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EL NIÑO QUE NO QUERIA LA NAVIDAD
milagro de dejar de ser el niño que no quería la Navidad, convirtiéndose a partir de esa fecha en un ser especial, que tenía una gran meta en la vida, agrega orgullosamente, que llevo luz a un reino de tinieblas, donde sus padres caminaban equivocadamente al precipicio de la inequidad y egoísmo, hoy es muy feliz dando ejemplo, paliando las necesidades y angustias de los sin pan, sin esperar nada a cambio, sabe que estas conductas, siempre traen incidencias buenas y positivas a nuestras vidas. Este es mi legado culmina…
LA GRIETA
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i socorro del alma, pueblo valiente, incrustado en corazones rebeldes, anhelos de libertad, ubicado al oriente del rio Suarez, tiene una gran vista, sobre la serranía de los cobardes, muralla inexpugnable que delimita, criterios y vivencias diferentes, de hermanos con memoria, dignos y orgullosos de su pasado y de los otros que viven ignorando del cómo llegaron y como se formaron.
A principios del siglo, el de las grandes guerras, unos visionarios edificaron una hermosa catedral de paredes de piedra y mármol importado de Italia, donde todos los domingos creyentes y beatos acuden a rezar, las camándulas brillan, destruyendo pecados, que se hacen humo dispersándose en el cálido clima primaveral, terminada la ceremonia dominical, religiosamente los viejos acuden al bar, viejo Berbeo casona antigua, que de sus paredes brotan consignas de libertad, la cerveza fría corre de mano en mano, hago una pausa, limpio mis lentes, levanto la mirada y oh sorpresa a hi está la grieta maldita, la que todos temen que con su funesto aviso, a grito entero señala el camino donde si no hay mejora la catedral de todos, la hoy basílica colapsara.
Me apresuro y tomo otro gran sorbo de la fiel cerveza que me acompaña que me sabe a gloria, en momentos tristes y efervescencias pálidas. Pasa don pedro, don Carlos y don simón con gran cara de miedo y preocupación miran la grieta, y los paladares sedientos, que sin duda los animan a pedir el preciado líquido que los anima a volverse arquitectos, maestros de obra, opinadores de oficio, cae la tarde han pasado ya varias horas, miran nerviosos preguntan la hora, sus mejillas calientes, ya muy febriles les recuerdan que ya están pasados, es hora de marchar a casa, donde sus fieles esposas con sermón renovado los esperan furiosas, para desahogar en ellos diatribas hirientes que acogerán sin duda, los viejos bellacos que osaron independizarse una tarde de domingo primaveral.
Mientras tanto yo sigo en el bar, paso mi mano por el borde liso del vaso a medias que intuitivamente, giro y giro, movimiento involuntario que se torna cíclico y que me adormece, transportándome a tiempos inmemoriales, donde la vieja casona en tiempos pasados, reunió a los próceres de las primeras revueltas que en inconsciente viaje escucho sin musitar, una suave palmada me despierta del lapsus, diciéndome: despierta amigo, paga la cuenta que ya es hora de cerrar, me levanto y pago, miro la grieta, me voy preocupado de aquel lugar, me rasco la cabeza y pienso, ahora que le digo a mi amada esposa, que me espera con ansias locas de sacarme los ojos, por ser irresponsable y loco, viejo bohemio, que ama su pueblo, mi amado terruño, bonito pueblo, cuna de libertades e inspiraciones como la que hoy tuve muy de mañana, independizándome por un rato de mi fiel compañera, que me espera con su cara patibularia, por osarme un domingo a levantar el codo, en un día bello y soleado, donde hice propuestas a ese gran problema muy de todos que nos agobia, llego a la casa, la puerta se abre y me da más miedo ingresar en ella que mirar la grieta…
EL PERDON EN LOS TIEMPOS DE LA GUERRA

l sol resplandeciente de aquel domingo primaveral, anunciaba justicia, las gentes gritaban alegres y proclamaban a los cuatro vientos la libertad de Simón de la casa, los hacendados prestantes maldecían en voz baja las pérdidas que en lo sucesivo lesE generaría la llegada al poder del partido progresista, el cual en las primeras decisiones de cambio decretaba la abolición de la esclavitud.
En todo el territorio de la provincia de Zárate, consideraban nefasta la decisión de abolir la esclavitud, la cual para ellos era sin duda una de las tantas represalias que el ejecutivo nacional iba a tomar en contra de los partidarios del partido único, el predestinado por los designios divinos a portar el faro de la moral, las buenas costumbres y mantener incólumes los derechos consolidados de las gentes de bien, pero de bien adentro del averno.
Admitían que la liberación de mano de obra era injusta y contraproducente por tergiversar el orden constitucional establecido, no les hacía para nada gracia que el pueblo celebrara, en sus obtusos pensamientos consideraban que la ignorancia reinaba, se santiguaban diciendo en voz baja con gran sentimiento Dios misericordioso perdónalos porque no saben lo que hacen.
Simón de la casa, era un hombre fornido de tez morena, muy inteligente de aproximadamente un metro con noventa, el cual hacía poco había cumplido veinticinco años, era muy virtuoso sobresaliendo cada domingo en la misa dominical, siendo la voz cantante del coro de la iglesia, a toda la feligresía les agraciaba, la sensibilidad artística de Simón de la casa, además de cantar interpretaba el tiple, la guitarra, ese domingo en la plaza principal de la ciudad, de pie junto al arco principal de flores engalanado para la ocasión, con su vestido de paño inglés donado por la parroquia, su mano arriba con su sombrero negro de terciopelo de copa saludaba a la multitud, que lo vitoreaban en señal de cariño, al fondo en la esquina de la plazuela, los hacendados disociadores lo insultaban entre dientes. El cantinero Manuel Orduz amigo de farra de simón de la casa, sonreía con gran satisfacción de ver a los hacendados, rabiar y comerse su orgullo, esgrimiendo a viva voz, su añoranza por los viejos tiempos, donde reinaba la paz y el orden reglado por los designios divinos. Por conservar los beneficios, algunos hacendados se alegraron notoriamente, cuando años más tarde estallaba la guerra civil, la cual sembraba gran violencia, odio y resentimiento en la feligresía de la provincia de Zárate.
La tarde del domingo fue de celebración, los alcaldes de los pueblos aledaños, recién postulados acudieron con sus comitivas, el ron, el aguardiente y la chicha, se repartía por doquier, la población estaba alegre, ya que además el festejo cívico de la proclamación de libertad de Simón, se celebraba a la par, con el día de San José, día típico donde los labriegos exponían los productos de sus parcelas efectuando arcos con una gran variedad de animales, frutas y artesanías que comerciaban con gran entusiasmo. Simón ya libre festejaba a rabiar su nueva condición de ciudadano con igualdad de derechos que sus antiguos amos, bailaba, cantaba y derrochaba tanta energía que contagiaba a propios y extraños, la fiesta trascendió hasta la madrugada, cuando las comitivas regresaron a sus pueblos, comentaban a sus copartidarios sobre el derroche de alegría del ex esclavo Simón.
El evento de liberación de los esclavos no le hacía ninguna gracia a Genaro Montiel, hombre taimado, riguroso que defendía a ultranza los principios de propiedad, producción y abundancia, su odio visceral hacia los progresistas era tan evidente, que cuando se encontraba con alguien conocido que no comulgaba con su pensamiento se cambiaba de acera, el día de la liberación de Simón, acto público, divulgado en la comarca, se retiró a lo más alto de la montaña, a cazar, pero más que eso fue a rumiar su rabia, por el sacrilegio que el nuevo partido de gobierno les estaba haciendo, con sus reformas al viejo orden, al verdadero, al impoluto, no entendía por qué la iglesia de Zárate, patrocinaba y celebraba con la feligresía la liberación del esclavo, cantante el artista que con su voz entusiasmaba a las gentes a ir a iglesia, allá desde lo alto escuchaba a lo lejos, el sonido de los fuegos pirotécnicos.
Genaro Montiel en su ceguera política juro dar su vida por la liberación de su pueblo, se prometió a sí mismo, luchar con denuedo por retomar el poder y acabar de una vez por todas, con los enemigos del caos, estaba convencido de que el poder lo habían ganado con ayuda de satanás, por eso cambiaban todo lo correcto, para satisfacer al maligno, su posición radical, con su ignorancia política lo hacía un energúmeno.
Pasaron algunos meses y Simón de la casa como se le conocía, ejercía con todas las de la ley, su condición de ciudadano libre, desplegaba a plenitud sus derechos constitucionales, por lo que animado por sus amigos y parientes había decidido, difundir su arte; Su talento era reconocido por toda la comarca, sus dotes de artista integral, aprendido en la academia de los jesuitas, lo quería difundir, puesto que consideraba que la juventud necesitaba de esparcimiento sano, para alejarlos de las mentes bélicas que pululaban por doquier, con un pocos ahorros que tenía, alquilo un local cerca a la iglesia, donde pretendía iniciar las labores de instructor de arte, enseñando a los menores clases de guitarra, piano, bandola, tiple y canto lírico, destrezas que había aprendido de sus maestros jesuitas, quienes lo educaron y formaron en esas lides, por recomendación del párroco local mando hacer unos plegables anunciando su pequeña academia, publicidad que le fue hecha a un bajo precio en la imprenta de los hermanos Rodríguez, muy conocidos en Zárate por tener un amplio sentido de la solidaridad, en toda la provincia reinaba la paz, la alegría y un ambiente de optimismo que expresaban sus gentes, por los nuevos vientos de cambio.