mina determina la vida diaria, porque todo es por, para o del carbón. Las fases de la minería energética de León son las de la historia de Sabero; donde podemos ver y analizar el ciclo completo.
1.1.2.- León y el problema del transporte. Desde los comienzos del siglo XIX, cuando La Revolución Industrial empieza a mostrarse con toda su fuerza e ímpetu, los términos industria e industrialización se convierten en la expresión del paradigma de crecimiento y desarrollo de la sociedad. La actividad industrial va ganando terreno a la agraria en una carrera contrarreloj. La transformación económica, lenta al principio, camina adquiriendo fuerza y aceleración, hasta convertirse en la transformadora del mundo que, en muchos aspectos, se había mantenido prácticamente inmóvil a lo largo de siglos. La vieja Europa había descubierto un nuevo sistema económico y estaba dispuesta a ponerlo en práctica a toda costa. Este naciente contexto es la gran máquina que todo lo transforma. Un nuevo lema se había adueñado de la sociedad “sin industria no hay progreso, y sin ferrocarril no hay industria”. Los diferentes estudios sobre la historia económica de España coinciden en señalar la tardía, desigual y problemática incorporación de España al proceso de industrialización. Curiosamente, podríamos parafrasear los anteriores términos refiriéndonos al transporte y, por consiguiente, al comercio; dos actividades indisolublemente unidas e imprescindibles para el crecimiento de la economía. El hecho comercial es tan antiguo que se pierde en el tiempo, seguramente su origen se sitúa aproximadamente en el momento que el ser humano se hace consciente de que, lo que a él le sobra, le puede hacer falta a otro, y a la inversa. Descubrir la posibilidad y los beneficios del intercambio fue un avance esencial y definitivo para la supervivencia y desarrollo del hombre en la tierra. A medida que las sociedades se van consolidando y dotando de una estructura social más amplia, el intercambio aparece como una necesidad cada vez más ineludible. Así, las zonas geográficas conocidas en cada momento son surcadas por rutas comerciales, a través de las cuales, desde la más remota antigüedad, los comerciantes de la época transportan todo tipo de mercancías susceptibles de ser vendidas. La compraventa, se basa en el hecho incuestionable e ineludible de la imposibilidad de autosuficiencia de las colectividades. La prueba más evidente de lo que acabamos de exponer es el impresionante recorrido y expansión que, desde sus lugares de origen, y en un periplo que se extiende a lo largo de los siglos, han hecho los más diversos descubrimientos técnicos, tejidos, bienes de todo tipo, plantas, costumbres etc. Un ejemplo representativo de lo que acabamos de decir es la caña de azúcar que, desde Oriente, completa la vuelta a la tierra, al ser llevada al Nuevo Mundo por los descubridores españoles. De tal forma, el comercio va ganando importancia hasta convertirse en una actividad imprescindible, que empuja a la gran aventura de los descubrimientos y posterior colonización de grandes zonas que, o bien eran desconocidas, o simplemente consideradas de menor importancia. El hecho del intercambio, se contempla como sector trascendental e inevitable para el desarrollo económico. Este planteamiento inicial, se va afianzando a medida que la Revolución Industrial se expande. El proceso revolucionario no se circunscribe exclusivamente a las manufacturas, sino que abarca y comprende todas las actividades productivas, formando un conjunto único, que si bien está integrado por tres sectores, ninguno de ellos es independiente al estar interrelacionados por el intercambio, que es consecuencia de la mutua necesidad de cada uno de los otros dos. Así pues, la Revolución Industrial, que se lleva a cabo en gran parte gracias al capital acumulado por el comercio, se encarga, a su vez, de convertirlo en uno de los ejes esenciales del nuevo sistema económico. Que es así, lo 24