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Metales, amonedación y dinero

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en sus 450 años

en sus 450 años

170 | MARGARITA SUÁREZ

Se ha indicado que la primera etapa potosina de amonedación (1574-1640) estuvo caracterizada por una brecha enorme entre producción y acuñación. La escasez de circulante se reflejaría en la maraña monetaria que existió en las transacciones del reino en este periodo, que estaba compuesta de patacones (como se llamaban a los pesos acuñados de 8), pesos ensayados (moneda de cuenta con la que se valoraban las barras de plata) y una gran variedad de unidades de cuenta más. Así, las unidades monetarias peruanas, como el peso del rey o de tributos (de 12½ reales), el peso ensayado de mercaderes (de 13¼ reales) y el peso corriente (de 9 reales) eran todas unidades de cuenta, menos el peso de ocho y sus fracciones. Además, se usaban unidades monetarias de otras partes del Imperio —como los pesos de buen oro, ducados o castellanos, entre otros— como unidades imaginarias. Por último, también se empleaba como medio de pago la “plata labrada” o piñas de plata que no habían pagado la regalía al rey del quinto y se valoraban en pesos ensayados de acuerdo con su peso en marcos.

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Como he señalado en otros trabajos, en las transacciones notariales y en los libros fiscales y de mercaderes se empleaba generalmente los pesos ensayados (para valorar las barras), los pesos de 8 y los pesos de oro de diferentes quilates. También figuraban los pesos corrientes de 9 reales, pues eran la unidad de cuenta que se empleaba para convertir los pesos ensayados a pesos de 8 y viceversa. Los pesos corrientes de 9 también se utilizaron para fijar las tasas de cambio, ya que las conversiones entre las monedas no solo dependían de su valor en maravedís, sino de su valor en el mercado comercial o financiero. Así, por ejemplo, se podían reducir las barras de plata al 144% o al 150%, lo que significaba que 100 pesos ensayados valían 144 o 150 pesos de 9 reales respectivamente. Luego de ello la conversión a patacones era fácil. No obstante, si para un mercader profesional esta podía ser una tarea cotidiana poco complicada, para el común de los pobladores enfrentar este enjambre monetario era un verdadero martirio, y muchas veces eran víctimas de fraudes y engaños por ser “poco praticos y aspertos en la cuenta que les es necesario saber de las reduciones de unas monedas a otras, y del valor de cada una dellas, porque suben y baxan sus intereses a más y a menos precio en muchos tiempos del año”.33 Por esta razón, aparecieron libros como el de Joan de Belveder, Libro general de las reduciones (1597); las Tablas para la reducción de las barras, de Juan de Garreguilla (1607); o las Tablas para la reducción de las barras de plata de todas leyes, de Pedro de Saldías (1637), que eran manuales con tablas de conversión para facilitar las cuentas.34

No solo se publicaron manuales, sino que también aparecieron bancos en la Ciudad de los Reyes. Se tiene constancia de que, desde 1590, los mercaderes de

33. Belveder 1597. 34. Suárez 2014: 34 y ss., 2001: 42 y ss.

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Lima recibían depósitos en sus tiendas y hacían cambios de barras y monedas, para lo cual cobraban una cierta cantidad. Hacia 1608, ya era evidente que negociantes como Baltasar de Lorca, Juan Vidal, Juan López de Altopica y Diego de Morales funcionaban no únicamente como cambiadores de barras y pesos, sino como bancos sin licencia. Pronto se les exigiría garantías debido a la crisis de los bancos públicos de Sevilla, que desembocaría en la promulgación de la “Nueva pragmática” (1608), que sancionaba a los contratos y negociaciones que se hicieran exclusivamente con dinero en la Península. La prohibición contra las transacciones en “dinero seco” llegaron al Perú en 1610, debido a la cual estos financistas tuvieron que formalizar sus actividades bancarias frente al Cabildo y surgieron los bancos públicos.35 Algunos de ellos, como el de Baltasar de Lorca y el de Juan de la Cueva, eran parte de una poderosa red mercantil que enlazaba Sevilla y Lima, y en la que figuran la familia Corzo, la familia Mañara, Miguel Ochoa, Gregorio de Ibarra y los hermanos Cueva, entre otros.36 Utilizando a su favor el caos monetario y el poco numerario, estos bancos llevaban libros de las cuentas corrientes de los clientes y empleaban diversos tipos de vales, cédulas y libranzas, que cumplían la doble función de ser medios de pago o instrumentos de crédito. A veces las libranzas podían ser letras de cambio; otras veces eran órdenes escritas al banquero que autorizaban el pago sobre una cuenta corriente, es decir, cheques que, incluso, podían ser endosables. En otros casos, los vales podían ser pagarés, ya no sobre las cuentas corrientes, sino sobre el banco mismo, con lo cual se estaría ante la presencia de primitivos billetes de banco, que estaban escritos a mano y eran firmados por los banqueros.37 Los siete bancos que funcionaron con licencia entre 1612 y 1640 —sobre todo el de Juan de la Cueva y el de Bernardo de Villegas— agilizaron las transacciones y transferencias de dinero que eran frenadas por la insuficiencia monetaria y fueron cabezas de grandes consorcios mercantiles que atravesaron las más importantes actividades económicas del virreinato, así como las rutas del comercio intercolonial y transoceánico. Como se ha demostrado para el caso del banquero Juan de la Cueva, la mayor parte de los créditos estuvieron orientados a realizar empréstitos al Estado y, sobre todo, a fortalecer su enorme consorcio mercantil, lo cual colocaría a estas casas mercantiles peruanas en una posición ventajosa frente al comercio de ultramar.38

35. Para una explicación detenida de la naturaleza de estos bancos y por qué se les debe considerar creadores de dinero bancario, cf. Suárez 2001: 40-75 y pássim. 36. Suárez 2001: 62, Vila Vilar 2012: 183-207. 37. Suárez 2001: 111 y ss. 38. Ibíd., pp. 187-314.

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La Babel monetaria y la reapertura de la Casa de Moneda de Lima

En la etapa de monopolio de acuñación en Potosí, los discos se acuñaban con una primitiva y deficiente tecnología.39 Ya que no era difícil bajar poco a poco la ley de los pesos y barras, los funcionarios de la Casa de Moneda de Potosí comenzaron a falsificar la moneda, práctica que llegaría a ser escandalosa y dramática en la década de 1640. La detección de irregularidades casi siempre ocurría en Sevilla, cuando los compradores de oro y plata se encontraban con que las barras o los pesos no tenían el peso y ley que colocaban en Potosí, de manera que los comerciantes se veían seriamente perjudicados, pues habían adquirido las barras o monedas a otro valor. En 1615, Joan de Belveder escribió sus “Avisos de importancia” —cuya copia se halló en los papeles del Consulado de Sevilla—, en donde denunciaba que se había encontrado moneda falsa de feble en Lima cuyo fraude ascendía a más de 100.000 pesos, y no se habían tomado medidas correctivas debido a que la plata pertenecía a los oidores de Charcas. Y en 1626 se descubrió que las barras habían llegado adulteradas a España.40 En efecto, ese año se encontraron con que, por lo menos, a todas las barras les faltaban tres vellones en cada marco que llegó a Sevilla. La mayor rebaja existía en las barras criollas y en las de las minas nuevas, excepto Oruro, pero en las de Potosí también faltaban tres cuartillos por marco. El Consulado de Sevilla expresó en las misivas que envió al Consulado de Lima y al virrey del Perú que esta falta era grave, había causado mucha confusión en el comercio y que la pérdida era “intolerable”.41 Hacia 1633, el monarca envió una cédula que sancionaba esta práctica y el Consejo de Indias remitió un papel al virrey Conde de Chinchón en el que le indicaba que no había una sola moneda de plata de 8 reales que no tuviese 2 reales de cobre. La negativa de los mercaderes británicos de la India y la de los tratantes holandeses en Indonesia de aceptar moneda perulera en 1630 y 1640 sería el preludio de una catástrofe que pronto colocaría al Perú en la mira del mundo.42

En efecto, desde el siglo XVI, la moneda de plata peruana había tenido un gran valor en el mercado mundial y era el medio de pago por excelencia entre

39. Burzio 1945: 55. 40. AGI Consulados, Libro 50, n.º 2. “Avisos de importancia y del mal gobierno de oidores de las Audiencias de Yndias y robos y solapos contra la real hazienda y de particulares. Ciudad de Los Reyes, 24 de junio de 1628. Por Joan de Belveder”. 41. AGI Consulados, Libro 50, n.º 1. Carta del Consulado de Sevilla al de Lima. Sevilla, 8 de abril de 1627; Carta del Consulado de Sevilla al virrey del Perú. Sevilla, 8 de abril de 1627. AGI Consulados, Libro 50, n.º 2. Carta del Consulado al Excmo. Virrey del Perú. Sevilla, 24 de abril de 1629. 42. Giraldez 2008: 34-35.

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Europa y el continente asiático, en contraste con la devaluada moneda castellana. En Cantón durante el siglo XVI e inicios del XVII, la relación entre el oro y la plata estaba entre 1:5,5 y 1:7, mientras que en España se hallaba entre 1:12,5 y 1:14. En términos generales, en Europa la relación era 1:12, en Persia 1:10 y en la India 1:8.43 Las ganancias que se obtenían en el comercio asiático exportando plata eran, pues, enormes. Pero los mercados detectaron el fraude potosino y el patacón comenzó a ser rechazado progresivamente en todos aquellos lugares por los que circulaba. Génova, Milán y Koenigsberg prohibieron la circulación de patacones a fines de la década de 1640. Flandes también los rechazó. En Francia se prohibió, bajo penas, la circulación de patacones entre 1646 y 1650. Y en la Península, los reinos de Navarra, Aragón y Valencia retiraron del mercado los pesos peruanos y los volvieron a ensayar y marcar.44 Incluso en Brasil se prohibieron, en 1647, las transacciones con “patacos” peruleros.45

La Corona, por supuesto, reaccionó con severidad. En 1647, envió al doctor Francisco Néstares Marín a Potosí para averiguar quiénes habían sido los responsables del delito. Fue fácil encontrar a los implicados, que eran los mercaderes de plata coludidos con los ensayadores de la Casa. Es así que fueron ajusticiados, en 1650, el mercader de plata y alcalde Francisco Gómez de la Rocha, quien murió en el garrote junto al ensayador Felipe Ramírez de Arellano.46 Las medidas correctivas fueron duras para los tenedores de monedas adulteradas emitidas entre 1640 y 1648, pues vieron su valor rebajado 25% de la noche a la mañana. Además, se produjo un gran desorden —en palabras de Lohmann, una “Babel monetaria”— debido a que circulaban 4 patacones diferentes que tenían distinto valor.47

Tardaría un buen tiempo en restablecerse la confianza en la moneda virreinal, y la cantidad de moneda saneada —la “columnaria”— no satisfacía la demanda. Por esta razón, el virrey Conde de Alba de Liste se apresuró en abrir una casa de moneda en Lima en 1658, que funcionó muy poco tiempo (hasta 1660) debido a que se ordenó cerrarla por no haberle pedido permiso al rey, siendo la casa de moneda una regalía del monarca.48 La necesidad de acuñar en la capital de virreinato era urgente, y ya había sido señalada antes por otros

43. Ibíd., p. 18. 44. Ibíd., p. 35. 45. Lohmann 1976: 586-587. 46. Orsúa y Vela 1964-1965: 129-131, Bakewell 1988: 43 y ss. 47. Lohmann 1976: 620-621. 48. AGI Lima 82. “Parecer del Consulado sobre la conveniencia de establecer una Casa de

Moneda en Lima dirigido al virrey Duque de la Palata”. Impreso. Lima, 16 de abril de 1682.

Cf. también Romero 2006: 200.

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