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convulsiones por las que la moneda atravesó en el país durante dicha centuria. De hecho, quienes vivimos en el Perú vimos desfilar en el curso del siglo pasado el cortejo fúnebre de tres signos monetarios de la nación: el de la libra peruana en 1930, el del sol de oro en 1985 y el del inti en 1991. En ningún otro siglo de la historia peruana, la mortalidad de la moneda fue tan elevada, al punto que prácticamente cada generación conoció una moneda distinta.4 Entre los siglos XVI y XVIII, el peso de plata había sido una moneda tan sólida como los cerros de la cordillera de los que brotaba el metal argénteo; la fluctuación del precio de la plata respecto del oro fue apenas perceptible (se movió entre 1:14 y 1:15 y medio), al menos para el común de las personas. En el siglo XIX, algunos temblores comenzaron a empañar la confianza en el signo monetario: apareció la moneda feble (de menor contenido de plata que lo legal), se sustituyó el peso de plata legado por los españoles por el sol y más tarde vimos aparecer y morir al sol de papel o “billete fiscal”. Lo primero fue presentado como la acción de gobiernos extranjeros vecinos (a pesar de que se sabía que también las casas peruanas provinciales de moneda habían emitido moneda feble).5 La creación del sol se justificó así como una maniobra para deshacerse de los inconvenientes desatados por la difusión del “feble boliviano”, aprovechándose el cambio para insertar en el ámbito monetario el sistema decimal patrocinado por Francia: se sustituyó así la división del antiguo peso, en 8 reales, por la del sol, en diez “dineros”, pero que la gente siguió llamando “reales” por la fuerza de la costumbre. Lo segundo quiso ser entendido por la población como las maniobras de banqueros inexpertos y aviesos, y de un Estado bisoño en entenderse con la moneda fiduciaria, en medio de una situación tan excepcional y desgraciada como fue la guerra del salitre. El siglo XX nos mostraría que lo peor estaba todavía por venir, y que no se necesitaba de enemigos extranjeros para la ocurrencia de las tragedias monetarias. Otro de los grandes sucesos monetarios del siglo XX fue el nacimiento de un banco central con privilegio exclusivo para la emisión y de una oficina supervisora de las actividades de la banca privada. Colocadas bajo el control del Estado, dichas entidades pusieron en manos del Gobierno central importantes herramientas para la conducción de la economía y la administración nacional. La mayor iniciativa que cobró el Estado en materia monetaria con la presencia de ambas instituciones, junto con la activa injerencia del comercio internacional y de organismos supranacionales en las decisiones monetarias de los
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Sin embargo, los soles tuvieron una presencia más o menos constante, puesto que durante la era de la libra continuaron su vigencia como fracción de esta, y cuando en 1991 se abolió el inti, se volvió al nombre de la vieja moneda, aunque con el añadido de la palabra “nuevo”.
5.
Véase el estudio de Magdalena Chocano inserto en este mismo volumen.
15/08/2019 11:32:10 a.m.