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por Ivana Fantin y Erika Schuster / Página
Una usina de pensamiento neoliberal
Surgida en Córdoba en 1977 con el inequívoco propósito de proveer cuadros técnicos para la implementación de las políticas neoliberales, la Fundación Mediterránea puede jactarse de haber alcanzado sus objetivos y de sostenerse en el tiempo como proveedor de recursos humanos para la gestión del Estado, esta vez acotado a la “isla” cordobesa. El “Manifiesto” leído cuando su lanzamiento en el Colegio Monserrat ya no aparece en su página web, quizás por vergüenza a la reivindicación que se hizo del terrorismo de estado. Aunque su orientación ideológica, contraria a los intereses populares, no es posible ocultarla. Sus méritos en la construcción de un sentido común, orientado hacia la exaltación de la libertad de empresa y la no intervención estatal, cuenta con el inestimable concurso de los medios de comunicación hegemónicos.
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por Ivana Fantin y Erika Schuster
A partir del golpe de Estado de 1976, se instauró un proceso de cambios generados por el desarrollo del modelo de acumulación de capital basado en la valorización financiera. Lo que comúnmente llamamos neoliberalismo puso fin a un ciclo en el que diferentes proyectos populares buscaron el desarrollo económico a partir de la industria. Esta “revancha clasista” llevada adelante por los grupos concentrados del poder económico, impuso una profunda reestructuración de las relaciones sociales y económicas. De hecho, las políticas neoliberales provocaron que Argentina ingrese al listado de países con mayores niveles de desigualdad social producto de la concentración del ingreso, la precarización laboral y la desactivación del movimiento obrero, entre otros efectos socialmente negativos. Para ello fue imprescindible la transformación del rol del Estado que cristalizó en las reformas estructurales de los años 90, cuyos ejes fueron la desregulación y las privatizaciones. En ese proceso el Estado nacional se deshizo de su aparato productivo, de sus órganos de regulación económica, de la prestación directa de la mayoría de los servicios públicos, de gran parte de sus empleados y de cierta capacidad de decisión soberana.
A pesar del nuevo rumbo impreso desde el 2003, muchas de las consecuencias del neoliberalismo no se han logrado revertir y en Córdoba en particular se siguen delineando las políticas bajo la misma matriz. Uno de los principales actores que elaboró las políticas públicas -y lo sigue haciendo en nuestra provincia- es el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, cuyo más conocido representante es Domingo Cavallo; no es el único “técnico” que se insertó en áreas claves de la gestión durante el neoliberalismo. Si bien hoy en el gobierno nacional esta usina de pensamiento casi no encuentra interlocutores, en nuestra provincia sigue aportando sus cuadros técnicos y asesorías, además de continuar siendo la principal fuente de consulta de los monopolios mediáticos cordobeses y nacionales.
Primeros pasos mediterráneos
A partir de los años sesenta y setenta, en un mundo que comenzaba a virar hacia el neoliberalismo, un nuestro país se conformaron y desarrollaron centros privados de investigaciones en economía con orientación liberal, financiados por capitales económicos concentrados: La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) creada en 1964 por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Cámara Argentina de Comercio, la Sociedad Rural y la Unión Industrial Argentina; el Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA) fundado en 1978 y la Fundación Mediterránea, de 1977. Estas usinas de pensamiento se consolidaron en los años 90 como actores capaces de construir consenso y de incidir en el diseño de las políticas públicas, a través de asesoramiento técnico o insertándose en las estructuras de poder gubernamental. Durante esos años la Fundación Mediterránea fue uno de los que más relevancia adquirió en el espacio público, no sólo por su inserción estatal, sino también por el protagonismo que adquirió en los medios de comunicación, como actor fundamental en la construcción de un sentido común económico neoliberal.
El 6 de julio de 1977 -en el tradicional Colegio Nacional de Monserrat y con la presencia de las más altas autoridades provinciales, municipales, universitarias, eclesiásticas y empresariales del momento- surge la Fundación Mediterránea, entidad aglutinadora de importantes empresarios de Córdoba como FulvioPagani (de ARCOR), Piero Astori (de Astori- Estructuras) y José Castro Garayzabal (vicepresidente de la UIA). Todos ellos ocupaban cargos ejecutivos en la Asociación de Industriales
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de Córdoba (ADIC). Con el objetivo de darle un respaldo teórico a sus propuestas y concretar con sustento técnico proyectos de política económica, crearon y financiaron el Instituto de Estudios Económicos de la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL), cuyo director- fundador fue, por mucho tiempo, Domingo Cavallo. A su vez, la gran mayoría de sus miembros tenían formación de posgrado en universidades estadounidenses como Hardvard y Chicago, cuna del “monetarismo”, eufemismo técnico del neoliberalismo. A esta temprana relación con el ámbito internacional y los organismos multilaterales de crédito -para los cuales el IERAL muchas veces realizaba trabajos de investigación- los miembros del Instituto de la Fundación Mediterránea supieron ponerla a jugar cuando ocuparon cargos públicos, lo cual por un lado facilitaba el acceso a créditos externos y les abría las puertas a los organismos internacionales para que digiten las políticas públicas argentinas. Un ejemplo cercano de ello es el caso del economista Humberto Petrei, en su doble papel de miembro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y asesor del primer gobierno de De la Sota.
Los primeros pasos dados en su primer período dan cuenta del crecimiento que adquirieron varias de sus empresas fundadoras, como ARCOR, gracias al modelo económico implementado por la dictadura militar. En efecto, el número de socios se triplicó: de 33 en los primeros años, en 1984 ya eran 106 las empresas socias, tendencia que irá en aumento en los años democráticos. También la posición de las empresas socias cambia: al momento de su creación la mayoría no ocupaba lugares importantes en la economía argentina, para principios de los 80 de los 106 socios, 38 son empresas líderes, 12 grupos económicos y una empresa trasnacional. Asimismo, durante el terrorismo de Estado, la política de expansión mediterránea también fue eficaz, logrando nacionalizar su ámbito de influencia y tener sus primeras incursiones en el Estado. La más importante fue el nombramiento de Cavallo y todo su equipo al frente del Banco Central, en 1982. Desde ese lugar implementó medidas trascendentales para la vida económica, como la circular A 137 que significó la estatización de la deuda privada, recayendo en todos los argentinos las obligaciones adquiridas por el sector empresarial. La Mediterránea, además, reivindicaba la política de orden de la dictadura, con todo lo que eso implicaba en los años de plomo. Es ilustrativo el discurso inaugural de su Presidente Piero Astori - hoy recortado en la página oficial de la entidad- en el que señalaba: “… vivimos años de anarquía y destrucción. Hemos vivido al borde de la guerra civil y el colapso económico. Las Fuerzas Armadas asumieron la responsabilidad de la conducción de la Nación para salvaguardar la existencia misma de la patria. El gobierno ha convocado a la ciudadanía a participar en el Proceso de Reorganización Nacional mediante un diálogo constructivo. La decisión de formar la Fundación Mediterránea es nuestra contestación afirmativa a la convocatoria”.
Por otro lado, el propósito de la entidad de difundir ampliamente sus lecturas de la realidad y sobre todo sus propuestas de política pública fue claro desde sus inicios y se concretó en noviembre de 1977, cuando Piero Astori compró el diario “Tiempo de Córdoba”. Avanzada la democracia, ya no hizo falta poseer un diario, La Voz del Interior se convirtió en fiel reproductor del discurso mediterráneo.
Sinuoso pero ascendente camino en los gobiernos democráticos
Ante el franco retroceso de la dictadura, la entidad trató de despegarse del gobierno dictatorial del cual fue parte. Este alejamiento final y su permanente estrategia de presentarse como técnicos sin intereses políticos le permitió reposicionarse en la transición a la democracia y los años posteriores. Al mismo tiempo, fue tejiendo lazos con los nuevos gobiernos y su apartidismo le permitía a algunos de sus miembros acercarse al Partido Justicialista a nivel nacional, mientras otros formaban parte del gobierno radical cordobés.
Particularmente en Córdoba, la relación
con la UCR local, era de larga data. El economista Jorge Caminotti, integrante del instituto de Investigación mediterráneo, se desempeñó primero como Secretario de Comercio Exterior y luego como Ministro de Economía y Hacienda en las administraciones de Angeloz, siendo reemplazado en el primer cargo por el vicepresidente del Grupo ARCOR, José Alberto Giai. Por esos mismos años, a nivel nacional, Domingo Cavallo incursionaba nuevamente en un cargo público, pero esta vez de la mano del Partido Justicialista cordobés, comandado por ese entonces por José Manuel De la Sota. El fundador del IERAL consiguió, en las elecciones del 6 de Septiembre de 1987, ingresar al Congreso de la Nación como diputado por Córdoba.
De esta manera, su “entrismo” en los partidos políticos y en áreas estatales se fue intensificando. Al mismo tiempo que las asesorías técnicas fueron teniendo cada vez mayor injerencia en el diseño de políticas públicas. Así es como, hasta mediados de los 90, se implementó el Programa de Asistencia Legislativa (PAL), publicación gratuita dedicada a revisar proyectos de ley en curso e impulsar proyectos de legislación general, dirigida a los legisladores. El PAL era financiado por el Centro Internacional para la Empresa Privada (CIPE) -cuyos recursos provenían de las arcas del Congreso estadounidense- que calificó al programa desarrollado por la Mediterránea como uno de los tres casos más exitosos de América Latina. Cada vez era más claro que la Fundación Mediterránea era la mejor alumna de los organismos internacionales en la materia política económica neoliberal.
Con el menemismo la “colonización” del Estado fue total, ya que cada funcionario entraba acompañado por técnicos que ocupaban líneas medias de gobierno. Hartamente conocido es el caso de Cavallo primero al frente de la Cancillería, cargo que le permitió poner a jugar su red de relaciones en el extranjero, especialmente con los Estados Unidos, fortalecidas por la Embajada en ese país a cargo de Guido Di Tella. Luego, en 1991 como Ministro de Economía, lugar desde cual consolidó el régimen de acumulación financiera y transformó profundamente a la Argentina a partir de la implementación de la convertibilidad. Cada una de las medidas económicas impulsadas por Cavallo eran sostenidas y defendidas en las publicaciones e intervenciones mediáticas del IERAL como las únicas opciones válidas para la estabilidad económica. Esta defensa del neoliberalis-
Mestre en un acto de la Fundación Mediterránea

mo continuó aún después del alejamiento de Cavallo del gobierno menemista.
Córdoba ¿la isla mediterránea?
Si bien todas las fichas de la Mediterránea estaban puestas a nivel nacional, para nada descuidaron a su provincia originaria y poco a poco sus demandas de privatizaciones, desregulación económica y achicamiento estatal, argumentados desde una supuesta necesidad de “modernización”, “inserción global” y “eficiencia”, fueron teniendo eco en los gobiernos cordobeses.
A pesar de la temprana sanción de la ley de reforma administrativa, algunas concesiones privadas, el vaciamiento de la banca pública y de la aprobación de una ley de emergencia que permitió un importante ajuste, en el período angelocista son pocos los rastros de una reestructuración neoliberal profunda. Fue el gobierno de Ramón Mestre el que implementó un drástico recorte de la estructura y funciones estatales, llevó adelante la primera privatización completa de un servicio público cordobés (el agua) y todo ello con fuerte represión de la protesta social. Algunas de estas medidas fueron recomendadas por el Banco Mundial en una misión técnica en nuestra provincia y el investigador del IERAL Juan Zapata fue elegido por Mestre para manejar la Secretaría de Asistencia para la Reforma Estatal. Así, el último gobierno radical cordobés fue de transición
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Mestre en un acto de la Fundación Mediterránea
hacia el desguace del Estado en nuestra provincia, que cristalizará en las reformas estructurales del año 2000, de la mano de José Manuel De la Sota.
De la Sota: neoliberalismo mediterráneo en estado puro
Hacia finales de la década del 90, cuando el neoliberalismo mostraba sus síntomas de agotamiento y el gobierno nacional de la Alianza reforzaba la exclusión con la escandalosa ley de flexibilidad laboral, tan recomendada por la Fundación Mediterránea, en Córdoba la coalición del peronismo con la UCD (Unión de Centro Democrático) prometía llevar adelante las tan postergadas reformas del Estado. Los socios más importantes de la Fundación Mediterránea no ocultaban su satisfacción. El titular del Grupo Roggio, días antes de la asunción de De la Sota, decía: “Tengo la impresión que De la Sota va a ser receptivo a propuestas que haga el IERAL” (La Voz del Interior, 7/07/99 10A). También el monopolio mediático cordobés lo preveía jubilosamente: “Luego de ‘jugar en la grande’, al IERAL le queda ahora la esperanza de aplicar sus recetas reformistas en Córdoba, que tradicionalmente fueron rechazadas” (La Voz del Interior, 7/07/99. 7A). Mientras tanto en el Estado provincial se reciclaban ex funcionarios menemistas, formados en el IERAL, como Juan Schiaretti, Osvaldo Giordano, Humberto Petrei y otros técnicos insertos en las segundas líneas provinciales.
Con ese plantel José Manuel De la Sota, diez años después de las reformas estructurales del Estado nacional y a menos de dos años del estallido de la crisis el 19 y 20 de diciembre de 2001, logró impulsar las leyes del “Estado nuevo” que, bajo la máscara de la eficiencia estatal preveían las privatizaciones de EPEC, el Banco de Córdoba y el juego, la venta de los bienes inmuebles del Estado provincial, el control del gasto público y el uso del crédito externo para llevar adelante planes de obras públicas y de reestructuración administrativa. Esto último es lo que le permitió al delasotismo jubilar anticipadamente a gran parte de los empleados públicos, cuya consecuencia inmediata fue la desfinanciación de la Caja de Jubilaciones. A su vez, estas normativas siguen vigentes y son el amparo legal para la venta de los inmuebles provinciales, el manejo de los fondos del juego en manos privadas, el siempre latente intento de privatización de EPEC, la tercerización del cobro de impuestos y el indiscriminado endeudamiento de la provincia, por nombrar sólo algunas de las políticas que mantienen a Córdoba subsumida en el pozo neoliberal, a contramano de lo que sucede a nivel nacional.
La Fundación Mediterránea es parte de nuestra historia reciente, pero sobre todo de nuestra realidad actual en Córdoba. Desde su creación esta entidad logró posicionarse como un actor de consulta ineludible no sólo de los gobiernos sino también de los principales medios de comunicación. La construcción de un discurso tecnicista y antipolitico, similar al de la prensa “independiente y objetiva”, que comenzó con la dictadura pero se reforzó con el menemismo y en su versión cordobesa el delasotismo, le permitió a esta usina de pensamiento liberal construir su legitimidad y con esto incidir en la definición del rumbo económico de la Argentina en los últimos 30 años. Aunque hoy las transformaciones realizadas por el proyecto nacional y popular nos demuestran que a nivel nacional la Mediterránea tiene poca cabida; las operaciones cotidianas de La Voz del Interior, las medidas de De la Sota y los cacerolazos en el Patio Olmos dan cuenta de que en Córdoba todavía nos queda mucho camino por recorrer y muchas disputas para dar en nuestra provincia si queremos que la Mediterránea pase a la historia en nuestra provincia.