No se había cumplido el primer año de gobierno cuando estalló la guerra, el nerviosismo reinaba en cada hogar, la incertidumbre de las familias sus tristezas, se reflejaban en los rostros de hombres y mujeres que con desazón sabían del inexorable des vértebra miento familiar, todos los hombres fueron en listados por el gobierno, situación similar efectuaba la oposición que sin ningún miramiento sumaba adeptos unos por la fuerza y otros voluntariamente engañados por sus patronos que multiplicaban mentiras y vejámenes en contra de la autoridad gobernante, la guerra termino diez años después, en el extenso territorio de Zárate solo se veían viudas, con caras tristes, frecuentando de manera diaria las iglesias, expresando tristezas y desengaños, la curia reconfortaba a sus creyentes recurriendo a la divinidad, diciéndoles que la confrontación de los hermanos se debía a designios divinos, que todo era voluntad de Dios, que estaba enojado por la desviación del camino reglado dictado por la divina providencia. En los diez años que duro la guerra en la provincia de Zárate, de confrontaciones, de guerra fratricida, inerte, Genaro Montiel jugo un papel muy preponderante y sanguinario, al cual le temían por su ferocidad y sevicia como trataba a sus enemigos, quien caía en sus garras pocas oportunidades de vida tenía, debido a su fiereza que mostraba porque se ufanaba de estar bendecido, por ser el guerrero de Dios, siempre iba al frente sin mostrar compasión con los vencidos porque consideraba que los del bando contrario era los defensores del mal, en una de esas batallas Gerardo Montiel, el predestinado, el ungido perdía un brazo y un ojo, heridas que se le infectaron dejándolo ciego, afectándole la medula espinal que le afecto el movimiento de sus extremidades inferiores dejándolo inválido, abandonado por su propia tropa, en un hospital de caridad, en este sitio permanecía quieto como alma en pena, enajenado totalmente del mundo que lo rodeaba, con su mirada fija en la viga principal de la sala blanca pintada con cal, que le recordaba su seco olor, ya que era unas de las sustancias que ordenaba emplear contra los vencidos para que les echaran en los ojos y gargantas para ahogarlos y no gastar en balas. Simón de la casa, no había dado su primera clase formal cuando estalló la guerra, como ciudadano en ejercicio fue reclutado de inmediato, entrando hacer parte de la banda de guerra del ejército oficial, por su fortaleza física le asignaron la corneta y la bandera gobiernista, la cual portaba con orgullo y fuerte convicción patriota porque, gracias a la nueva constitución, había conseguido el reconocimiento como ciudadano, su disciplina y obediencia fueron ejemplo a seguir.
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