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en sus 450 años

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LA CASA NACIONAL DE MONEDA, DESDE 1821 HASTA LA ACTUALIDAD | 323

Memoria de Hacienda

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Capítulo 7

Monedas, billetes y sociedad en el Perú, 1826-1901

Jesús A. Cosamalón Aguilar1

Este trabajo aborda una historia estudiada desde hace mucho tiempo. Los clásicos trabajos de Alejandro Garland,2 Lizardo Alzamora Silva3 y Carlos Camprubí Alcázar,4 todos anteriores a la década de 1960, son diversas investigaciones que se han aproximado a la turbulenta historia monetaria del Perú. Sin embargo, la importancia actual de estos primeros trabajos reside en su solidez documental y su exhaustiva revisión de las fuentes disponibles, virtud que permite retomar las investigaciones a partir de los aspectos que no consideraron por no ser el objeto central de sus investigaciones. Este capítulo aborda en primer lugar la historia de la moneda metálica y del billete a partir del impacto social de su emisión y uso, desde los primeros días independientes hasta la introducción final de la moneda avaluada en oro a principios del siglo XX. La escasez monetaria, la presencia del feble boliviano, la desordenada emisión de billetes y la escandalosa debacle del billete fiscal son los sucesos de una historia tortuosa que marcaron el rumbo monetario del primer siglo de nuestra existencia como nación.

En segundo lugar, este capítulo también tiene como objetivo comprender la moneda más allá de su uso como medio de intercambio o de atesoramiento. Las

1. Agradezco la asistencia de José Manuel Carrasco Weston en la búsqueda de información para la elaboración de este artículo. 2. Garland 1908. 3. Alzamora Silva 1932. 4. Camprubí 1957.

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diversas funciones que cumplió exceden el campo de lo estrictamente económico, cuya materialidad y diseño siempre han causado una atracción casi mágica como símbolo de riqueza, de prosperidad e incluso de identidades nacionales. Por otro lado, la difusión de la moneda metálica, que rigió por más de tres siglos la economía peruana, generó prácticas y creencias que fueron desarraigadas por la circulación de billetes con gran dificultad. En el caso peruano, la incorporación del billete fiscal no fue tan sencilla, no solo por el fracaso en su administración, sino porque la moneda metálica, con un valor intrínseco fiable, desarrolló un vínculo más intenso con la población basado en el principio de seguridad del valor que se atesoraba. Por último, le dedicaremos atención a un aspecto poco estudiado: la iconografía y su relación con el imaginario de nación, difundido por medio de la materialidad de la moneda y los billetes.5

Vaivenes de la guerra y el desorden: de las monedas provisionales al sol decimal (1822-1863)

Desde los primeros años de vida independiente del Perú fueron evidentes los estragos de la escasez monetaria, expresados en la disminución del comercio y la caída de los ingresos fiscales. Las autoridades del naciente Estado no fueron indiferentes frente al problema. Por ejemplo, el protector José de San Martín intentó resolver la escasez con la emisión de monedas de cobre de ¼ de real en 1822, que tenían el sello de “provisional,” casi como el carácter de la independencia en ese momento.6 Los vaivenes de la guerra se reflejaron en su rápida depreciación, de forma que en 1827 se cambiaba por el 20% de su valor nominal. La moneda acuñada no fue la única unidad monetaria que circuló a lo largo del siglo XIX; nada más iniciado el proceso independentista y sus urgencias, el gobierno provisional aceptó la propuesta del ministro Hipólito Unanue de crear un banco de emisión en febrero de 1822,7 el cual comenzó a emitir vales de un diseño sumamente sencillo, con el objeto de paliar en algo la aguda escasez de numerario.8

5. La reflexión acerca de la materialidad de los objetos históricos se la debo a mi amigo y colega Fred Rohner. 6. Goepfert 2012. Esta moneda se depreció rápidamente; en 1827 se cambiaba por el 20% de su valor. Véase Salinas 2011b: 30. 7. Romero 2006: 360. 8. La escasez era más notoria en el interior del Perú y en la economía campesina. Véase Contreras 2015: 93.

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Ejemplar de un peso.9

La circulación y aceptación de estos billetes fue considerada obligatoria de acuerdo con decreto expedido por Torre Tagle: “el papel moneda que se ha puesto en circulación [...] se admitirá en cambio sin quebranto alguno por el valor que representa por todos los habitantes del Estado”.10 Se puede notar el voluntarismo de la medida al definir el territorio peruano como un Estado cuya demarcación geográfica aún no se conocía con precisión, pero que comenzaba a delinearse por medio de la circulación monetaria. Incluso quien cometía desacato a la medida se exponía a una pena pecuniaria repartida entre el Tesoro y el denunciante. La omisión, era, evidentemente, una prueba de su desapego por la causa patriota.11

La medida terminó en fracaso por varias razones.12 La primera fue la facilidad con la que el vale fue falsificado; la segunda fue, de acuerdo con el propio Unanue, la tradición monetaria del habitante peruano, que no estaba “acostumbrado a otras monedas que las de oro y plata, que nos dan los cerros,”13 exigiendo su extinción, a pesar de que, según él, se había manejado con enorme prudencia su emisión y se garantizaba el respaldo de los 400.000 pesos emitidos por ese medio.14 Finalmente, el billete fue emitido solo hasta agosto de 1823, logrando

9. Fotografía tomada de <http://wwwnumismacolec-cristofer.blogspot.pe/> (última consulta: 10/09/15). Véase también la excelente página <http://www.peruvianbanknotes.com/1822. html>. 10. Alzamora Silva 1932: 23. 11. Ibíd. 12. Para una historia detallada de la corta vida del billete, véase Salinas 2011a: 24-28. 13. Samuel Haigh, viajero presente en el Perú entre 1825 y 1827, señala que como no había bancos ni banqueros confiables, la gente guardaba el oro y la plata en “zurrones depositados en alguna pieza segura de sus moradas”. Haigh 1967: 23. 14. Alzamora Silva 1932: 25.

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una corta vida de poco más de un año, pero dejando una muy mala experiencia que tendría mayor vigencia, peor aún cuando la propia Casa de Moneda pagaba a los mineros con billetes endosables, razón por la cual los mineros no entregaban el metal a la institución, optando por darlo a los contrabandistas.15

También la escasez monetaria y escasa circulación se agravaban por causa de una economía en constante crisis hasta mediados de siglo, y en la que los intercambios se realizaban bajo formas tradicionales, incluyendo el pago de salarios en especies.16 Carlos Contreras considera que quizá el 90% de la población no participaba del consumo comercial, mientras el 10% lo efectuaba de manera suntuaria con el objeto de remarcar las diferencias con el resto de la población.17

La escasez de numerario era suplida por el uso de otras formas de intercambio. Un cónsul británico señaló que el moderado salario de 4 reales de los mineros se pagaba en mercaderías, valoradas frecuentemente con precios elevados;18 mientras la plata era el medio de intercambio general para las mercaderías extranjeras, agravando la escasez de monedas en el territorio nacional.19 La escasez numeraria era tan grave que una práctica muy usual de la población era fraccionar las monedas segmentándola en varias partes, para así lograr conseguir “sencillo” en sus operaciones comerciales.20 Otros negociantes se encargaban de fabricar “señas” con marcas identificables con el objeto de servir de mecanismo de intercambio, como fue el caso de los pulperos de Lima. De acuerdo con Alejandro Salinas, hasta 1859 más de sesenta locales emitían estos signos.21 Incluso, hacia mediados de siglo el conocido intelectual Juan Espinosa abogaba por la acuñación urgente de monedas de cobre, porque en el Perú:

[...] Se trueca por ajíes, huevos y otras especies, que no pueden equivaler a la moneda, ni por su duración, ni por su volumen, pues estas dos condiciones, duración y poco volumen, son las más apreciables en toda moneda, se hace indispensable sellar cobre, tanto para la economía como para la comodidad del pueblo.22

15. Salinas 2011a: 33. 16. Véase Bonilla 1975: 110-172 para una descripción de las duras y poco rentables condiciones de vida de los campesinos del interior. 17. Contreras 2012: 57. 18. “De Charles Milner Ricketts a George Canning” (1826), p. 7. En Bonilla 1975. 19.

“De Belford A. Wilson a George Canning” (1834). En Bonilla 1975: 92, 94, 106. 20. Yábar 1996: 41, 117, 119. 21. Salinas 2011a: 106-107. 22. Ibíd., p. 87. La “calderilla”, que así se llamaba a la moneda de cobre, fue muchas veces repudiada por el público. Por ejemplo, luego de la reforma monetaria de 1863 y la acuñación de sencillo en plata, nuevamente fue desechada. Lo mismo ocurrió cuando aparecieron los billetes de banco. Véase Salinas 2011a: 141, 149.

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