o me quedo en casa! Por mi seguridad y la de mi familia», es el eslogan que se ha mantenido durante la cuarentena, generando la percepción de una familia unida y feliz. Dicha estimación se fue derribando en las primeras semanas del inicio de la cuarentena, cuando salieron cifras de denuncias apreciándose el incremento en casos de violencia2 , ‘‘una agresión sádica, repetida y prolongada que se produce con frecuencia, dentro del recinto familiar. En ésta la víctima puede ser tanto el hombre, la mujer, hijos(as) u otros’’ (Rojas, 1955, p. 32). En esta oportunidad trataremos sobre la violencia contra la mujer dentro de la esfera doméstica, quienes conviven con su agresor,

1Bachiller en Trabajo Social por la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Integrante de la Organización Hatun Willakuqkuna, Colectivo de Hombres por la Igualdad del Distrito de San Juan Bautista y del Movimiento Político Regional Kuskanchik Atisun. 2 Para este caso considérese violencia doméstica, violencia familiar y violencia intrafamiliar, porque ocurre en el ámbito privado del hogar.

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prisioneras en su propio hogar, incapaces de escapar de su verdugo debido a fuerzas físicas, psicológicas y normativas (Estado). Con ello no pretendo atesorar la violencia que existe contra muchos hombres, que, por muchas razones, no son visibilizados: un reto para las normativas del Estado y la ciudadanía por construir una verdadera equidad de género, con miras a mitigar esta sociedad patriarcal.

En tanto que, desde una perspectiva jurídica, centrada en el ámbito social, la violencia familiar es considerada como toda acción de perjuicio hacia los integrantes de la familia, que produce daño enel aspecto físico, psicológico, sexual y económico. Si bien es cierto, nuestro sistema legal define el maltrato a la mujer como un delito que abarca tanto la agresión física como la emocional, se podría decir que, en la práctica, nuestros operadores de justicia muchas veces sólo toman en consideración el aspecto físico.

A nivel mundial la violencia entre parejas es la más resaltante. Es así que tan solo en Latinoamérica, las cifras muestran que entre el 25% y 50% de la población femenina ha sido violentadapor su pareja por lo menos una vez. No obstante, hay aún una escasez de registros de denuncias pero también de recojo y sistematización de datos por parte de los gobiernos correspondientes.(Bucheli, 2009). De la misma forma, según las cifras que proporciona la CEPAL,la región de Latinoamérica es la segunda más peligrosa en el mundo para las mujeres, solo superada por África. Desde el sur, en Argentina donde se detectaron 3013 casos entre 2010 y 2019, hasta el norte en México, donde en 2019 se registraron 1006 casos de feminicidios. De la misma forma, Perú en 2019 alcanzó la cifra más alta de la última década con 168 casos de feminicidio. (CEPAL, 2020).

¿Cuál es la personalidad de un hombre maltratador? Sobre este asunto nos detalla Bonino (2009), psicoterapeuta y director del Centro de Estudios de la Condición Masculina de Madrid, quien asegura que socialmente no hay un prototipo de maltratador y que la mayor parte de

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ellos no son enfermos mentales. Lo único que identifica a los hombres maltratadores es que tienen muy interiorizada la idea de que la mujer está a su disponibilidad y que de acuerdo como asimilen esta idea, manifiestan su agresión y se ubican en una tipología distinta: agresores o maltratadores físicos o psicológicos, celópatas, manipuladores y controladores, entre otras.

Según un estudio de casos mediante la convivencia personal, otros aspectos que se le identifica a un hombre maltratador es que suelen tener ideas cerradas y que evitan escuchar a los demás. Frecuentemente faltan el respeto, interrumpen cuando se le interroga, no escucha o no responde, cambian las palabras y humillan a su pareja frente a otros. Se percibe que es un observador vehemente de la conducta de su pareja, pero incapaz de observarse a sí mismo, frecuentemente confunde el miedo con la rabia. Justifica su maltrato en las causas que la provocan, sin conceder valor a las consecuencias, pues no considera que esté abusando de la víctima, o no lo toma en serio o responsabiliza a otros. Al interrogarlo niega o minimiza sus actos de violencia o sostiene que es la mujer quien los provoca. Por lo general, tiene dificultad para expresar sus sentimientos, utiliza tácticas de presión sobre la mujer como el generar culpa, intimidar, amenazar, retener el dinero, manipular a los hijos. Abusa de su autoridad, toma sólo las decisiones importantes, dice lo que hay que hacer y suele tener antecedentes de haber presenciado episodios de maltrato o violencia en su hogar en la infancia, aunque esta no es relativo en todos, puesto que hay casos de hombres que se desarrollaron en un entorno de violencia familiar y eso fue motivo y un reto para realizar cambios en sus conductas y ser mejores personas al formar sus propias familias (Ordóñez, 2012).

Asimismo, Bonino (2009)sostiene que la mayoría de los hombres maltratadores no son agresivos habitualmente, sino que practican el maltrato en forma selectiva, sólo con su pareja. Además de que desarrollan un tipo de personalidad doble: se comportan como

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caballeros cuando están en público, pero en privado son unos opresores, lo cual dificulta su reconocimiento ante el círculo de sus amistades y la sociedad.

Hoy en día generalmente, los hombres con mayor status social y cultural o, en otras palabras, personas con estudios superiores que conocen sobre las normativas legales y las consecuencias que pudieran generar sus acciones, recurren a formas más sutiles de violencia (violencia simbólica), como la manipulación psicológica, esto con fines de evadir la sanción judicial si en caso fueran denunciados, mientras que los que tienen un nivel cultural menor se van directamente a agresiones físicas

En relación con las características y forma de manifestarse el maltrato a la mujer, uno de los aspectos más importantes que se debe tener en cuenta es su intermitencia: desaparece y reaparece en momentos distintos, al cual se le conoce como el “ciclo de la violencia”:

1) Se acumula la tensión: donde se insulta, ofende o maltrata psicológicamente a la pareja.

2) Explosión: la violencia se da a través de diferentes tipos, como la agresión física, psicológica, sexual, económica, etc.

3) Arrepentimiento o luna de miel: el agresor justifica su comportamiento, promete que cambiará, que no volverá a suceder.

La pareja se reconciliay vive como una luna de miel(MIMP, 2019). Pero esta “felicidad” en un cerrar de ojos se desvanece y vuelve el martirio para la víctima con el inicio de un nuevo ciclo de violencia.

La cuarentena y el clamor en silencio:

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La operadora atiende la llamada, pero no escucha ninguna voz. Solo percibe el eco de una habitación cerrada, quizá sea un baño. A los pocos segundos la comunicación se corta. Es una mañana de marzo, en cuarentena. Muchas personas prefieren quedarse en casa, pero otras solo desean escapar de ella. Segundos después el teléfono vuelve a timbrar. Es el mismo número de celular, y de nuevo nadie habla…Una tercera llamada del mismo celular termina por confirmar lo que la operadora sospecha: es una víctima de violación. Comienza una carrera contra el tiempo para ayudarla y encontrar al agresor (León, 2020).

Durante el aislamiento social a causa del COVID-19, las medidas adoptadas desde el Gobierno con una perspectiva de género —para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres—, han sido exiguos. Por lo tanto, esta violencia contra las mujeres no ha pasado desapercibida, presentándose un mayor incremento en el pedido de auxilio de miles de mujeres, pero para muchas de ellas ese clamor de ayuda se quedó tan solo entre cuatro paredes.

A partir del 16 de marzo,en nuestro país,se ha limitado el ejercicio del derecho a la libertad de tránsito como una forma de mitigar la propagación del virus. Es así que, el hogar ha sido el ‘’lugar más seguro’’ para evitar el contagio, pero no lo fue para las mujeres que conviven con un agresor o potencial agresor.Es por ello que desde el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) y desde el Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar –AURORA3, se han dado los intentos de lucha contra la violencia durante la cuarentena. Este programa cuenta con varios servicios, entre ellos más de 350 Centros de Emergencia Mujer (CEM), cuya población objetivo son las personas afectadas por violencia familiar y sexual, sin importar su condición social, edad o sexo; siendo los más vulnerables al maltrato, los niños, niñas, adolescentes, mujeres,

3 Decreto Supremo N° 018-2019-MIMP.

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personas adultas mayores y personas con discapacidad (MIMP, 2014). Tras la declaración del estado de emergencia nacional, el MIMP dispuso que tan sólo dos servicios continúen atendiendo de manera regular, Línea 100 y Hogares de Refugio Temporal, comprendidos como esenciales por el Decreto Supremo N°044-2020-PCM.

La línea 100 ha sido el medio más utilizado por las víctimas para el pedido de auxilio. De acuerdo a las cifras del MIMP, durante el tiempo que duró la cuarentena (16 de marzo a 30 de junio) se atendieron 67, 712 número de casos por violencia familiar y abuso sexual, de los cuales el 22% fueron niñas y adolescentes. Asimismo, la data por tipos de violencia muestra un 11% en violencia sexual, 40% en violencia física y 49% en violencia psicológica. Del mismo modo, 5,512 de estas poblaciones fueron atendidas por equipos itinerantes del MIMP(MIMP, ANDINA: agencia peruana de noticias, 2020).

Estos datos nos muestran una realidad aterrante y deben ser una prioridad en la formulación de las políticas del Estado, también es de suma importancia la intervención de la familia para criar una nueva generación de los(as) hijo(as) con valores y en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Esta cuarentena nos hace ver que el problema dela violencia de género no se detiene ni se reduce con la orden de inamovilidad, como si ha sucedido con la delincuencia que es parte de la violencia común en la sociedad.

Por otro lado, si analizamos con detenimiento el artículo 4 del D.S. N.° 044-2020-PCM y sus ampliaciones, tenemos una serie de traslados que sí se tenían permitidos durante el Estado de Emergencia, como son la compra de alimentos, medicamentos, asistencia a centros de salud, prestación laboral en servicios esenciales, retorno a la residencia habitual, la asistencia y cuidado de personas vulnerables, las entidades financieras, bancarias, de seguros o pensiones, entre otros. Sin embargo, no se hace mención expresa del desplazamiento a la Comisaría o establecimientos de auxilio ante casos de violencia de género. No ha sido

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considerado este tipo de desplazamientos que pudiesen ocurrir por casos fortuitos o fuerza mayor, a sabiendas que la violencia de género es un problema latente en nuestro país, a pesar que se tuvo conocimiento del incrementode la violencia en los países que presentaron la pandemia antes que Perú.

Asimismo, cabe señalar que, en las cifras presentadas líneas arriba, no se han tomado en cuenta los casos de las zonas rurales y amazónicas del Perú profundo, de aquellos que no tienen alcances a este canal; regiones en la que, probablemente, las víctimas, reducidas a su agresor, se encontraban incomunicadas, por lo que debemos suponer que las cifras reales son mucho mayores al estipulado.

Desde nuestra percepción, el análisis que se tiene sobre el incremento de la violencia durante la cuarentena se deben a diferentes factores como: la incertidumbre por la salud pública, la ausencia de trabajo, las necesidades económicas, la presencia de los hijos en el hogar, etc. Estos factores se agravan si le sumamos la limitación del derecho a la libertad de tránsito y la inmovilización obligatoria dentro de los días dispuestos por el gobierno, lo que se presta para que el agresor ejerza un mayor control sobre la víctima, más aún cuando se encuentra aislada de otras personas como familiares o amistades que pudieran servir como una ruta de escape o apoyo ante la agresión. De la misma forma, otro factor relevante para que la violencia se haya mantenido, es que son sólo 14 los hogares de refugio temporal a la fecha a nivel nacional, por lo que hay lugares donde no existen estos servicios o no cuentan con la disponibilidad para la cantidad de casos que se han presentado durante este tiempo.

Si bien es cierto, los procedimientos para realizar las denuncias respectivas se encuentran publicadas en la cartilla de orientación, elaborada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en colaboración con el MIMP, donde se hace mención expresa a la posibilidad del desplazamiento hacia la Comisaría, Fiscalía de turno o

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Poder Judicial para las denuncias directas por violencia. Sin embargo, teniendo en cuenta el limitado transporte público este desplazamiento es casiimposible.

Es necesario mencionar que muchas mujeres no pudieron enfrentarse a su agresor, por lo que adoptaron el síndrome de Estocolmo. Para el psicólogo Briceño (2012), el síndrome de Estocolmo es “una respuesta psicológica, en el que la víctima del secuestro o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador”. Este caso se presentó en muchas mujeres maltratadas por sus parejas, y se fundamenta en la idea de que el síndrome lleva a la víctima a negar la parte violenta de la conducta del agresor, mientras desarrolla un vínculo con el lado que percibe positivo, ignorando así sus propias necesidades y volviéndose cómplice de su agresor.

Estos síntomas se presentan en todas las clases sociales sin importar la edad, pues aquejan a jóvenes que llevan una relación de pareja formal o no formal y que tiene alcance incluso a mujeres con independencia personal o económica. Apesar de que muchas de ellas son profesionales y tienen conocimiento pleno de las formas de actuar, en la práctica no pueden abandonar al agresor. En consecuencia, tanto las mujeres independientes como dependientes comparten la reacción paradójica de desarrollar un vínculo afectivo con sus agresores (Síndrome de Estocolmo), que se va fortaleciendo con el tiempo y que las induce a defenderlos, justificarlos y protegerlos, aún acosta de su propia integridad.

Conclusiones

 La crisis de salud mundial a causa del COVID-19, ha forzado a gobiernos de diversos países a implementar severas medidas de salud pública para la mitigación de la pandemia. Una de ellas fue el confinamiento obligatorio. Sin embargo, como se ha

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demostrado mediante los datos estadísticos emitidos por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, esta medida tomada por el gobierno peruano ha reforzado las vulnerabilidades en el entorno familiar, creando así mayor número de víctimas de la violencia de género, víctimas que en su mayor parte fueron las mujeres.

 Ante situaciones de confinamiento como se ha vivido durante los 107 días en nuestro país, las opciones de soporte y ayuda para las víctimas de la violencia se han reducido a llamadas telefónicas y a través del uso del Internet. Por lo tanto, la configuración de plataformas digitales amigables, asequibles y con disponibilidad de interactuar en tiempo real, posiblemente representen el camino hacia una estrategia de apoyo para las víctimas de violencia de género, dada su mayor disponibilidad y privacidad.

No obstante, la implementación de redes de apoyo local debería formar parte de planes de lucha contra la violencia, evitando así desamparar y discriminar a aquellas personas sin acceso a servicios de internet y lugares donde no llega las coberturas de celulares u otros medios.

 Asimismo, se evidencia el sustancial aumento que se viene generando en nuestra sociedad actual el tipo de violencia psicológica, y que es considerada por muchos especialistas como la que causa mayor daño irreparable a la víctima. Este tipo de violencia simbólica está siendo manejada por muchos verdugos con el fin de evadir a la justicia, puesto que muchas veces no hay maneras claras de demostrar. Por lo tanto, ahora el reto que tienen las instituciones desde el estado, es realizar un trabajo tanto con las víctimas como con los victimarios, porque es necesario buscar soluciones desde la raíz, para esta pandemia de violencia.

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