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por Haide Giri / Página
Los Jóvenes como protagonistas
por Haide Giri
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Cuando observamos retrospectivamente la historia del peronismo, surgen claramente cuáles fueron los ejes principales del primero y segundo gobierno del general Juan Domingo Perón. Aparece Eva Perón como figura excluyente de cualquier otro protagonismo que no sea el de Ella y el Pueblo: la Fundación que llevaba su nombre, las miles y miles de personas incorporadas al trabajo, fuente de toda dignidad y justicia; las mujeres que pasaron a engrosar con sus habilidades y capacidades lugares nunca pensados para ellas: fábricas textiles, frigoríficos, oficinas, hospitales, el padrón de ciudadanía que les permitió elegir y ser elegidas; la niñez y la ancianidad, protegidas en toda su dimensión en la Constitución Nacional reformada en 1949; las medidas tomadas desde el Estado como garante de la armonización entre los distintos sectores, como por ejemplo la discusión salarial entre los obreros organizados y la patronal.
De eso y muchísimo más podemos hablar o escribir hasta el cansancio, pero hay una mirada, un sesgo fundamental en ese horizonte de aquella Nueva Argentina que creo, , humildemente, no ha sido difundido: en esa etapa fundacional, Perón y Evita fueron acompañados por todo el Pueblo, es cierto, pero ese Pueblo trabajador estaba compuesto mayoritariamente por jóvenes, jóvenes hombres y jóvenes mujeres que fueron convocados al trabajo en blanco, a los colegios técnicos, a las escuelas industriales, a los lugares de servicios como el Correo Argentino y Los Ferrocarriles, al auge de YPF, a la valorización del deporte como parte de la Identidad Argentina; en realidad, fueron convocados a la construcción de la dignidad.
Hombres y mujeres que comprendieron que les estaban dando todos los derechos pero con todas las obligaciones.
En las grandes convocatorias a la Plaza de Mayo, la mayoría eran jóvenes. Siempre fueron los jóvenes los que acompañaron los grandes cambios. Y siempre fueron las mujeres las que salieron a pelearle a la vida. Cuando miramos las fotos de mitad del siglo pasado, vemos los mismos rostros que los de mi generación setentista, o los de la actual generación del bicentenario. Cada vez que un modelo político fue popular y nacional en la Argentina, lo puso en manos de quienes debían resguardar su propio futuro: los jóvenes.
Los jóvenes y su militancia en todos los ámbitos, en las organizaciones políticas, en instituciones sociales, partidarias, estudiantiles, sindicales, cooperativas, sociedades de fomento y tantas otras. Y no ha sido casual que siempre se produjeran quiebres generacionales instrumentados desde el poder cipayo y apátrida que viene socavando nuestra identidad nacional desde 1810 a la fecha.
A los de mi generación nos atravesó otra historia, otras luchas; teníamos que pelear para traer al General Perón a la Argentina, a la Patria que tuvo que abandonar con un exilio de 18 años. Los gobiernos de facto se fueron sucediendo entre parodias de gobiernos democráticos con el peronismo siempre proscripto y la anuencia de los demás partidos políticos. Gobiernos que dejaron cesantes a miles de trabajadores y sin asistencia a millones de niños y ancianos a los que se contenía desde los hogares escuela y los hogares de ancianos. A todos y todas aquellos que habían sido incluidos desde las políticas de justicia social y acompañaban al peronismo en las urnas, les arrebataron hasta las palabras: estaba prohibido en todo el territorio argentino mencionar las palabras Perón, Evita, Justicialismo, Peronismo.....En esa época, para referirse a Perón el ingenio argentino inventó : ‘El que te dije’. Yo creía que ése era el nombre de Perón: El que te dije. Así crecimos los de mi generación, con un vacío de palabras y conceptos referidos a la historia inmediata. Si decíamos Perón, algún adulto decía shhh......miraba para todos lados, nos tomaba del hombro y nos decía al oído “no se puede decir esa palabra, está prohibido”. El rock, los hippies, la época nos acercó a los graffiti de Francia ‘68, al maravilloso ‘prohibido prohibir’; nos volvimos transgresores de lo establecido como “usos y costumbres”, leímos todo lo que los militares habían quemado o sacado de la circulación literaria.
Tuvimos acceso a través de la Unidades Básicas o los Sindicatos, a los libros que muchos compañeros habían escondido en los patios de sus casas, los grandes y gordos libros del I y II Plan Quinquenal, La Razón de mi Vida y todos los discursos de Evita y del General. Recuerdo que gracias a la omnipotencia de los militares de entonces compré varios libros de Perón en la Biblioteca del Círculo Militar frente a la plaza San Martín en el selecto barrio de Retiro. ¡Comprábamos Conducción Política y Apuntes de historia militar, los libros de Perón bajo sus propias narices! Nos organizamos en distintas “orgas” y con la pasión y la impronta de la juventud nuestras vidas eran militancia pura. Éramos miles los cuadros políticos de toda la Argentina. Manteníamos un contacto directo y cotidiano estudiando y debatiendo; la verticalidad era absoluta y sin cuestionamientos. El que no estaba de acuerdo....se iba.
Militábamos en el trabajo, en la escuela, en la universidad, en los sindicatos, en la calle. Entre los tantos sucesos importantes, hubo uno en particular que entrelazó distintos eslabones en la construcción de una gesta que lo tumbaría a Onganía: El Cordobazo.
Esa fue la etapa de juventud de mi generación.
Perón nos instruía con directivas grabadas en cassettes en España y traídas por los compañeros. En aquella época veíamos incansablemente la película La Hora de los Hornos de Getino y Solanas en cines montados en el patio de alguna pensión, en sindicatos o en una de esas enormes habitaciones de las casas “del clínicas” .La pantalla siempre era la sábana de algún estudiante. A veces trasladábamos todo el equipo a los barrios y entre mate y mate pasábamos las cintas que nos traían a Perón de carne y hueso, su voz tan particular hablándonos a todos y derrumbando distancias.
Así construimos nuestro relato de luchas, compromiso y convicciones.
PENSAR UN PAIS CON JUSTICIA SOCIAL
Creíamos en la utopía del Pueblo al Poder a través de Perón. Fue muy duro despedir al Jefe cuando murió. No había ningún rumbo claro. Sólo sus palabras de que “para un argentino no había nada mejor que otro argentino” y “mejor el tiempo que la sangre”. Su muerte marcó un quiebre en lo político institucional y, aun siendo el Gobierno de Isabel Perón la continuidad legal de la democracia, los grandes desencuentros nacionales sin resolver fueron los protagonistas del golpe de marzo de 1976. A partir de allí fuimos devastados, desmembrados, arrasados como generación: nos mataron 30.000.
En octubre de 1983 en el marco de una campaña electoral fuertemente polarizada entre el PJ y la UCR, en el escenario del acto de cierre del Peronismo, frente al Obelisco, se ofreció a la vista de todo el Pueblo Argentino la quema de un ataúd con los colores de la Unión Cívica Radical. Veníamos de una historia reciente plagada de muerte y violencia en la Argentina como para ignorar semejante gesto: fue visto en forma muy negativa por la opinión pública y allanó el triunfo de Raúl Alfonsín.
Una gran cantidad de jóvenes de clase media que asomaban a la política con su primer voto se sintió convocada por el candidato radical. Fue la generación educada en el “no te metás”, la que no conoció ni atisbos de militancia, la que fue educada conceptualmente en la idea de que “la política solo trae problemas”, la que encontró en el líder radical una figura paternalista, de clase media, que los contenía y no los llevaba al escenario en el que transcurrió la Argentina desde 1976 hasta el advenimiento de la Democracia. Era habitual escuchar que el radicalismo era la salvación y el peronismo era el caos. Los actos radicales se llenaban de miles de boinas blancas y banderas rojas y blancas. En el contexto nacional, esa fue la primera gran movilización de jóvenes y simpatizantes radicales: el sueño de ser protagonistas y custodios de su futuro. Un domingo de pascua de 1987,desde el balcón de la Casa Rosada, Alfonsín dijo: “Felices Pascuas, la casa está en orden”. La gente festejó, pero se produjo un quiebre. Para muchos, esto marcó el principio del fin del gobierno radical.
Estoy convencida que siempre fueron los jóvenes los que participaron cuando se puso en sus manos a la política como herramienta de construcción.
Hasta la muerte de Néstor no había una visibilización clara de quiénes éramos los actores que estábamos comprometidos con el Modelo Nacional y Popular.
Los actos, las movilizaciones, no mostraban la realidad de lo que estaba aconteciendo en el alma de la Argentina: nuestros jóvenes. De qué manera, cómo y cuándo Néstor se había apropiado de sus corazones, de su inteligencia y su fervor, estoy segura que solamente él y ellos lo sabían. Ese acontecer había pasado por delante de nuestras narices y no nos habíamos dado cuenta.
Esta generación del Bicentenario, como le gusta decir a nuestra Presidenta, son los nietos de los millones de nuevos jubilados y de los viejos jubilados a los que se les aumenta por Ley sus haberes dos veces al año; son los millones de nuevos trabajadores que pueden darle de comer a sus hijos en la mesa familiar; son el resultado de la Rueda Solidaria de Inclusión a través de todos los Programas Nacionales; de las madres y padres que cobran la Asignación Universal; son los que nacieron con la asfixia por el FMI y que han podido respirar un aire Argentino y soberano; son los que estudian sabiendo que nuestro país está creciendo y tendrán empleo; son los que saben que la empresa familiar prospera; son los hijos y los amigos de los hijos de desaparecidos que saben que en la Argentina se juzga a los genocidas con las herramientas de la Justicia; son los que pintan los colores de la bandera en sus camisetas, en sus gorras, en las zapatillas; los que saben que las Islas Malvinas son argentinas y no les importa el dólar y menos el euro; son los que llegaron de a miles a la Casa Rosada para despedir a Néstor, su amigo. Son los militantes de distintas organizaciones que han comprendido la consigna de Vélez: Unidos y Organizados. Concepto del general Perón que la Presidenta eligió para la convocatoria, que tiene un fuerte contenido ideológico, pero no partidario, y que va dirigido a todos los argentinos para que nos pongamos de pie desde todas las pertenencias políticas, para defender lo nuestro, lo conseguido con mucho esfuerzo. La Patria Argentina, como protagonista principal de la Patria Grande Latinoamericana.
Es un llamado a Todo el Pueblo Argentino, mensaje en el cual les pide a los jóvenes que sean custodios de este Modelo de Vida. Quiere decir: participen, que hoy están siendo custodios de su propio futuro y el de las generaciones venideras. Esto, los jóvenes, lo saben. Soy una privilegiada por ser de la militancia setentista y seguir militando con la militancia del bicentenario. Soy una privilegiada por verme reflejada en cada joven, por caminar con ellos, por seguir comprendiendo a la Política como el arte de lo posible y por saber que Evita, Perón y Néstor viven en cada joven de esta Nueva Argentina.