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El naufragio en detalles

Las declaraciones del celador

El celador de turno en la noche del naufragio dio a las autoridades una serie de declaraciones a las dos de la tarde del día después de los hechos. En ellas refirió textualmente lo siguiente:

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“Encontrándome anoche de guardia de 9 a 12, recibí para firmar la lista de la “Ana Cecilia”. No me dijo el celador de quien recibí la guardia que la piragua “Ana Cecilia” iba a salir ni el número exacto de los pasajeros que podría llevar. A las 10 me llegó el listero de la piragua junto con un Agente del Cuerpo de Investigaciones, con la lista para que la firmara. Pude contar en dicha lista 98 personas. Le Pregunté al listero si estaba listo para salir i me dijo que si, que todo estaba conforme. Como a las 11 de la noche llegó la novedad de que la “Ana Cecilia” había naufragado. Lo supe por individuos que iban a bordo de ella i que lograron salvar diciéndome al mismo tiempo que hablan arribado por los lados de “La Arriaga”. Uno de ellos traía un salvavidas. Terminada mi guardia entregué al celador de Turno. Le di la novedad ocurrida e inmediatamente pasé al resguardo, presentando la lista de pasajeros de la “Ana Cecilia” i puse en cuenta al oficial de la Comandancia de la novedad ocurrida.” (Panorama,9-8-37, p. 2.).

Una maleta flotante

Poco después de las 11 de la mañana del día después del naufragio, apareció una maleta flotando sobre las aguas del lago muy cerca del puerto. El dueño de un cayuco que pasaba por el lugar la recogió inmediatamente y la entregó personalmente a los oficiales del resguardo. Estos señores, al abrir la maleta pudieron observar que dentro de ella además de ropa masculina, se encontraba un revolver de cañón recortado acompañado de cinco cápsulas o balas i una libreta de apuntes que según su contenido permitió deducir a las

La gran tragedia del lago

autoridades que supuestamente perteneció a un comerciante vendedor de mercancía (ídem).

La acción de la Cruz Roja

Como dato importante es justo destacar que en medio de la aflicción que invadía a millares de personas que permanecían en dolorosa expectativa en los alrededores del muelle y malecones del puerto, se distinguieron por sus servicios prestados de asistencia a los afectados las señoritas Ana Sofía Amado, Salomé Bucobo, Ramona Granadillo y Lina Arrieta, Todas pertenecientes a la Seccional de la Cruz Roja Venezolana de Maracaibo.

El rescate de la “Ana Cecilia”

La motonave “Ana Cecilia” fue rescatada y traída a los muelles que se encontraban frente al Resguardo Marítimo. Desde allí se le trasladó a las playas del sector denominado “Boburito”. A las tres de la tarde del otro día, fue puesta a flote con la colaboración de varios obreros. Inmediatamente se le hizo una revisión minuciosa a sus dependencias. En ella se consiguieron la macabra presencia de siete cadáveres. Por lo demás, según información de la prensa supuestamente no se consiguió absolutamente nada.

El dolor popular

Muchas escenas de dolor se registraron el día posterior al naufragio en las vías públicas: madres, padres, hermanos, otros familiares y amigos de los desaparecidos recorrían angustiados los sitios donde suponían podían obtener información sobre la tragedia y el paradero de sus familiares pasajeros de la moto nave. Muchos de ellos alentaban la esperanza de que sus allegados se hubiesen podido salvar y que aparecerían de un momento a otro. Según los reporteros de los periódicos (Panorama ídem), era triste constatar ese dolor popular que se veía reflejado en los semblantes de las personas. Aún sin haberse esfumado en el ambiente el regocijo y alegría popular por la llegada de los Scouts Petit y

Carmona protagonistas de una hazaña deportiva. La tragedia vino a ennegrecer esta alegría natural del pueblo, envolviéndolo en luto general y escogiendo el corazón de todos los habitantes de la ciudad.

El dolor del pueblo fue unánime. Durante las horas de incertidumbre se observaban largas romerías de gentes que expresaban a través de gestos llenos de tristeza y llanto su desesperación. Visitaban todos los puntos del malecón, inquiriendo noticias sobre la suerte de las numerosas personas desaparecidas. Jamás se había presenciado tanta angustia colectiva como el día después del naufragio: madres dando gritos lastimeros, familiares llorosos, sobrevivientes que se quedaban como alelados sin reponerse aún de la fuerte impresión,

Modelo de ropa luctuosa, utilizado en la época, por familiares de las víctimas. Foto: Expediente Tragedia “Ana Cecilia”. Dpto. de Digitalización. Acervo Histórico del Zulia (AHZ). 2004. Otra modelo de ropa luctuosa, utilizado en la época, por familiares de las víctimas. Foto: Expediente Tragedia “Ana Cecilia”. Dpto. de Digitalización (Acervo Histórico del Zulia) 2004.

La gran tragedia del lago

personas con la vista fija en las aguas del lago, etc. En la medida en que la luz del día anunciaba el amanecer las expectativas se hacían cada vez más intensas, ahogándose la angustia en los pechos de los que sufrían por la desaparición de sus deudos queridos al no recibir noticias concretas sobre el destino que les tocó en la tragedia.

La acción de los médicos forenses

Fueron dos, los médicos forenses que trabajaron duro para poder certificar (según actas de defunción) la muerte de cada una de las víctimas del naufragio de la “Ana cecilia”: el Dr. Augusto Ortega y el Dr. Trinidad Montiel Moreno, quienes para esa época eran destacados médicos llamados “médicos de ciudad”. El Dr. Ortega era desde el año 1911 médico forense hasta el día de su muerte el 2 de octubre de 1943 y el Dr. Trinidad Montiel obtuvo su título de Dr. En Ciencias Médicas en 1898 y murió en Maracaibo el 7 de enero de 1939 (Exp. ídem).

El valor del contramaestre Cipriano Hernández

Dentro de las acciones habidas en el rescate de las víctimas, merece especial mención la bizarra actitud del Contramaestre Cipriano Hernández, quien arriesgando su vida en un pequeño bote salvavidas afrontó con denuedo la furia del lago en esos momentos, sin tomar en cuenta el peligro latente que podría brotar del descontrol que existía en la mente de los atribulados náufragos, al verlo a él y su pequeño bote como la tabla de salvación. Este valeroso marino arrebató de las fauces de una muerte segura a una cantidad aproximada de veinte personas.

El acta preventiva

El 20 de abril del mismo año, Las autoridades marítimas habían dirigido a los dueños y representantes de vapores, piraguas y otras naves que navegaban por el lago un especie de acta donde les hacían saber la obligación

que tenían de proveer de los salvavidas necesarios según la capacidad de sus respectivos barcos y de la prohibición de navegar con exceso de pasajeros. Esta acta fue firmada en calidad de conformes por 34 representantes de embarcaciones, entre cuyas firmas se encontraba la del representante de la motonave “Ana Cecilia”, pero no la del Capitán Arturo Soto.

La referida acta textualmente decía lo siguiente:

“ Los que suscriben, en su carácter de representantes de las embarcaciones (vaporcitos, piraguas, etc.) que trafican en el Lago llevando pasajeros a bordo, hacen constar que han sido notificados de la prohibición que existe sobre el exceso de pasajeros i la obligación en que están de proveerse de un número de salvavidas igual, por lo menos al de los pasajeros que permita la embarcación.” (Panorama, ídem).

Las primeras detenciones practicadas

La prensa de la época, basada en fuentes autorizadas, informaba el día después de la tragedia sobre las primeras detenciones practicadas por las autoridades relacionadas con los hechos. El Capitán de la nave “Ana Cecilia”, señor Arturo Soto fue detenido preventivamente mientras se hacían las investigaciones pertinentes. A las 10 de la mañana, el comandante del Resguardo dio de baja al Celador Carlos Luis Graterol, que se encontraba de guardia en los muelles, por faltar al cumplimiento de las ordenes sobre exceso de pasajeros. Poco después este señor también fue detenido por orden del Comandante del Resguardo.