¿EL REGRESO DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA? YPF sugirió un reencuentro entre expresiones político partidarias con pasadas intensidades políticas. El kirchnerismo propuso y la UCR y el FAP apoyaron. El PRO votó en contra. Lo mismo hicieron un radicalismo oligárquico y un progresismo combativamente anti peronista. En un caso se actuó en representación de clases y tradiciones nacional-popular democráticas. En el otro se actualizó al viejo liberalismo conservador. Unos y otros actuaron con coherencia social e histórica. por Sergio Tagle La Argentina dio otro paso en su tránsito hacia una sociedad pos-neoliberal. La recuperación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) torna aún más evidente el carácter de “programa estratégico” que tuvo el primer discurso de Néstor Kirchner como presidente. Lo que dijo ese día y antes, en la campaña electoral, tenían las señales de lo que haría y de lo que ocurriría en los próximos años. En 2003 ya estaba cifrado el comienzo de un tiempo en el cual la Casa Rosada dejaría de gerenciar intereses del capital financiero especulativo. Dicho con otras palabras: se (re) iniciaba una época en la cual la política volvía a ser “Historia del presente y la Historia política del pasado”. En tanto historia actual, la política volvió a ser espacio de lucha entre proyectos estratégicos. Cuando el presente es tensado por esta pugna, el pasado vuelve a asomar como referencia para evaluar
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la escena contemporánea. El kirchnerismo emergió como la “actualización doctrinaria” y política del peronismo ante a los desafíos del Siglo XXI. Sus dirigentes y militantes pueden rendir cuentas a la tradición histórica de la cual provienen y, al mismo tiempo, al campo social que aspiran a representar en el plano político. El kirchnerismo permitió la reconciliación del peronismo con su propio pasado. La votación favorable a la recuperación de YPF fue un hecho puntual que significó lo mismo o algo parecido en el radicalismo y en el progresismo hoy expresado en el FAP, el Frente Amplio Progresista. Cuando el radicalismo dice que apoya la re-nacionalización de YPF se reconcilia con su propia historia, con Yrigoyen, con Mosconi, y también mira y escucha abajo antes de levantar la mano. Y lo propio hace el Frente Amplio Progresista, entre cuyos antecedentes inmediatos figura la alianza con la derecha en el llamado Grupo A del año 2010. Radicalismo y FAP, en esta oportunidad, no escuchan ni al poder económico ni al poder mediático. El radicalismo y el progresismo dejaron de mirar para arriba antes de actuar. Bien puede que en el futuro inmediato esta tendencia se revierta. De todos modos, cuando estas dos fuerzas aprobaron la expropiación de Repsol, dieron un paso hacia el fin de la crisis de representatividad política. Esto ocurrió pocas veces: en la sesión por YPF y con la aprobación de otras leyes posteriores vinculadas a derechos civiles. Entre 2003 y la actualidad, el radicalismo y el centro-izquierda institucional abrevaron en las tendencias más conservadoras de sus respectivos pasados. La UCR institucional fue la voz de un republicanismo liberal conservador que requiere el poder económico y corporativo en la transición posneoliberal. El rincón de los pensamientos bienintencionados de la nación neooligárquica fue ocupado por el progresismo. La derecha muestra coherencia entre su pasado, su presente y anhelado futuro:
hace uso del poder mediático para sustituir la ausencia de liderazgos con ascendencia sobre masas. Desde allí desestabilizó, intentó co-gobernar y aún gobernar. Su solitario (o poco acompañado) rechazo a la reestatización de YPF hace su aporte a poner las cosas en su lugar: la soberanía nacional subordinada a la rentabilidad de una empresa mundializada, esto es, la derecha argentina, volvió a ser minoritaria. El consenso parlamentario masivo a favor de la recuperación de YPF, alcanzado con el voto afirmativo de radicales y progresistas, constituyó un hecho puntual que –de profundizarse- progresaría hacia el inicio del fin de la crisis de representatividad y del quiebre con sus tradiciones y símbolos históricos por parte de fuerzas políticas democrático-populares.
Felices Pascuas La crisis de representación estalló en diciembre de 2001. La recomposición de los lazos entre política y sociedad comenzó en 2003 aunque es un proceso todavía en curso. Consistió en una “delegación hacia arriba del mandato obtenido abajo”. El pueblo votaba representantes que, una vez elegidos, se liberaban del mandato de sus electores y pasaban a representar a factores de poder. En este sentido, es erróneo pensar que “no representaban a nadie”. El problema era que sí representaban, pero a quienes no debían representar. Esto ocurrió cuando el “Felices Pascuas” de Raúl Alfonsín, en 1987. Ese día el entonces Presidente se comprometió ante una Plaza de Mayo repleta. Su compromiso era ejercer el poder de la democracia sobre los amotinados. Este también fue el mandato de la multitud allí reunida. Partió en helicóptero, volvió, dijo “la casa está en orden, felices pascuas”, la muchedumbre se retiró y al otro día se enteró de la ley de de obediencia debida (con el antecedente de la ley de punto final que había sido sancionada en diciembre de 1986). En este caso, Alfonsín recibió un mandato popular. No podría decirse que en ese