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manece y un joven llora desconsolado, con su mano derecha se limpia las lágrimas, musita con rabia en voz baja diciendo: ”Malditos realistas, mil veces malditos”… Una vela de cebo asustadiza ilumina la pequeña instancia, en la pared de tapia pisada, sobresale la punta de caña brava, donde cuelga, un sombrero blancuzco, sucio y un calabazo pequeño que contiene agua, la cual se desborda a cuentagotas, por un pequeño orificio a medio tapar, una viga grande atraviesa el cuarto, de allí cuelgan viejas ropas, que emanan un olor a tabaco tierno, los ropajes colgantes se agitan por la fuerte brisa que se cuela por la pequeña ventana. El silencio reinante hace del pequeño recinto una instancia triste y lúgubre, el joven se muestra intranquilo, constantemente se asoma por las hendijas de la vieja ventana de madera, una chicharra curiosa se asoma y canta, rompiendo el monótono silencio que gobierna en el cuarto, parece que su angustia no va a acabar nunca.
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