El Avión Negro N° 7

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pensar un pais con justicia social

La cultura como motor de construcción política por Maria Elena Troncoso* Durante mucho tiempo, la cultura fue pensada como un conjunto de bellas artes, que se distinguían de todo pensar y hacer colectivo cotidiano. Esta distinción fue medular hasta mediados del siglo XX, y restringió la acción política a la promoción de las artes plásticas, escénicas, visuales, musicales, como así también a la preservación del patrimonio histórico. Con el desarrollo y el acceso popular a los medios de comunicación en el siglo XX, los gobiernos comenzaron a incorporar a la gestión cultural la regulación de aquellos medios, y en ciertos casos, alentar la producción y la sustentabilidad de algunos sectores de las industrias culturales (como fue la creación del Instituto Nacional de Cinematografía, en 1957). Este último hecho estimuló o alentó a su vez un cambio en la noción social y política de la cultura. Una definición más cercana a la antropología, como toda manera de hacer y expresarse de un pueblo; como un complejo proceso de construcción de sentido, valores e ideales que estructuran la vida social. La gestión cultural en tiempos neoliberales en gran medida redujo la cultura a un conjunto de espectáculos resonantes, que, en muchos casos, debían servir como “aspirina” para palear la marginalidad y la exclusión a la que se veían sometida cada vez más sectores de la población. Este modo de entender la gestión en cultura entonaba con la frivolidad y la espectacularidad que caracterizaba a la cultura política neoliberal.

Luego del neoliberalismo: una nueva construcción política y cultural Los gobiernos de Néstor Kirchner primero y luego Cristina Fernández de Kirchner posteriormente, generaron un quiebre e iniciaron una nueva etapa en la política cultural. Pero también en la cultura política del país. En la gestión cultural, los hechos más trascendentes hacen al papel activo del Estado, con la firme convicción de ampliar, democratizar y federalizar los procesos de creación, difusión y acceso tanto a los

bienes como a los servicios culturales y de la comunicación. Las iniciativas llevadas articuladamente por distintas áreas -Secretaría de Cultura de la Nación, Ministerio de Educación, Ministerio de Planificación, Secretaría de Medios de Comunicación y la flamante Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) entre otras- tienen por eje central vehiculizar la democratización antes señalada, a lo largo y ancho del país, revirtiendo la reducción de la cultura a mercancía privatizada, que había caracterizado a la cultura y al gobierno neoliberal. La nueva cultura política rompió con la frivolidad, la ostentación y el espectáculo. Al calor de la fuerte crisis social, política, cultural y económica de comienzos de siglo, los argentinos supimos revalorizar la política como instancia creadora e integradora, sustentada en convicciones, recuperando y adecuando a las realidades del siglo XXI las banderas históricas del peronismo: justicia social, soberanía política e independencia económica. Dejando atrás el fundamentalismo de mercado, la desregulación y la privatización como (falsas) instancias de progreso, se revalorizó la figura del Estado y la gestión pública (en sus diversos niveles) como espacio colectivo indispensable para el desarrollo económico, la creación y la protección del trabajo; la educación, la ciencia, la salud y la inclusión social; la integración regional y el respeto a los derechos humanos. Todos ellos pilares de una democracia entendida ahora no sólo formal, sino también sustantivamente, como reflexión y práctica cotidiana. Esta revalorización de la acción política (y sobre todo gubernamental) alienta y articula otro aspecto central de nuestro tiempo: el incremento de la esperanza y la participación ciudadana -fundamentalmente de los más jóvenes- en las distintas instancias de militancias, encuentros y debates colectivos en las diversas instituciones sociales: partidos políticos, sindicatos, organizaciones comunitarias, asociaciones profesionales, corporaciones empresariales.

La cultura como eje de la transformación política ¿Qué tienen en común la flamante Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el desarrollo de la Televisión Digital Terrestre (TDT), los programas Igualdad Cultural, Polos Audiovisuales y todos aquellos que apuntan al desarrollo y la revalorización del patrimonio nacional, la capacitación de los profesionales y técnicos de la gestión cultural en todo el país o la creación del programa nacional Puntos de Cultura siguiendo su antecedente brasilero? Por un lado, afianzar un nuevo modelo de país inclusivo: plural, federal, democrático, y en este sentido, promover al mismo tiempo una ciudadanía plena, íntegra –política, social, económica, cultural y tecnológica. Pero también alentar y afianzar una nueva cultura política. Un nuevo modo de comprender y hacer política en la Argentina, que acerque la gestión a la población, amplíe los ámbitos de participación y promueva nuevas instancias de formación y reflexión, revalorice la propiedad pública estratégica y reconozca la necesidad de regular el mercado, en pos del bien común. Esta es nuestra convicción, y el compromiso por lo que trabajamos día a día en la Secretaría de Cultura de la Nación. Nos sentimos orgullosos, pero también profundamente responsables, de participar cotidianamente en la transformación de la realidad cultural del país, partiendo de una noción amplia de la misma, y trabajando articuladamente con todas las áreas del Estado y los diferentes niveles de gobierno. Y al mismo tiempo, colaborando en la gestación de una nueva cultura política, cuyas banderas, renovadas, son la justicia social, la soberanía de la patria y latinoamericana, y la independencia económica. Eslabones fundamentales para alcanzar, finalmente, salir triunfantes en esta batalla cultural.

*Directora nacional de acción federal de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación.

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