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La política y la acción del Gobierno Nacional sobre la tragedia Los expedientes de las víctimas del naufragio de La Piragua

La política y la acción del gobierno sobre la tragedia

Al día siguiente del naufragio, el partido comunista que se encontraba en plena formación y que se desbordaba de entusiasmo aclamando una Venezuela libre, distinta a la existente que aún ofrecía una vida envuelta en las sombras del fantasma de los veintisiete años de gobierno del General Juan Vicente Gómez, se aprovechó de la tragedia y se lanzó a las calles pidiendo a gritos conmovedores auxilio para las víctimas del naufragio. El pueblo zuliano quedó todo consternado cuando las radiodifusoras locales difundieron las noticias sobre los sucesos. La izquierda para ese entonces ya había logrado arrancarle con cierta maña al gobierno dictatorial de López Contreras, ciertas libertades para el pueblo en cuanto al libre uso de la palabra y al derecho de la queja. Según opinión del Dr. Antonio Dávila, el pueblo conmovido contribuyó con largueza a favor de las víctimas, todo lo contrario sucedió con el gobierno que concurrió con su aporte obligado por las circunstancias. Para la administración y distribución de las contribuciones se creó una junta pero que estaba conformada por personas del mismo gobierno con el único propósito de vigilar y controlar sus propia contribución y que “los damnificados, tal vez debido a los gastos de la junta”... apenas recibieron pequeños donativos... “no conformes con los auxilios imaginados, según se dijo en ese entonces” (Dávila, 1954: 145). En relación a lo anterior, se podría calificar al Gobierno de López Contreras como un contribuyente privilegiado, pues el pueblo depositaba en él las contribuciones la cuales las distribuía según sus intereses, sin dar ningún tipo de explicaciones al respecto y si las daba era con cierta reserva, porque para ese entonces el gobierno venezolano era visto por el pueblo como una especie de ente superior que estaba fuera de toda sospecha y nunca estaba expuesto como cualquier individuo a apropiarse de lo indebido o a la malversación de fondos.

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La gran tragedia del lago

Para el General López Contreras en los casos de tragedias como estas, el gobierno debía asumir una posición definitiva de simple contribuyente pero con papel semejante al que cumplía en las loterías de Beneficencia Pública. Por supuesto que esta actitud del gobierno de López Contreras al asumir el papel de simple contribuyente, en sustitución de la obligación de único responsable que le imprimió Cipriano Castro para los casos de calamidad pública, era contraria a la legislación del trabajo que el mismo gobierno de López sancionó, porque esa legislación establecía que el patrono estaba obligado a indemnizar al obrero que sufriera accidentes de trabajo, por igual razón debía considerarse que el gobierno era el llamado a indemnizar en forma debida al pueblo cuando este fuese víctima de alguna calamidad, en atención a que el gobierno era el único que se aprovechaba por medio de los impuestos, del trabajo de todos los ciudadanos ( Dávila, ob. cit.: 146). Por otra parte, la posición que asumía el gobierno de López Contreras en una nación que se encontraba en esos tiempo prácticamente llena de taras y de enfermedades endémicas, donde la mayor parte de la población sufría de hambre y de miseria, era semejante a la asumida por el anterior gobierno que consideraba contraria a la autoridad su intervención directa en los casos de desastres públicos. De lo anterior se desprende, que el gobierno de turno aplicaba una mala política de socorro público, la cual era llevada a cabo por medio de la difusión de juntas, actas, acuerdos y comunicaciones que de ninguna manera dignificaban al Estado. Lo correcto hubiera sido, recurrir a su propia Ley de Presupuesto y reservar todos los años una partida dedicada exclusivamente a solventar los problemas de los damnificados en los casos de catástrofes como: terremotos, inundaciones, incendios, etc., y no atenerse a que el desposeído pueblo concurriera con su insignificante donación que en la mayor parte de los casos ni siquiera llegaba a las manos de los necesitados (Dávila, ídem).