aPROPÓSITO DE LA FIEBRE DEL DOLAR por Cra. Graciela Treber (*) En estas últimas dos semanas el tema del dólar ha sido llevado a las primeras páginas de los medios, ya sean ellos escritos, radiales o televisivos. Es interesante tratar de dilucidar cuáles han sido algunas de las causas, sin pretender agotar el tema en pocas palabras. Una porción de la población argentina, debido a experiencias pasadas durante periodos inflacionarios e hiperinflacionarios, tiene tendencia a refugiarse en la moneda norteamericana como resguardo del valor de sus ahorros. Luego, durante los negros años noventa – década de 1990 al 2001se estableció la convertibilidad, lo que internalizó la idea de que las transacciones podían realizarse indistintamente en pesos o dólares, y eso provocó que sea natural la equivalencia dólar –peso. Es de hacer notar que desde el 2003 a la fecha, quienes decidieron mantener sus ahorros en dólares han perdido frente a otras alternativas de colocaciones. Otra porción, muy minoritaria por cierto, tiene apego a realizar negocios financieros y obtener ganancias a partir de las fluctuaciones de ese signo monetario. Ahora bien, la gran mayoría de la población argentina centra su preocupación en otros aspectos del funcionamiento de la economía y posiblemente nunca en su vida ha visto un dólar. Esos son los sectores que quedan patentizados en la Encuesta Permanentes de Hogares, cuando encontramos que en el año 2003 el diez por ciento de los hogares más pobres recibían ingresos casi treinta veces inferiores al diez por ciento de los hogares más ricos, y hoy, que esa relación que se ha mejorado sensiblemente, es de menos de quince veces. Evidentemente, en la economía argentina se está desarrollando una puja distributiva, la cual en estos últimos ocho años ha significado un reacomodamiento de los sectores de empleo formal. Si repasamos la historia de las devaluaciones argentinas, las mismas se han desencadenado justo luego de un posicio-
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namiento más favorable del sector asalariado, y siempre han significado un deterioro final en su posición. No es una cuestión menor la participación que en esta alarma han tenido algunas medidas tomadas por el gobierno nacional sobre controles a la libre adquisición de monedas extranjeras. Tampoco es menor recordar que durante todos estos años han estado ocurriendo importantes fugas de divisas, y que ante la exigencia a los grupos empresarios de que inviertan de nuevo y fuertemente en el país, se desee enviar el mensaje de que este esfuerzo también debe ser acompañado por los ahorristas particulares, ahorrando justamente en nuestra moneda y manteniendo ese ahorro dentro del país, para luego volcarlo al flujo corriente de alguna manera a través de la bancarización, en vez de alentar la permanencia de ahorros ociosos guardados. Ya sea por medidas precautorias en función de la situación internacional, por
la intención de no disminuir las reservas y de hacerse de divisas que permitan hacer frente a los compromisos internacionales sin recurrir a aquéllas, o por la intención manifiesta de que se comience a “pensar en la moneda nacional”, el gobierno ha tomado algunas medidas restrictivas respecto a la compra indiscriminada de dólares, que se supone tienden a que quienes los adquieran puedan justificar impositivamente su facultad de hacerlo. Por otra parte, legalmente no existe hoy un desdoblamiento del mercado cambiario (por lo menos desde el punto de vista formal), y las operaciones en ese mercado pretendidamente paralelo son muy reducidas. Hoy los indicadores de la economía real, con fuertes índices de crecimiento, bajos índices de desocupación, buena situación de las reservas y bajo endeudamiento, no ameritan una situación en la que se produzcan corridas bancarias ni devaluatorias. Evidentemente, sería muy saludable e implicaría un real cambio cultural que todas las transacciones se realizaran en moneda del país, y que el dólar se reserve exclusivamente para las operaciones de comercio exterior o para quienes demostrando y justificando sus ingresos realicen viajes al exterior, tal como ocurre, por ejemplo, en Brasil. Sí se percibe una marcada intención de ciertos medios por instalar la real existencia de ese dólar paralelo, quizás impulsando que se fuerce una pretendida devaluación tal como solicitan algunos sectores, devaluación que como se ha dicho antes será siempre en perjuicio de los sectores más desprotegidos. Pensando en esa dirección, las medidas tomadas no pueden ser las únicas. Se deberán afrontar también las relativas a controlar la suba de precios y del acceso al crédito, así como una profunda reforma impositiva. (*) Contadora, ex concejal de la Ciudad de Córdoba