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Perón y José Peter

por Pablo Torres

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Para entender mejor las causas de la histórica movilización popular del 17 de octubre de 1945 (*), en la que miles y miles de trabajadores del Gran Buenos Aires se movilizaron y colmaron la Plaza de Mayo para exigir la liberación de Juan Domingo Perón, es necesario conocer episodios como el que involucra a José Peter y los obreros de la carne.

Empecemos, primero, haciendo un repaso por la historia de José Peter. Este militante del Partido Comunista y líder sindical de larga trayectoria nació en 1907, en la provincia de Entre Ríos. En el año 1923, ya en Buenos Aires, empezó a trabajar en uno de los más grandes frigoríficos de la época, el Anglo de Zárate, y se inició en las lides de la lucha sindical en el año 1927, mientras trabajaba en el frigorífico Swift Armour S.A. de la misma localidad. Fue el responsable del surgimiento de los sindicatos de la carne de Berisso y Ensenada, los cuales servirían luego como pilares sobre los que Peter fundaría la FOIC (Federación Obreros de la Industria de la Carne), tras varios años de duro trabajo, en los que Peter recorrió cada frigorífico y habló con cada uno de sus compañeros para tal fin.

Llegó a formar parte como vocal del primer Comité Central Confederal de la Confederación General del Trabajo, en 1939. Al año siguiente, Peter y otros dirigentes comunistas fueron separados, al agravarse el enfrentamiento entre socialistas y comunistas en el seno de la CGT.

Hasta el mismo Domingo Mercante supo reconocer las cualidades de este líder sindical: “Una simple revista de las adhesiones de los obreros de aquella época basta para demostrar que los dirigentes con mayor prestigio en el mundo sindical de 1943 eran el comunista José Peter de los trabajadores de la carne y Angel Borlenghi, el emir socialista de los empleados de comercio”.

Llegamos así al año 1943. Dos días después de ocurrida la revolución del 4 de junio, en la que los generales nacionalistas del GOU derrocan al gobierno fraudulento de Ramón Castillo, José Peter es detenido y enviado a Neuquén, a raíz de una serie de huelgas que los obreros de los frigoríficos habían lanzado por esos días.

Poco tiempo después, cuando Perón (entonces Secretario de Trabajo y Previsión) quiso discutir el levantamiento del conflicto con los obreros de los frigoríficos, éstos pusieron como condición la inmediata liberación de José Peter. En respuesta a esto, Perón logró que, al día siguiente, el gobierno trajera de vuelta al dirigente en un avión militar. Peter fue recibido como un héroe por seis mil trabajadores que lo esperaban en el Club Sportivo Dock Sud.

Quedaba pendiente, entonces, la resolución del conflicto entre los trabajadores y la patronal. Y es aquí donde se puso a aquéllos en una encrucijada, situación de la

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cual Perón saldría ampliamente favorecido. Y digo encrucijada, ya que las salidas que proponían Peter por un lado y Perón por el otro eran no sólo diferentes, sino diametralmente opuestas.

José Peter, siguiendo las directivas del PC stalinista, solicitó a los trabajadores que vuelvan a sus puestos de trabajo a seguir produciendo ya que, según sus palabras, había que evitar “dificultar los envíos de carne de los frigoríficos anglo norteameempresas sean intervenidas por el estado. Los empresarios, ni lerdos ni perezosos, aceptaron los reclamos de sus obreros.

Este hecho produjo la casi inmediata adhesión de gran cantidad de dirigentes sindicales a la figura de Perón, y el ascenso posterior de Cipriano Reyes (fundador, junto a otros, del Partido Laborista y adherente al naciente peronismo), quien poco después de este hecho fundó el Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne,

ricanos que trabajan para los ejércitos de la libertad”, refiriéndose a los ejércitos que pertenecían a los países Aliados, entre los cuales se encontraban Rusia y los EEUU. Luego se sabría gracias a los archivos del Foreign Office que Peter, a instancias de su partido, se había reunido previamente con un miembro de la embajada inglesa, al que prometió que detendría las huelgas, todo “en aras del frente anti nazi”.

Juan Perón, por su lado, optó por una salida diferente. Citó directamente a los representantes de los frigoríficos y los intimó a aceptar los reclamos de los obreros o, caso contrario, a enfrentarse a que sus logrando así desplazar del escenario a un cada vez más alicaído José Peter.

Las razones del ocaso de Peter son claras: ante los reclamos concretos de los trabajadores de la carne (salarios dignos), el dirigente comunista optó por seguir al pie de la letra las órdenes de su partido, pidiéndole a sus representados que abandonen sus reclamos en pos de lo que para ellos no representaba más que una entelequia (la lucha contra el nazismo en Europa). El acierto de Perón fue el saber interpretar los anhelos de los trabajadores y obrar en consecuencia, utilizando los medios de los que disponía para que sus demandas sean satisfechas. Los “ejércitos de la libertad”, a fin de cuentas, recibirían su carne de igual manera.

Meses después, serían los obreros de los frigoríficos quienes, junto a miles de trabajadores de otras industrias, protagonizarían aquél 17 de octubre de 1945.

(*) En 1945, el presidente de la Nación, general Edelmiro Farrell, había designado al coronel Juan Domingo Perón como Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro de Guerra y Vicepresidente de la Nación. Perón se ganó rápidamente la adhesión de las masas obreras tras importantes medidas adoptadas en su beneficio, como la Justicia de Trabajo o el pago de las vacaciones y el aguinaldo.

El movimiento sindical argentino, el más activo de Latinoamérica por esos años y conducido por socialistas, comunistas y aún anarquistas, no lograba cristalizar sus luchas en medidas concretas en beneficio de sus bases y vio en Perón a un dirigente que, desde el Estado, podía hacer realidad todas sus reivindicaciones.

El 8 de octubre de 1945 Perón fue obligado a renunciar a todos sus cargos públicos; se pretendió así abortar su proyecto político. Es detenido y trasladado a la Isla Martín García.

El Comité Central Confederal de la CGT declaró una huelga general a partir de la hora cero del 18 de octubre “como medida defensiva de las conquistas sociales amenazadas por la reacción de la oligarquía y el capitalismo”.

Pero, a pesar de ese llamado a la huelga de la CGT, las bases obreras ya desde el 16 de octubre comenzaron a organizarse, abandonando sus lugares de trabajo.

El 17 de octubre, miles de trabajadores se acercaron con sus banderas y pancartas a la Plaza de Mayo.

Provenían del cordón industrial del Gran Buenos Aires (Avellaneda, Lanús, Banfield, Quilmes).

La extraordinaria movilización popular reclamando por su líder, obligó al gobierno a liberar a Perón, quien esa misma noche salió al balcón de la Casa Rosada y saludó al pueblo que lo aclamaba.

En un párrafo de su discurso, Juan Domingo Perón dijo a la multitud: “Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores, y siempre he sentido una enorme satisfacción, pero hoy siento un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de la conciencia de los trabajadores”.

Había nacido el movimiento nacional y popular más importante: El Peronismo.

Raúl Scalabrini Ortíz escribió sobre el 17 de octubre: “Era el subsuelo de la patria sublevada. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto... eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación”.

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