Iván José Salazar Zaíd
Los hechos relatados a la prensa por algunos sobrevivientes.
A
escasos minutos de la partida de la “Ana Cecilia” del muelle de “La Ciega” el viento empezó a tomar fuerza violentamente y arremetía con mucha intensidad. Las olas inmediatamente crecieron y amenazaba en un principio con hacer zozobrar la embarcación. La tripulación y los pasajeros atemorizados por la tempestad que los amenazaba le exigían al capitán de la nave que se regresara porque la tormenta cada vez se hacía más peligrosa. Este señor, ignorando la petición y el clamor de la gente continuó la travesía, supuestamente pensando que su experiencia le permitiría controlar la situación, pero lo que no había tomado en cuenta el capitán era que la “Ana Cecilia” tenía una capacidad aproximada para cien personas y al momento de zarpar la piragua llevaba un exceso de pasajeros que doblaba la cantidad permitida. El hacinamiento existente, acompañado del terror reflejado en la faz de cada uno de los pasajeros llevó a que aproximadamente unas 90 personas atemorizadas se ubicaran en la toldilla de la piragua que angustiadas por la situación reinante pedían a gritos que por favor se regresaran. Su Capitán, Arturo Soto, en vista de que la situación se hacía incontrolable, quiso poner orden para evitar el caos que se avecinaba. Para ello exigió a todos los pasajeros que bajaran a cubierta porque según las normas establecidas ninguna persona debía viajar en la toldilla. Según declaraciones dadas por algunos sobrevivientes del naufragio recogidas por Panorama en su edición extra, Soto al dirigirse a la gente, para poner orden en el caos dijo lo siguiente: “ ... y el que no obedezca y no se quede quieto, se lleva un tiro...” (Panorama, 1-12-94: p. 5-11). Ante esta nueva amenaza, que no era infligida por los fenómenos naturales, los ocupantes de la motonave descendieron rápidamente a cubierta. Cinco minutos después de esto, apareció entre las sombras de la noche una gigantesca ola que arremetió estrepitosamente contra la “Ana
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