Sabero Museo 2018

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2.4.- Los mineros y la comunidad local. La referencia primordial de identidad para la mayoría de los europeos antes del siglo XIX era el pueblo. Los pueblos eran habituales en España, especialmente en el norte. Y consiguieron sobrevivir en la práctica mucho después de que se incorporaran plenamente a la estructura centralizada del Estado liberal. El pueblo estaba formado por sus vecinos, término que en realidad tiene el sentido de “ciudadanos” y sus familias. El rango de vecino quedaba limitado en general a los hombres, y entre éstos a los que eran cabezas de familia casados y trabajaban la tierra. El pueblo era así “una federación de hogares y no de personas” cuyo portavoz era el cabeza de familia de la casa. Los ciudadanos formaban parte del autogobierno del pueblo, el concejo, y ellos, y sus familias participaban en los recursos comunales. Para los jóvenes el paso a la condición de ciudadanos plenos estaba marcado por el matrimonio. El concejo del pueblo actuaba como gobierno local. Había en él cargos oficiales, entre los cuales el de alcalde, designado por elección o por rotación, era el más importante, pero el concejo tenía la autoridad suprema. Él decidía las leyes y reglamentos municipales. El alcalde presidía el concejo y actuaba como portavoz de la ley del pueblo, esencialmente consuetudinaria. Por otra parte, el alcalde ejecutaba las funciones del estado en el pueblo, la principal de las cuales era la recaudación de impuestos. Los liberales debido a su veneración por la centralización y la homogeneidad, fueron enemigos jurados de estos métodos de gobierno local e impusieron un sistema uniforme de legislación y gobierno municipal basado en la creación de municipios a partir de pueblos anteriormente diferenciados. En 1836 entró en vigor una reforma administrativa por la que quedará constituido el ayuntamiento de Cistierna a costa de algunos concejos de la zona como el de Valdesabero y parte del concejo de Modino. Aún así, los pueblos leoneses “continuaron gobernándose a sí mismos de acuerdo con las formas de la antigua ley consuetudinaria” e incluso “revisaron y modernizaron los textos que les habían transmitido esa ley”128. El fundamento de la vida del pueblo era la explotación colectiva de los recursos, tierra y bosques de la propiedad comunal. El pueblo funcionaba también como “presencia moral”. Se exigía a los ciudadanos la comparecencia en las reuniones del concejo, generalmente en sábado. El propósito principal de estas reuniones era poner en conocimiento las violaciones de las normas consuetudinarias de conducta o de los reglamentos que regían el uso de la tierra. En el siglo XIX la figura del minero era la del trabajador mixto que combinaba la minería con la agricultura. Los dueños y los directores de las minas advirtieron de los inconvenientes del predominio de los trabajadores mixtos, pues de ese modo no dependían tanto de sus sueldos como para aceptar sumisamente la disciplina industrial que los patronos intentaban imponer. Los trabajadores mixtos no acudían al trabajo, en especial cuando urgían las tareas del campo. Estaban también muy apegados a las fiestas religiosas y a prácticas tales como la del “lunes santo”. En una empresa situada en la zona periférica de la cuenca minera, el 75% de los trabajadores se quedaba en casa los lunes y los días siguientes a las fiestas. Los patronos aseguraban que los trabajadores mixtos eran perezosos y arrastraban hasta las minas la desidia del campo y se sentían frustrados por su negativa a responder a incentivos monetarios para trabajar más horas o con mayor intensidad. Sus lamentos revelaban su fracaso en dar respuesta al desafío planteado por un escritor 128] BEHAR, R. Santa María del Monte. Princeton, 1986, p. 137. 96


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