suelo, ni mancharía la tierra. Existían unas canales, un destino para el líquido y los coágulos que se desplazaban dentro de él. Todo se preserva, todo se usa, solo se pierde justamente la cuestión que más interesa al lenguaje, el sonido de las vacas al morir, ese código a partir del cual lográbamos cambiar un poco nuestras vidas, repensar de algún modo en qué consiste la sensibilidad. Esa muerte silenciosa de las vacas nos ha venido perjudicando, ha destruido ciertas texturas necesarias para fabular. ¿Qué les parece el tema de los mataderos? Lo he visto en cuadros extraordinarios de Francis Bacon, los cuartos de las reses que aun parecen gotear la sangre en la pendiente que forman esos ganchos. Las reses nacionales en sus reprimidas expresiones nos han llegado a través del espíritu de Zarza. En par de ocasiones he pasado por los mataderos, en comunión con los coágulos, con esa porción ennegrecida y discriminatoria. Del matadero preservo los quejidos en su exacta demolición.
Ricardo Alberto Pérez
Arácnidos
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