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Los toros de antes
esde hace algún tiempo, los festejos taurinos aparecen indisolublemente asociados a nuestra Feria. Alguien podría pensar que es una característica ancestral. Sin embargo, esa especie de matrimonio es, de hecho, bastante reciente y producto de un proceso de evolución y adaptación. No voy a entrar en los orígenes remotos ni en la relación totémica del mundo mediterráneo con los toros. Tampoco en su vinculación a los juegos públicos. Había espectáculos taurinos desde la Antigüedad y no se perdieron durante los oscuros siglos medievales. Hoy trataré de contar cómo eran los festejos en Osuna en los momentos en que empieza a haber constancia documental de estas celebraciones. La primera vez que se recoge en los libros municipales un acuerdo de este tipo es a comienzos del mes de mayo de 1533. Carlos V, el emperador, regresa a España tras uno de sus frecuentes periplos europeos. El concejo ursaonés recibió noticias de su llegada a Barcelona procedente de Marsella y decidió hacer fiestas e regocijos en la villa por las alegrías de la buena venida de sus majestades. Para mostrar el placer que sentían, ordenaron que corran toros y jueguen cañas y todos los mancebos e hombres de bien del pueblo se junten
a los dichos juegos de toros e cañas. El texto prosigue con la designación de dos diputados para que entiendan en comprar tres toros para correrlos, a la vez que se encargaba al alguacil mayor y a un regidor que se ocupasen de apercibir e hacer regocijar todos los hombres de bien e mancebos para el domingo próximo venidero, ya que era la primera festividad que se aproximaba en el calendario. A los ministros y guardas del campo se les encomendó la labor de tener fechas las barreras e andamios para la justicia e regimiento.
greso a España del monarca. En aquella sociedad rural, casi todo era motivo para la fiesta, llenando así los periodos de tiempo que había entre las labores estacionales en el campo. De ahí que hubiese dos personas encargadas de “apercibir” al personal para que todos -“hombres de bien” y “mancebos”- estuviesen al tanto, no fuese que algún despistado no se enterase de que se tenía que “regocijar” en honor del Emperador. Ni que decir tiene que de citar a las mujeres, señoras, viudas o mocitas en edad de merecer, nada de nada.
Aunque el texto capitular es bastante sumario y no describe con detalle cómo eran aquellos festejos, se pueden deducir algunas cuestiones que son llamativas. El primer aspecto reseñable es el tono escueto del acuerdo. Parece desprenderse de ello que no era la primera vez que se organizaban estas corridas de toros y esos juegos de cañas. No se menciona ni siquiera el lugar de la celebración, de lo que cabe concluir que se realizaba en un espacio habitual, probablemente –casi mejor, sin ninguna duda- en lo que se denominaba “plaza pública”, hoy plaza Mayor. Por otra parte, es de interés el pretexto para el festejo. Había que mostrar de manera pública la “alegría” que concitaba en el vecindario el re-
En aquellos tiempos nadie habría pensado ni por asomo que siglo y pico más tarde existirían eso que hoy llamamos ganaderías. Dos diputados reciben el encargo de ir a comprar “tres toros”. El asunto parece que era bastante más doméstico que hoy. Se buscaba entre los rebaños de los ganaderos que había en el término algún ejemplar que pudiese dar juego ante los caballos y los caballeros que los alancearían. Un par de años después, en 1535, con motivo del casamiento del conde don Juan –no sin algún escándalo y bastantes intrigas-, también se decidió que hubiese corrida. En aquella ocasión se señalaron expresamente los hatos donde había toros con las características necesarias para la lidia. Juan
Feria de Osuna | del 12 al 15 de mayo de 2022
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