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3.1.- Llegar y morir: las defunciones relacionadas con la Ferrería de San Blas
from Sabero Museo 2018
by editorialmic
El acercamiento a la mortalidad en el Antiguo Régimen, e incluso en los años de mayor funcionamiento de la ferrería de San Blas, sólo es posible debido a los datos que anotaban los párrocos en los que se conocen como libros parroquiales de óbitos o enterramientos, donde los responsables de las parroquias registraban los enterramientos que se producían en el mismo suelo parroquial -cada lugar tenía un distinto valor, ya que no era lo mismo que los restos descansasen sobre el altar mayor o un altar privilegiado que sobre los pies o las gradas de la iglesia- o como es el caso de la iglesia parroquial de San Pedro de Valdesabero, en los años de mediados del siglo XIX, en el cementerio que tenía la propia parroquia.
El origen de los libros parroquiales hay que buscarlo en el siglo XVI, ya que fue el Concilio de Trento en 1563, el que estableció la orden de que en todas las parroquias católicas su responsable escribiese cada año los bautismos que se realizaban, los casamientos y velaciones y los enterramientos. No obstante, el propio Concilio no otorgó a los tres registros la misma importancia e insistió más en los bautismos, por lo que habrá que esperar hasta comienzos del siglo XVII, en 1614, con el “Rituale Romanum”, para que las tres anotaciones tuviesen el mismo valor.
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La finalidad que movía a la iglesia y a los párrocos en esta labor no era la demográfica -es decir dar a conocer el número de nacimientos, casados o difuntos en la parroquia- sino que su objetivo era fundamentalmente pastoral o económico. Así, los primeros en realizarse, los libros de bautismos, lo que intentaban era evitar los matrimonios consanguíneos, los cuales prohibía la iglesia, exceptuando el cuarto grado de consanguinidad y previa solicitud de dispensa. Por ello, son libros de bautismos y no de nacimiento, quedando un margen de niños que no son bautizados debido a morir en los primeros días. Y los libros de enterramientos u óbitos sirven a los párrocos para poder registrar y cobrar los derechos de sepultura y las mandas religiosas -misas, ofrendas, etc.- que realizan los que fallecen, diferenciándolos entre “párvulos” y adultos.
Por lo tanto, dada la tardía aparición en España del Registro Civil, 1871, es gracias a esta información de los registros parroquiales como podemos acercarnos al estudio de estos comportamientos demográficos tan importantes. Incluso, aunque ya dispongamos de los números del Registro Civil no podemos dejar de utilizar los parroquiales ya que nos ofrecen una información mucha más detallada sobre el lugar que analizamos.
Del estudio de los libros de enterramientos de Sabero132, en concreto del Libro de Difuntos Nº3 de la parroquia de San Pedro de Valdesabero, que es el único que se conserva y que comprende los años 1852-1887, podemos aproximarnos a la mortalidad general a la infantil -ya que a los párvulos se les consideraba menores de 12 años- y sobre todo, que es lo más nos interesa, a las defunciones de obreros o empleados en la Ferrería de San Blas. Indudablemente, nos hubiese gustado poder disponer de más información tanto a nivel cronológico, años anteriores a 1852, como espacial, de otras localidades próximas y conectadas con la Sociedad Palentino Leonesa, pero debemos de sacar el máximo rendimiento del que tenemos.
Como es lógico con los escasos datos sería un atrevimiento calcular tasas de mortalidad general o infantil, pero sí que podemos señalar que el mayor número de defunciones que se producen tienen lugar en los años de mayor actividad del establecimiento férrico. Así, en cuanto a la mortalidad general, sobre un índice 100, son los años de
132] Gracias al párroco don Manuel Fresno González por su predisposición a facilitarnos los libros parroquiales.
1852, 1853 y 1854, los que experimentan las mayores defunciones, descendiendo de forma muy perceptible a partir de 1855, con un índice 38. La misma tendencia se aprecia en la mortalidad infantil o de “párvulos”, donde será de nuevo el año de 1855 el que marque la inflexión a porcentajes mucho más bajos de muertes de niños.
La principal explicación a este cambio de tendencia en el año 1855 consideramos que no es debida tanto a factores económicos o sanitarios que afectaran de forma positiva en la reducción de la mortalidad general e infantil133 , sino más bien a causas conectadas con la producción del establecimiento siderúrgico y el número de empleados que necesitaba. De este modo, la etapa de mayor actividad de la Ferrería, por lo que conocemos, fueron los años 1846/47, que es cuando se crea, hasta 1854, de ahí que en estos años necesite más técnicos y trabajadores que provienen de fuera de la zona y por eso al haber más población en estas localidades tan pequeñas hay también una mayor mortalidad tanto general como infantil. Es cierto que también se producen fallecimientos de obreros que trabajan en el establecimiento férrico, y que más tarde analizaremos, pero a pesar de estar concentrados en los años de máxima actividad de la producción su número es muy escaso: dos en el año 1852 sobre un total de 21 defunciones, uno en el año 1853 sobre 14 muertes, uno en 1854 sobre 20 personas que fallecen y uno en 1855 sobre un total de 8 enterramientos. Desapareciendo su registro a partir de este año.
Estimamos que en 1855 se produce una fuerte caída de la actividad del establecimiento siderúrgico no sólo por los datos que hemos ya señalado de la mortalidad, sino también por una interesante declaración del hijo de una de las fallecidas en ese mismo año: “ …En la iglesia parroquial de San Pedro de Valdesabero, diócesis de León, a veinte y cuatro días del mes de mayo de mil ochocientos cincuenta y cinco, yo el infrascrito párroco di sepultura eclesiástica en el cementerio de esta esta iglesia al cadáver de Jacoba Presa, conjunta que fue de Manuel Domínguez, vecinos que fueron de la villa de Riaño… No me consta que hiciese disposición alguna testamentaria y si que era una pobre de solemnidad, a quien por hallarse en tal estado la hice el funeral sin exigir derecho alguno a su hijo político Manuel González, consorte de María Domínguez, hasta tanto que estos no mejoren de fortuna por en la actualidad escasear de medios temporales a causa de la suspensión de trabajos en el establecimiento férrico de San Blas en esta villa…”134 .
Además, tal como ya se ha esbozado, es la afluencia de trabajadores, bien de la provincia de León o de otras provincias de España o de fuera de España, a estas localidades del establecimiento férrico, las que provocaran mayores niveles de defunciones tanto de adultos como infantil. Así, si tenemos en cuenta los porcentajes de enterramientos en San Pedro de Valdesabero de personas que proceden de fuera de la localidad o cuyos padres, en el caso de las muertes de “párvulos”, han venido también de fuera, nos encontramos que de nuevo son los años de 1852 a 1855 o 1856 cuando tienen mayor cuantía por influencia, con porcentajes que oscilan entre el 28,6% en 1852 y el 66,7% en 1854, año éste donde de un total de 20 defunciones –doce de párvulos y ocho de adultos- 14 son de adultos o hijos de personas que han inmigrado a Sabero, atraídos por el establecimiento férrico.
Aunque será tratado en otro apartado de este libro, no obstante podemos acercarnos -utilizando también como fuente de información los libros parroquiales de Difuntos, ya que en los mismos se hace referencia a los lugares de donde son naturales los adultos fallecidos o los padres de los niños “párvulos” enterrados- a los inmigrantes que llegan a estas pequeñas localidades leonesas agrarias, atraídos por el señuelo de un futuro mejor como empleados de la Ferrería de San Blas. Así, los años de mayor afluencia son de 1852 hasta 1855,
133] Según Antonio Reguera Rodríguez, todavía a mediados del siglo XIX la población leonesa se podría caracterizar como de Antiguo
Régimen, con unas altas tasas de natalidad (en torno al 40%) y de mortalidad (por encima del 30%). Y no será hasta el periodo comprendido ente 1900 y 1936 cuando se produzca un importante descenso de estas dos variables. Antonio Reguera Rodríguez,
Historia de León. Vol. IV, Época Contemporánea, pp.18-19. 134] Negrita autor del texto. Archivo Parroquial de Olleros (A.P.O.). Libro Difuntos Sabero. Nº3: 1852-1887.
sobresaliendo, tal como ya se ha remarcado, el año de 1854. En total, según el Libro de Difuntos, entre 1852 y 1862, que es cuando el establecimiento férrico languidece, son 52 las personas, en su mayoría adultas, que han realizado el viaje de desplazamiento y de ellos sólo una persona lo hace desde Asturias como criada135, el resto se emplearán en las minas o en la Ferrería.
También podemos aproximarnos al origen geográfico de dichos inmigrantes. Casi la mitad, el 45,4%, provienen de localidades de la propia provincia de León, destacando las más próximas de Riaño, Fuentes de Peñacorada, Boñar, Almanza, Montuerto, Burón, etc., y las más alejadas como Val de San Lorenzo en la Maragatería136 o Sahagún en Tierra de Campos. Le siguen con un 18,9% desplazamientos de Asturias (de localidades con tradición minera: Mieres, Aller, etc.,) y de Santander (de zonas con experiencia minera: Liérganes). Y finalmente, con porcentajes más inferiores, pero muy significativos, aparecerán desplazamientos desde las provincias más cercanas, de Burgos, Vizcaya o Galicia137, hasta las más distantes de Málaga, Murcia138, e incluso de localidades francesas139 .
Descendiendo a casos concretos de muertes provocadas en la actividad de la Ferrería de San Blas, como ya se ha señalado, se concentran más en los años 1852-1855. Así, en 1852 se produce el fallecimiento de dos personas, una adulta y otra “párvula”. La primera, tiene lugar a principios del mes de febrero provocada por “…un barreno con pólvora que recibió en la mina titulada Palentina”140. Y la segunda, es Mariano González, el cual el día dos de marzo pierde la vida al ser “…desgraciado con muerte violenta en la ferrería de este establecimiento…”141 . Sorprende la defunción de un niño empleado en el establecimiento, el cual tenía, al ser calificado por el párroco como “párvulo”, menos de 12 años, y no se trataba de un infante abandonado, ya que era hijo legítimo de José González y María Rodríguez. Es enterrado en el lugar destinado dentro del cementerio parroquial para los “párvulos”, pagando la cantidad que se acostumbraba por la misma de 8 reales142 .
En 1853 la desgracia afectó a un vecino de Sardedo, concejo de Ribadesella, provincia de Oviedo, Francisco Alea Gutiérrez, casado con María Gutiérrez, el cual recibió un “…golpe mortal que llevó por una piedra arrojada de un barreno…”, recibiendo:”… sólo el santo sacramento de la extremaunción por no dar lugar a más…”143 .
135] Se trata de Basilisa Megido, soltera, natural de Zelechosa de Asturias, “…su amo Don Andrés Criado ordenó su entierro decentemente…”. A.P. O., Libro Difuntos Nº 3. 136] En general los maragatos acudieron a Sabero atraídos por el negocio comercial que se desarrollaba en torno al establecimiento férrico, abriendo tiendas o establecimientos de ventas de productos. En este caso en 1852 el que fallece es Pedro Marcos, casado con
Eloísa de la Fuente, “ vecinos que fueron del valle de San Lorenzo, obispado de Astorga y residentes en esta de Sabero…”. Ibidem. 137] Relacionado más que con la minería con la construcción y el oficio de cantería. Es lo que sucede con Manuel Quintana, vecino de
Galicia, que fallece en la construcción de un edificio, seguramente la casa del mencionado don Andrés Criado. Ibidem. 138] Este ejemplo es muy curioso ya que se trata de un matrimonio formado por un esposo que es natural del concejo de Aller, obispado de Oviedo, y una mujer que es natural de la ciudad de Lorca, obispado de Murcia. Al ser localidades tan lejanas quizá nos lleva a pensar que aunque procediesen de los lugares indicados se conocieron en las localidades objeto de estudio, Sabero, etc., y contrajeron esponsales. Práctica ésta que pudo ser más muy normal entre jóvenes solteros o viudos. Ibidem. 139] En 1852 la familia de origen francés tiene la desgracia que uno de sus hijos fallece. También llama la atención el nombre que ponen al hijo: José León. 140] La persona que muere es Juan Fernández Monroy. A.P.O., Libro Difuntos Nº 3 (negrita del autor). 141] Ibidem. 142] Ibidem. 143] Ibidem.