REPRESENTACIÓN GREMIAL
Enderezar el camino por una vía de desarrollo María Alejandra Osorio, directora ejecutiva de Acopi Bogotá-Cundinamarca Siguiendo lo argumentado por Cárdenas y Suárez (2009), la dificultad se ha venido agravando en las últimas décadas como producto de un desajuste entre el ahorro y la inversión. En un esfuerzo inocuo por compensar el déficit del ahorro interno y con el anhelo de lograr crecimiento económico, la política gubernamental se inclinó hacia el incremento del ahorro externo.
E
l libro, ¿Cómo le fue a la economía bogotana? 2020 (https://observatorio. desarrolloeconomico.gov.co/sites/ default/files/files_articles/como_le_fue_a_la_ economia_bogotana.pdf) resulta un aporte de suma importancia para el acceso a la información por parte de la ciudadanía, sin importar el rol que se cumpla en la sociedad. Aún más relevante es que esta serie de documentos sea ampliamente difundida desde ámbitos como el académico, el empresarial y el gubernamental, a la luz de acontecimientos coyunturales como lo fue la pandemia durante 2020, pero también como un insumo para la reflexión sobre los problemas estructurales que padecen no solo la ciudad sino el país. Presentamos aquí una breve pero sustanciosa reflexión respecto a uno de los temas que desde el sector empresarial viene teniendo diferentes desarrollos. Lograr un crecimiento sostenido a largo plazo es uno de los principales objetivos de la economía (Ministerio de Comercio Industria Turismo, 2018). Las sociedades modernas también se proponen alcanzar una tasa de desempleo muy cercana a cero, sin que ello implique la inestabilidad de la economía. De este doble propósito se desprende que el país enfrenta una dificultad estructural, definida como de inseguridad económica, en la que se conjugan altas tasas de desempleo y una falta de demanda efectiva que logre mantener activo el círculo virtuoso de la economía (Cárdenas & Suárez, 2009). { 36 } MAYO-OCTUBRE/2021 - EDICIÓN Nº17
“La capacidad productiva se ha reducido por cuenta del proceso de desindustrialización, traducido en una pérdida de la capacidad de crear riqueza y en una fuga de capitales hacia países con mayores niveles de desarrollo, junto con un enorme aumento de la informalidad”. No obstante, los resultados no han sido los anunciados: no se evidencia un aumento significativo en la inversión. Las utilidades han resultado insuficientes para cumplir los compromisos adquiridos con los acreedores externos que hacen que la deuda externa ascienda al 51,8 % como porcentaje del PIB;
tampoco se logró un crecimiento económico que redundara en una sociedad con mayor equidad. La capacidad productiva se ha reducido por cuenta del proceso de desindustrialización, traducido en una pérdida de la capacidad de crear riqueza y en una fuga de capitales hacia países con mayores niveles de desarrollo, junto con un enorme aumento de la informalidad. De hecho, el sector manufacturero pasó de representar el 20.8 % del PIB nacional en 1989 a representar tan solo el 11,2 % para 2018, y su participación en valor agregado en el PIB pasó de 36,9 % en 1989 a 26,5 % en 2018 (Hoyos, 2017). El Consejo Privado de Competitividad (2017) afirmó que Latinoamérica solo podrá llegar a niveles de ingreso similares a los de las economías desarrolladas si fomenta cambios sustanciales a nivel productivo tendientes a mejorar la competitividad. La meta solo será posible, agrega, si se propicia la movilidad hacia sectores con mayores niveles de productividad y mayor capacidad de generar valor agregado. En la región, la productividad relativa es del 22 % respecto a la de Estados Unidos y las economías se han concentrado tradicionalmente en actividades intensivas en recursos naturales, con encadenamientos productivos de poca generación de valor agregado y orientadas especialmente al mercado interno, por lo que tienen una gran dificultad estructural para insertarse en actividades de mayor generación de valor agregado (CEPAL, 2020; Correa et al., 2018, pp. 29-30).